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Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

Archivo de septiembre, 2018

Nacer, si eres refugiado

Por Marina Juan, delegada de Cruz Roja Española en Líbano.

Nour nació un 4 de mayo en el Hospital de Nasra en la región del Beqaa, región fronteriza con Siria. Nour es uno de los 370.000 niños/as refugiados sirios que no están registrados en ningún censo (ni por el gobierno libanés ni por la ACNUR) y viven en situación irregular, hecho que vulnera los derechos de la infancia impidiendo, entre otros, el acceso a servicios básicos educativos y sanitarios.

Leila, su madre, llegó el 3 de mayo al Hospital de Nasra con contracciones. Durante su embrazo solo tuvo una revisión prenatal (de las ocho recomendadas por la OMS). “El parto fue complicado, largo y por cesárea”, nos explica, “pero gracias a Dios todo fue bien”.

Al no poder hacer frente al pago de los servicios se consideró su situación como caso social, previo estudio llevado a cabo por la trabajadora social del centro. El proyecto llevado a cabo por la MLRP y CRE con la financiación de Junta de Castilla la Mancha, se encargó de su caso.

Leila sonríe al mirar a su hija “agradezco infinitamente el apoyo de la Media Luna Roja Palestina y sobretodo de las comadronas que me han acompañado durante el parto, siempre con cariño, profesionalismo y sobretodo con humanidad. Sin la ayuda recibida no sé cómo podría a haber costeado los servicios. Gracias a ello ahora poder comprar otras cosas necesarias para Nour”.

* El ‘precio’ de un parto si eres una refugiada en Líbano.

El ‘precio’ de un parto si eres una refugiada en Líbano

Por Marina Juan, delegada de Cruz Roja Española en Líbano.

El hospital de Balsam, al sur, se encuentra situado en el campo de refugiados palestino de Rachidyeh. Construido en la década de las 90, fue durante los últimos años de la guerra civil libanesa de los pocos hospitales en funcionamiento en la región de Sour, al sur del país con frontera con Israel.

Mariam, trabajadora social del centro, es la encargada de seleccionar los casos sociales de mujeres en situación de vulnerabilidad “desde hace ocho años, coincidiendo con la guerra en siria y el aumento de refugiados que se asientan alrededor del campo, han aumentado considerablemente el número de mujeres que no pueden hacer frente al pago de los servicios al parto.

El precio de un parto, en el hospital (hospital de la Media Luna Roja palestina) asciende a uno 500 dólares. ¿Quién podría hacer frente a ese precio cuando no se tiene trabajo ni ningún tipo de ingreso?”- se pregunta, casi a si misma-.

En Balsam atienden unos 150 partos mensuales, de ellos, un 10% son cubiertos, previo estudio de caso social, gracias a ayudas recibidas por financiadores como la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

La situación de la población refugiada (siria y palestina) en Líbano, nos explica Mariam, es de extrema vulnerabilidad “la población refugiada no puede acceder al mercado laboral y por tanto el no tener unos ingresos estables les lleva a vivir en situaciones y condiciones precarias; además la situación administrativa irregular en la que viven la mayoría de ellos les impide moverse con libertad por el país. Todo esto dificulta el acceso a los servicios de básicos de salud. Que una mujer no pueda dar a luz en calidad y garantías es preocupante”.


* Cruz Roja tiene un proyecto de apoyo en la asistencia obstétrica y ginecológica a mujeres vulnerables sirias, palestinas y de las poblaciones de acogida afectadas por el conflicto en Siria financiado por Junta de Comunidades de Castilla la Mancha.

La “madre psicóloga” de los niños afectados por el ébola en RDC

Por Yves Willemot, jefe de comunicación de UNICEF en República Democrática del Congo.

“Los niños me hacen muchas preguntas sobre la enfermedad y por qué ellos están aquí”, explica Sylvie Waridi, psicóloga del centro de tratamiento del ébola en Beni, en el este de República Democrática del Congo (RDC).

Sylvie es una de los 150 trabajadores psicosociales formados por UNICEF para dar apoyo a los afectados por el virus del ébola. Ella es la responsable de proporcionar asistencia psicosocial a los niños que reciben cuidados en el centro de Beni. “Hablo con ellos, les consuelo y escucho sus preocupaciones”, explica Sylvie.

Cada vez que damos de alta a un niño nos llena de alegría

La psicóloga atendió a Gloria* y Emmanuel*, mellizos de ocho años. Los dos fueron admitidos en el centro y puestos en observación tras mostrar síntomas que podrían sugerir la presencia del virus. “No fue fácil para ellos comprender qué estaba ocurriendo. Afortunadamente, se pudieron apoyar el uno al otro».

La madre de los pequeños estaba completamente destrozada y creía que iban a morir. “El padre, sin embargo, mantenía la esperanza. Cada mañana llegaba hasta la valla y se quedaba hasta la caída de la noche, dando por hecho que sus hijos podrían verle”, cuenta Sylvie.

Tras seis días de observación y dos tests negativos, se confirmó que ninguno de los mellizos tenía el virus. “Cada vez que damos el alta a un niño nos llena de alegría”.

La “madre psicóloga” de los niños afectados por el ébola en RDC

Sylvie, con los mellizos que acaban de salir del centro de ébola en Beni /UNICEF/DRC/2018/Naftalin

Para la psicóloga, este momento marca el comienzo de una nueva fase de su trabajo. Es entonces cuando debe recordar a los niños, con palabras sencillas, qué les ha ocurrido y qué pueden esperar. “Cada niño al que se da el alta busca contacto físico”, explica. “Tenerles en nuestros brazos les da la fuerza y la confianza para lo que viene después”.

Y es que el riesgo de estigmatización a quienes salen del centro de ébola es muy alto, y la vuelta a casa no siempre es fácil. Sylvie visita regularmente a Gloria y Emmanuel para asegurarse de que les han recibido bien. “Tienes que explicar a los vecinos en qué consiste la enfermedad, por qué los niños ingresaron en el centro y por qué ahora han regresado con su familia”.

En las últimas semanas, Sylvie ha visto llegar a más niños al centro. Afortunadamente, también ha visto cómo muchos lo abandonaban al no estar infectados.

*Nombres cambiados para proteger la identidad de los niños.

El esfuerzo ha merecido la pena

Por Silvia García, economista cooperante del proyecto de comercio justo de la Fundación Vicente Ferrer.

Cuesta ponerse a resumir lo que ha sido tu trabajo y en definitiva tu vida durante un período tan largo. Me preparo un cafelito, me siento y me traslado mentalmente al IDT -proyecto de comercio justo de la Fundación Vicente Ferrer- que conocí nada más llegar y al IDT que dejo estos días. Hemos avanzado mucho y en muy poco tiempo, lo que me hace pensar que el esfuerzo ha merecido la pena.

Con muy pocos recursos hemos conseguido mucho. Hemos sido capaces de entrar como miembros definitivos de la Organización Mundial de Comercio Justo y hacer un proyecto de artesanías sostenible que ha mejorado sustancialmente la vida de más de 300 mujeres con discapacidad.

He trabajado como coordinadora de artesanías y comercio justo de la Fundación Vicente Ferrer en India durante tres años y medio y, a pesar de ser un trabajo precioso, no ha sido nada fácil. Tengo la sensación de que siempre queremos cambiar las cosas, que todo vaya mejor y más rápido, dejar nuestra huella. Pero a la que llegas a Anantapur enseguida te das cuenta de que todo aquí tiene su ritmo, sus plazos, su forma y su lógica.

Hemos sido capaces de entrar como miembros definitivos en la Organización Mundial de Comercio Justo, mejorando la vida de más de 300 mujeres

Desde el principio tuve muy claro que para poder aportar algo, lo primero que tenía que hacer era desaprender mi propia manera de hacer las cosas y poner mucha atención en cómo realiza su trabajo las personas de aquí. Bajo mi punto de vista, solo entendiendo su forma de procesar la información y de actuar, iba a ser capaz de hacer pequeñas mejoras.

Mi labor parecía más la de una cirujana que meticulosamente va diseccionando por partes a un paciente que la de una economista. Desgrané cada una de las áreas hasta poder entender qué hacía falta. El resto del trabajo y lo que faltaba por venir se convirtió en un gran reto.

El trabajo que he realizado en handicrafts ha consistido principalmente en dar apoyo a mi compañera Safia Begum. No me gusta usar la palabra empoderamiento en el caso de una mujer tan potente como ella, pero si tuviera que definir nuestra relación laboral, mi parte ha sido de coaching y asesoramiento en gestión empresarial para que ella acabara tomando decisiones fundamentadas en criterios técnicos. Intentar que salga adelante el trabajo requiere de mucha paciencia y pedagogía, de hacer preguntas constantemente e ir canalizando las respuestas hasta lograr que el trabajo se realice conjuntamente con el equipo indio. Para mí, el éxito de este proyecto ha sido precisamente ese, el crear una sinergia con personas que tanto cultural como socialmente estamos a años luz, evitando actitudes invasivas por nuestra parte y creando puentes.

Estoy muy enamorada de este proyecto y sé que, de una forma u otra, siempre estaré vinculada a IDT y a sus mujeres

Tenemos que tener en cuenta que el personal que trabaja en IDT no ha tenido una educación reglada, no son profesionales, son sobre todo mujeres que han ido aprendiendo con la experiencia, de los errores y de muchos granitos de arena a lo largo de los años. Con todo ello, han sido capaces de poner en funcionamiento 11 talleres (7 técnicas artesanales distintas), y un volumen de facturación de más de 200.000 euros. Por lo tanto, en términos empresariales, se podría considerar que este proyecto ha sido y sigue siendo un éxito.

En mi caso, además he tenido la gran suerte de contar con un equipo de personas que se han implicado en el proyecto tanto como yo. Me refiero al voluntariado con el que he trabajado. Cada persona ha representado un aporte imprescindible en cada una de sus áreas, desde producción y marketing al área social o administrativa, sin dejar de lado el diseño y la calidad. Yo solo he intentado hacer una radiografía correcta de cada situación (al tener una visión más global) y coordinar así todas las áreas de IDT.

Por lo que respecta a la parte más personal, he tenido días de todo tipo y de todos los colores. Días en los que todo sale bien y días de estrés absoluto. En cualquier caso, los días más intensos fueron aquellos en los que te das cuenta de que sí, de que merece la pena, de que el trabajo que estamos haciendo va en la dirección correcta. Esos días son los mejores porque tienes la sensación de que tu trabajo y tantas energías invertidas en el proyecto, pues sirven para algo.

Me voy con un sentimiento muy positivo y muy emocionada por la reacción de quienes me han acompañado en la India. Me he sentido muy arropada, valorada y querida. Evidentemente, para mí, eso es lo más importante. Estoy muy enamorada de este proyecto y sé que de una forma u otra siempre estaré vinculada a IDT y a sus mujeres.