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Archivo de septiembre, 2017

Las víctimas invisibles de la guerra en Siria

Por Scott Hamilton, Médicos Sin Fronteras, desde Irbid, en Jordania. 

Atención domiciliaria a pacientes con enfermedades no transmisibles en el norte de Jordania

Tanto Mohanned como Samir usan sandalias de goma. “El calzado fácil de poner y quitar es mucho más útil para los días en los que tienes que hacer varias visitas a domicilio”, dice Mohannad.

Al tiempo que conversan animadamente, ambos suben a una camioneta junto con Moataz, que será su chófer hoy. Los tres se comportan como viejos amigos, riendo y bromeando el uno con el otro. «Es importante que nos llevemos bien y que nos divirtamos», explica Samir; «a veces pasamos más tiempo con nuestros compañeros que con nuestras familias».

Mohanned y Samir hacen visitas domiciliarias a los pacientes que no pueden ir por sus propios medios hasta el hospital. El 60% de ellos son refugiados sirios. ©Scott Hamilton/MSF

Samir es enfermero y Mohannad, médico. Todas las semanas realizan visitas domiciliarias a refugiados sirios y ciudadanos jordanos que se encuentran en situación especialmente vulnerable en la Gobernación de Irbid, en el norte de Jordania. Todos sus pacientes sufren lo que se denomina enfermedades no transmisibles, cuyos principales exponentes son las enfermedades cardiovasculares (como los ataques cardiacos y los accidentes cerebrovasculares), el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el asma) y la diabetes. Hoy visitarán a cuatro de estos y para ello tendrán que conducir más que de costumbre, ya que uno de los objetivos del programa es llegar hasta las personas con dificultades de movilidad que viven más alejados del centro de la ciudad de Irbid.

El programa de visitas domiciliarias de MSF comenzó en agosto de 2015. «Antes atendíamos a los pacientes en dos clínicas en la ciudad de Irbid. Todavía lo hacemos, pero las visitas domiciliarias también son necesarias. Muchos de nuestros pacientes no pueden venir a la ciudad, ya sea porque se encuentran demasiado débiles físicamente para hacer el viaje, o porque no pueden costeárselo», explica Samir.

La primera casa que visitan es el hogar de dos pacientes: un matrimonio formado por Aziz y Azam. Su hija y sus tres nietos les abren la puerta. La casa es de una planta y apenas está amueblada. El modo distendido y familiar con que los pacientes saludan a Samir y Mohannad es revelador. «Conozco a estos pacientes desde hace mucho tiempo», cuenta Samir. «Es un poco como tener parientes lejanos».

Aziz es un refugiado sirio. Hace poco sufrió un derrame cerebral y por el momento no puede salir de la cama. ©Scott Hamilton/MSF

En primer lugar, Samir y Mohannad le toman la presión arterial a Aziz y comprueban sus reflejos. Aziz sufrió un derrame cerebral, es diabético y, por el momento, no puede salir de la cama. A pesar de su frágil estado, se esfuerza en explicar su situación:

«Llevamos aquí cinco años. Nos fuimos de Siria porque tanto la salud de Azam como la mía estaban empeorando. Fue por culpa de los bombardeos. Yo cultivaba una granja; no era mía, pero nos permitía vivir bien. También tenía mi propia casa. Hace años, mi abuelo palestino cruzó a través de Jordania y se estableció en Siria. Ojalá se hubiera quedado aquí en Jordania; ojalá no hubiéramos visto nunca esta guerra. Nuestra hija todavía está en Siria y pensamos en ella constantemente. No nos resulta fácil vivir aquí, el alquiler es caro y somos ocho personas viviendo en una casa muy pequeña. Tenemos sólo un hijo trabajando; él tiene que pagarlo todo, incluso la electricidad y las facturas. Queremos volver a casa, pero sólo lo haremos cuando no haya más guerra ni más matanzas».

Azam se quedó ciega hace 15 años. Sufre glaucoma y tendría que ser operada. ©Scott Hamilton/MSF

Azam se quedó ciega hace 15 años. Sufre glaucoma y tendría que ser operada. También necesita colirio, pero cada frasco cuesta 23 dinares jordanos (algo más de 27 euros); un precio demasiado alto para ella. Afortunadamente nosotros podemos ofrecérselo gratuitamente.

«Vivir los bombardeos y la guerra fue extremadamente estresante, ciega o no. Pero estoy feliz de estar aquí. Aquí la comunidad nos recibió con agrado. Nuestros vecinos nos visitan y el propietario, que sabe de nuestra situación, nos hace un descuento en el alquiler«.

Azam por su parte tiene diabetes e hipertensión. Mientras Samir le hace un análisis de sangre y verifica su presión arterial, Mohannad coge en brazos a su nieto más pequeño, que ha empezado a arrojar juguetes. Tras breves momentos de bullicio, se sienta contento con Mohannad y se queda observando a través de la ventana a los pájaros que pasan volando.

El doctor Mohannad sostiene en brazos al más pequeño de los nietos de Aziz y Azam. ©Scott Hamilton/MSF

De camino a la segunda casa del día, Samir habla con cariño de una antigua paciente. «Un francotirador le disparó en la cadera. Las heridas fueron graves, pero logró sobrevivir. La tratábamos por hipertensión, y a pesar de su estado siempre insistía en ofrecernos un desayuno. Lamentablemente, murió hace poco de un ataque al corazón. Es la parte más dura de este trabajo; la gente que se nos va».

La tercera paciente que hoy visita el equipo se llama Khairiya. Sufre hipertensión y también es ciega. En su situación le resulta muy difícil acudir a una clínica de la ciudad para hacer revisiones médicas, así que está feliz de que recibirnos en su casa.

Khairiya sufre hipertensión y es ciega. En su situación le resulta muy difícil acudir a una clínica de la ciudad para hacer revisiones médicas. ©Scott Hamilton/MSF

«Llevamos aquí desde 2013. La violencia y la tensión hacían muy difícil nuestra vida en Siria, pero el viaje hasta aquí tampoco fue fácil. Incluso tuvimos que caminar parte del viaje. Cuando nos acercamos al puesto fronterizo, un guardia se percató de que yo era ciega. Me tomó de la mano y me condujo durante la última parte del camino. A pesar de que tuvimos algunas oportunidades de ir a vivir a Estados Unidos y Canadá, estoy feliz de que estemos en Jordania, ya que es un país que comparte tradiciones con el nuestro. Nuestra mayor preocupación ahora es el dinero. Somos cinco personas viviendo aquí y nuestro hijo apenas gana lo necesario para pagar el alquiler y los alimentos».

Mientras Mohannad comprueba la presión arterial de Khairiya, su hija prepara café y explica que también ella necesita ver a un médico. Mohannad le dice que la referirá a uno en el ministerio de salud. A medida que hablan, su hijo de dos años gatea hacia su abuela. Está completamente  fascinado por el dispositivo que emplean para medir la presión arterial.

La cuarta paciente del día es Saltiya. Se encuentra postrada, también tiene hipertensión y hace poco sufrió un derrame cerebral. Mientras su esposo, su hija y sus nietos dan la bienvenida a Mohannad y a Samir a su casa, ella se esfuerza por abrir los ojos.

En la casa de Saltiya viven doce miembros de una misma familia. Todos están especialmente preocupados por su salud, pues tiene hipertensión y hace poco sufrió un derrame cerebral. ©Scott Hamilton/MSF

En esta casa viven doce miembros de una misma familia y todos están especialmente preocupados por Saltiya. A pesar del precio de la electricidad, hay dos ventiladores encendidos en el cuarto para que ella no pase demasiado calor. Al hijo de Saltiya le resulta difícil mantener a su familia. En Siria era panadero y su padre era propietario de un supermercado. Cultivaban sus propias hortalizas y tenían un olivar, pero cuando empezó a ver cómo pasaban los misiles por encima de su casa decidió que tenían que salir de allí.

En el camino de regreso a la ciudad, Mohannad y Samir discuten sobre la pertinencia de este programa. Para unos profesionales que están acostumbrados a trabajar en proyectos destinados a responder a los efectos inmediatos de la guerra, a las epidemias, a catástrofes o a hambrunas, esta es una misión sin duda diferente. Sin embargo, al visitar los hogares de estos pacientes se les presenta una cruda realidad: se trata de personas con necesidades médicas reales y continuas que viven en situaciones muy precarias. Pueden haber escapado de la guerra, pero su futuro sigue siendo incierto.

Ninguno de los pacientes a los que visitaron hoy podía recibirles por sí solo. No tienen apenas dinero ni movilidad física, así que la pregunta más acuciante que Mohannad y Samir siempre se hacen es la misma: si MSF no tuviera un programa como este, ¿cómo iban a recibir tratamiento todas estas personas?

Huracán Irma: la isla de Barbuda se queda vacía

Por el equipo de UNICEF en Barbuda

Sasha Lewis, bajo un baño de rayos de sol, está a bordo de la embarcación que la llevará a ella y a otros habitantes de la devastada isla de Barbuda a la relativa seguridad que les ofrece la cercana Antigua.

Esta embarcación, Excellee, es normalmente un agradable barco que transporta a turistas que buscan una experiencia tropical en el popular punto turístico conocido por sus legendarias arenas rosas. Pero en los dos últimos días se han convertido en un transportador vital en el que los vecinos abandonan la isla, que se ha llevado la peor parte del huracán Irma.

Huracán Irma: la isla de Barbuda se queda vacía

Una escuela de Anguila, destrozada tras el paso del huracán Irma /© UNICEF/UN0120020

La devastación es total. Cuando acabó el pasado viernes, más de dos tercios de los 1.500 habitantes de este país habían realizado este viaje de una hora a Antigua, donde esperan empezar el proceso de recuperar sus vidas y la normalidad.
La urgencia es grande. El huracán José, que ha seguido casi el mismo camino que Irma, ya tiene a Barbuda en su mira.

El gobierno ya ha declarado el estado de emergencia y ha instado a los habitantes de la isla a abandonarla de manera voluntaria. Pero salir no es fácil cuando el único aeropuerto ha sufrido daños y está cerrado. Unas cuantas embarcaciones han respondido a la llamada y el puerto es un animado escenario desde el que los residentes, con los niños, los enfermos y los mayores primero, tratan de irse.

Sasha, de 23 años y embarazada de siete meses de su primer hijo, no contempla la perspectiva de enfrentarse a José en Barbuda, donde el 95% de las casas han sido dañadas o destruidas.

“Mi familia está en Antigua”, nos cuenta mientras espera su turno para embarcar. “No dejo nada atrás. Ni casa, ni nada…todo lo que alguna vez he tenido, todo, se ha ido. No tengo nada, ni siquiera ropa”.

Para Sasha los recuerdos de Irma son aún más dolorosos. Vio cómo su amiga Tevelle perdía a Charles, su hijo de dos años. El viento destrozó su casa, a dos puertas de la de Sasha.

“No sé por lo que está pasando mi amiga, pero lo siento tanto por ella…ese bebé era como mi propio hijo, voy a echarle de menos”, lamenta.

Barbuda es uno de los países donde UNICEF está trabajando con la agencia regional de gestión de desastres, los gobiernos y otros aliados internacionales para garantizar que la población recibe la ayuda que necesita.

“Nuestro objetivo es llegar a los niños estén donde estén, sobre todo a los que más nos necesitan”, afirma el representante de UNICEF para la zona del Caribe oriental, Khin Sandi-Lwin.

UNICEF está proporcionando a las familias desplazadas en Barbuda, Anguilla, las Islas Vírgenes y las Islas Turcas y Caicos, tiendas de campaña, tabletas para purificar el agua y kits de higiene, además de otros productos como lonas de plástico, mantas y contenedores de agua potable para paliar las secuelas que ha dejado a su paso el huracán Irma.

Luchando contra el cáncer de mama en el Valle del Jordán

Por Marta Vallina Bayón, delegada de Cruz Roja Española en Palestina.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud el cáncer se ha convertido una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en el mundo siendo la segunda causa de muerte a nivel mundial, especialmente en los países con rentas medias y bajas.

La detección temprana supone un elemento clave especialmente en los países en los cuales los diferentes tratamientos no se encuentran disponibles como es el caso del Territorio Ocupado Palestino. Para una población de casi 4 millones de personas entre la Franja de Gaza y Cisjordania se cuenta con menos de una decena de oncólogos y tan sólo 4 hospitales que ofrecen servicios de quimioterapia (sin que se encuentre siempre disponible el tratamiento).

Para los servicios de radiología los/as pacientes han de trasladarse a hospitales Israelíes o bien al Hospital privado Augusta Victoria en Jerusalén Este, necesitando en ambos casos contar con permisos especiales de las autoridades israelíes para poder cruzar los puestos de control.

Desde Julio de 2015 Cruz Roja Española (CRE) y la Media Luna Roja Palestina (MLRP) desarrollan una intervención conjunta en la cual se prestan servicios de salud sexual y reproductiva (SSR) a mujeres residentes y beduinas en unas 15 localidades del Valle del Jordán (áreas de Tubas Nablus y Jericó) a través de una clínica móvil gracias a la financiación de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo. El Valle de Jordán supone el 25% del territorio cisjordano teniendo una población aproximada de 44.658 habitantes. El 95% de su extensión es controlado por Israel formando parte de la denominada Área C. En las últimas décadas la situación de su población se ha deteriorado como consecuencia de la extensión de los asentamientos y outputs israelíes; la falta de permisos para la construcción y rehabilitación de estructuras así como las continuas demoliciones. A pesar de tratarse de una las zonas más fértiles de Cisjordania la población local tiene cada vez un acceso más limitado a los recursos naturales de los que históricamente ha dependido su supervivencia (pastoreo y prácticas agrícolas). Este hecho ha incrementado los niveles de pobreza y desempleo que unidos a las restricciones de movilidad y de prestación de servicios han disparado la alarma humanitaria. Bajo estas difíciles condiciones de vida las mujeres están expuestas a una mayor vulnerabilidad, su papel tradicional como cuidadoras, así como el peso de la tradición hace que las mujeres desatiendan su propia salud en pro de otras necesidades de la familia.

Según el Ministerio de Salud palestino el cáncer de mama suponía el 17,8% de todos los casos de cáncer registrados. Las mujeres están expuestas a una mayor vulnerabilidad estructural como consecuencia de la ocupación. Dentro del marco de la intervención la MLRP y CRE han realizado más de una docena de campañas comunitarias para la detección temprana del cáncer de mama en las que han participado alrededor de 600 mujeres contando con la colaboración del Ministerio de Salud palestino. En ellas no solo se intentan vencer los tabús sobre la enfermedad y concienciar sobre la importancia de la salud femenina, sino que se explica cómo identificar posibles síntomas y cómo realizar autoexploraciones que puedan asegurar la detección temprana de la enfermedad contribuyendo a salvar vidas.

Estas campañas en palabras de Samar Sawafta, enfermera del proyecto, tienen una gran importancia ya que existe un gran desconocimiento sobre la enfermedad y la detección temprana resulta fundamental para contrarrestar las consecuencias de la enfermedad. Las campañas tienen muy buena acogida entre las mujeres quienes al principio se muestran temerosas.

Samar señala “al acabar las sesiones informativas siempre se nos acercan mujeres a preguntar por síntomas que han identificado o a mostrar preocupación por familiares. Durante una de las sesiones en la comunidad de Ein Al Beida una mujer se acercó a mí, cuando la mayoría de las participantes había abandonado la sala en la que nos encontrábamos, para comentarme el caso de su hermana quien había notado anomalías en uno de sus pechos pero por miedo y vergüenza no quería acudir a un centro de salud pero que después de ese día iba a intentar obligarla a ir convencida de la gravedad que presentaba su caso”.

Días después en el Centro de Salud de Tubas de la MLRP Samar, donde trabaja los días que la clínica móvil no se encuentra operativa, recibió la visita de la mujer con su hermana. En el centro de la salud y tras una revisión por parte del personal sanitario la mamografía y una biopsia confirmaron que F.S de 37 años y con cinco hijos/as padecía cáncer de mama. Su caso fue transferido al hospital gubernamental de Tubas donde tras cirugía comenzó con el tratamiento de quimioterapia a la espera de saber si necesitará radioterapia y con ello un permiso de las autoridades israelíes para poder recibir tratamiento fuera de Cisjordania.

El papel de las mujeres en los desastres naturales

Por Daniel Boyano Sotillo, cooperante de Cruz Roja.

En mis primeros días en el Departamento de Ancash, Perú, he observado que en esta zona son frecuentes fenómenos naturales con una actividad muy intensa debido a la subducción de la Placa de Nazca bajo la Placa Sudamericana, lo que genera actividad sísmica y volcánica. De hecho en un mes he sentido varios temblores de reducida intensidad. Asimismo, las condiciones climáticas se definen por una pequeña oscilación térmica anual y precipitaciones escasas pero intensas y concentradas asociadas al Fenómeno del Niño, como ha ocurrido este año.

Del mismo modo, tanto la actividad sísmica como las precipitaciones son causantes de movimientos en masa en gran parte del territorio de este departamento. Por lo tanto se considera que Ancash, vive en un territorio multiamenazas. Asimismo el problema se acentúa debido a la alta vulnerabilidad social, institucional, gestión, organizativa…

Esta situación a nivel departamental también se dan a nivel local, como es el caso de varias comunidades costeras de la provincia de Huarmey, donde actualmente resido y Cruz Roja Española y Cruz Roja Peruana están ejecutando un proyecto de emergencia por el fenómeno del Niño Costero 2017. Los efectos del Niño Costero de 2017, que se generó por el incremento de la temperatura superficial del mar, han provocado precipitaciones continuas en los meses de febrero y marzo, produciendo importantes daños en el municipio (250 viviendas colapsadas, 2.562 viviendas inhabitables y 938 afectadas).

Las familias se han visto obligadas a refugiarse en las zonas habitables de sus viviendas (principalmente carpas en techos), hacinados en casa de familiares, en alojamientos temporales, en el pabellón polideportivo y en zonas alejadas del casco urbano que han sido ocupadas mediante diferentes fases de invasión. En este contexto todas las personas sufren, pero no por igual. En una visita a los lugares antes mencionados se evidencia que las mujeres tienen menos acceso a los recursos que son centrales para los procesos posteriores a los eventos catastróficos, tales como trabajo y capacitación, participación en instancias de decisión, control de la tierra, acceso a recursos económicos como créditos, …
En relación con lo anterior también se percibe un significativo incremento en los niveles de violencia contra las mujeres y niñas, en especial, violencia sexual, abusos y violencia por parte de la pareja, lo que tiene un alto impacto en su salud integral.

Por otro lado las consecuencias del Niño Costero han generado incremento del trabajo de la mujer dentro del núcleo familiar, quedando reducido o desapareciendo el tiempo para ella misma, sobrecargando su salud mental y física lo que desemboca en tensión dentro de las familias.

Durante y después de este desastre, las mujeres han tenido que recomponer la estructura de su familia, atender a hijas, hijos, padres ancianos y otras personas que dependen de su apoyo. Además a menudo se quedan solas, pues su pareja suele salir a buscar empleo fuera del área afectada. Este aumento de trabajo, con incremento de las lluvias y dificultades para conseguir agua potable por colapso de pozos o destrucción de tanques, trae consigo que las mujeres tengan que desplazarse mayores distancias provocando lesiones por la carga de peso, menos tiempo para crecimiento personal… y enfermedades mentales que ya se están comenzando a manifestar. A esto hay que añadirle que como ya estaban en una situación de discriminación social, esta marginalidad se acentúa en condiciones adversas. De este modo, las mujeres ven aumentada su responsabilidad al interior de los hogares, la que de por sí es siempre muy alta por la tradicional división sexual del trabajo.

Puedo concluir después del Niño Costero 2017, que en Huarmey prevalece lo urgente y las inquietudes de género se ignoran o se desechan como irrelevantes.

A pesar de todo lo anterior se aprecia una apertura de ventana a la esperanza ya que las mujeres forman una parte vital de los esfuerzos de mitigación y respuesta a los desastres al ser especialistas en estrategias para romper el shock, el aislamiento y generar estrategias a nivel micro. Todo ello actuando dentro de sus roles tradicionales o trascendiéndolos.

Los desastres a menudo proporcionan a las mujeres una oportunidad única para que se valore y visibilice su trabajo, además pueden servir para cuestionar y cambiar su posición en la sociedad ya que han demostrado ser indispensables cuando se trata de responder a los desastres de origen ambiental.

Durante y después del Niño Costero de 2017, las mujeres peruanas construyeron casas y albergues, cavaron pozos y canales, remolcaron agua, montaron las cocinas en los refugios, lavaban ropa, cuidaron del grupo familiar, dieron apoyo emocional, mantuvieron las relaciones familiares y cuidaron a los enfermos, haciendo todo este trabajo de forma gratuita. A menudo, en contra de los deseos de los hombres y sin reconocerles esta labor, las mujeres han estado dispuestas y han demostrado ser capaces de asumir un papel activo en tareas tradicionalmente mal consideradas masculinas. Esto puede ayudar a cambiar la percepción social de la capacidad de las mujeres ya que se ha demostrado que son más eficaces en la movilización local para responder a los desastres, además de formar grupos y redes sociales que trabajan para satisfacer las necesidades más urgentes de la población local debido a su mayor empatía.

Como resultado de sus esfuerzos de respuesta a los desastres, las mujeres están desarrollando nuevas habilidades como el manejo agrícola y de recursos naturales que, en un entorno adecuado, podrían transferirse al mercado del trabajo.

Después de un desastre, es primordial que las medidas de recuperación respondan a las necesidades y las inquietudes de todos los grupos sociales y con perspectiva de género.