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Ébola: altibajos

Por Benjamin Black, MSF Sierra Leona.

Los momentos como este son los que más temo: una mujer con Ébola deambulando por ahí, desnuda y gritando. Una paciente confusa y potencialmente agresiva, con una enfermedad altamente contagiosa y mortal. Y todo lo que nos separa es mi traje de protección amarillo. Oí el golpe mientras estaba saliendo de la zona de alto de riesgo (el área del centro reservada para los casos de Ébola confirmados). La mujer había salido de la zona de alto riesgo y se dirigía hacia la zona de bajo riesgo, donde el personal de MSF realiza tareas administrativas y de papeleo.

Cuando llegué fuera, estaba tumbada en el suelo bajo un sol abrasador. Rodaba sobre si misma gimiendo, no de una manera agresiva, sólo angustiada.

Junto con uno de mis compañeros la llevé de vuelta a su cama, un trabajo difícil si tenemos en cuenta que llevábamos trajes antitranspirantes.

Le pregunté si le dolía algo y ella se llevó la mano al pecho: “Mi padre ha muerto, mi madre ha muerto, mi hermana ha muerto, mis niños han muerto”.

No tengo nada que pueda curar un corazón destrozado o su alma rota, así que me tengo que limitar a pasar la mano suavemente sobre su hombro intentado consolarla, y a darle una manta y un calmante.

Organización del equipo en Kailahun, Sierra Leona. Fotografía de P.K.Lee
Organización del equipo en Kailahun, Sierra Leona. Fotografía de P.K.Lee

Cada ronda médica es un catálogo de historias tristes y desafíos prácticos. Con tantos pacientes es fácil perder la noción del tiempo. El trabajo que uno puede llevar a cabo no tiene fin: ayudar a un paciente a beber, proporcionarle una vía intravenosa, consolar a través de palabras para tratar de aliviar el dolor… el catálogo de horrores llega hasta tal punto, que muchas veces tenemos que intentar colocar el cuerpo de los pacientes que fallecen en una posición relajada, pues a menudo sufren tales dolores cuando están enfermos que cuando mueren lo hacen completamente contraídos.

Cada día que entro en el centro miro las pizarras en las que tenemos escritos los nombres de los pacientes. Hace cinco semanas había tres pizarras, ahora hay siete. Con más de 60 pacientes simultáneamente y teniendo en cuenta que para lo malo y lo bueno tampoco suelen estar mucho tiempo aquí, resulta difícil hacer un seguimiento de todo el mundo, por lo que hemos diseñado un código de color para clasificarlos de acuerdo con su gravedad.

En los últimos días, el rotulador rojo, el que utilizamos para los casos graves, es el que predomina.

Trato de organizar a primera hora los turnos del equipo médico para que así podamos avanzar la mayor cantidad posible de trabajo antes de que lleguen las horas de más calor. Entrar en la zona de alto riesgo requiere ponerse el traje de protección, que es muy incómodo y pesado, y a eso hay que añadirle las dificultades que conlleva el tener que trabajar bajo altas temperaturas y un alto índice de humedad.

El centro de tratamiento está configurado para reducir al mínimo el riesgo de infección. En la zona de alto riesgo se trabaja a través de un sistema de un solo sentido, empezando la ronda por los pacientes que están esperando los resultados de sus pruebas y terminando con los que están en el área de pacientes confirmados. De esta manera reducimos el riesgo de infectar a alguien que aunque esté en la zona de observación, es muy probable que tan sólo tenga otra enfermedad con síntomas similares, como la malaria.

Voy con otro de mis compañeros a ver a los pacientes que están dentro del área de los «sospechosos». La niña que está dentro es hija de otro compañero, lo cual me recuerda que el Ébola no es sólo algo que le ocurre a los demás. Aquí en Sierra Leona también ha afectado a amigos y a familiares de nuestro personal nacional.

Pasamos a la siguiente zona, que sigue siendo parte del área de pacientes sospechosos, pero que es donde encontramos a los pacientes con más probabilidades de padecer Ébola. Están visiblemente más enfermos que los anteriores y muchos de ellos serán confirmados en las próximas horas. Entre ellos se encuentra una niña de dos años que aún está esperando los resultados de sus pruebas. Sin embargo, tenemos los suficientes indicios como para pensar que está infectada y muchos sus familiares enfermaron previamente-

La niña está tumbada en la cama y le cuesta respirar. La levanto despacio y la ayudo a sentarse. Con el apoyo de mi compañero intento que tome unos sorbos de agua. Con tantos pacientes no puedo pasar demasiado tiempo con ella, así que pido que le coloquen una vía intravenosa y sigo con la ronda.

La última zona se destina a pacientes confirmados de Ébola. Está compuesta de tres grandes y blancas tiendas de campaña La mayoría de los pacientes se encuentran lo suficientemente bien como para salir a hablar con uno de los trabajadores de MSF que se encuentra al otro lado de la valla de plástico naranja que separa la zona de alto riesgo de la de bajo riesgo. Pero hoy parece que hay muchos que no pueden salir de la cama.

Los pacientes admitidos en el centro de tratamiento de Ébola pasan a la tienda de triage. Ahí los equipos médicos tratan de determinar la gravedad de sus síntomas y evaluar su historial de contactos. Fotografía de Fathema Murtaza.
Los pacientes admitidos en el centro de tratamiento de Ébola pasan a la tienda de triage. Ahí los equipos médicos tratan de determinar la gravedad de sus síntomas y evaluar su historial de contactos. Fotografía de Fathema Murtaza.

  Una vez que mi turno ha terminado, me dirijo a la valla y resumo   todos los detalles de los pacientes que he visto y de las actividades que he realizado. Uno de mis compañeros al otro lado de la valla escribe de manera resumida lo que le digo ya que nada de lo que utilizo en la zona de alto riesgo puede salir de ahí.

Después comienzo a desvestirme y a lavarme con cloro, siguiendo un protocolo estructurado y bajo la continua observación directa de otro trabajador.

Una vez que estoy fuera me entero de que otros tres pacientes han muerto desde que comencé la ronda, incluida la niña de dos años. Y son sólo las 10 de la mañana….

  El resto del día tiene sus altibajos. Todos los días tenemos un grupo de supervivientes al que damos de alta. Siempre ocurre a ritmo de tambores y cornetas; y nos recuerda que éste también es un lugar de vida. Hay personas con una gran capacidad de recuperación.

Cuando por fin están listos para irse a sus casas, cada superviviente recibe asesoramiento y apoyo para ayudarlos a prepararse a volver al mundo exterior, a ese que se encuentra más allá de las vallas.

La llegada de más ambulancias procedentes de distintos puntos del país llenan rápidamente los huecos dejados por las personas que hemos dado de alta. A pesar de las reiteradas peticiones que hemos hecho para que se construyan más centros de tratamiento, y al contrario de lo que ocurre en Liberia, en Sierra Leona los recursos desplegados sobre el terreno siguen siendo muy escasos. Y hasta que podamos romper la cadena de transmisión, jornadas como ésta seguirán siendo nuestro día a día.

MSF empezó su intervención en Ébola en África Occidental en marzo de 2014. En la actualidad A tiene equipos presentes en Guinea, Liberia, Sierra Leona y Mali. La organización gestiona seis centros de tratamiento de casos de Ébola con una capacidad total de más de 600 camas. Desde marzo, MSF ha admitido más de 6.700 personas, de las cuales aproximadamente 4000 dieron positivo por Ébola, y casi 1.900 de ellas se han recuperado. MSF cuenta actualmente con unos 300 trabajadores internacionales en la región y más de 3.000 trabajadores locales.

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