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Violadas durante el conflicto, ahora se venden en las calles para sobrevivir

por Jane Labous. Plan Internacional

 Recuerdo que todo comenzó en una tarde calurosa. Caminaba por la colina en el condado de Bomi, Liberia, para conocer a un grupo de mujeres cuyas vidas son testigo del horror de la guerra.

“Durante la guerra, vi a un hombre utilizar un machete para cortar el vientre de una mujer embarazada y comprobar si era un niño o una niña». Blessing miró hacia adelante, con la barbilla recta y un nervio que se hace notable en su mejilla. Cuando se da la vuelta para mirarme, sus ojos están en llamas. «Así que sí, culpo a la guerra. No es de extrañar que las cosas sean como son”.

A sus 27 años, Blessing*, es una de las cientos de mujeres y niñas adolescentes del condado de Bomi que han convertido el trabajo sexual en una manera de ganarse la vida. Estaba ahí para hacer una película con ellas, sobre sus vidas y me bastó un minuto para saber que cada una de sus historias me acompañaría durante mucho tiempo. Son historias de esas que te hacen cambiar de una manera inexplicable.

Blessing, a la derecha, tiene  27 años y mantiene a sus tres hijos a través del sexo

Blessing, a la derecha, tiene 27 años y mantiene a sus tres hijos a través del sexo

Tanto Blessing, como las otras mujeres con las que compartí esos días, eran niñas durante la guerra. La mayoría quedaron huérfanas entonces. Fueron violadas y obligadas a abandonar la escuela, razón por la cual no poseen educación ni habilidades con las que poder enfrentar el futuro. La guerra (1999-2003) dejó secuelas en cada una de sus miradas. También en las de los hombres que podrían ser sus esposos. Ellos también enfrentan un día a día cargado de traumas y desempleo. No quieren asumir relaciones ni responsabilidades. Buscan a las mujeres para tener sexo sin compromiso, las embarazan y las abandonan.

Las palabras sociedad o familia se resquebrajan para todos ellos, hombre y mujeres que vivieron las atrocidades de un conflicto. Tener que dormir con extraños por dinero cada noche tras haber sido violada es una de las peores torturas que hay. Más aún cuando eres una niña.

Pero estas mujeres son fuertes. No sólo comprenden las razones de lo que son hoy, sino que hablan con certeza de aquellas que servirán a sus hijas para no repetir la situación que ellas viven. La educación, dicen, y el emprendimiento. Enseñándoles a desarrollar habilidades podrán salir de la calle y con la formación necesaria, comenzar negocios propios. Todas comparten el mismo miedo: que sus hijas sean como ellas.

 El primer día de rodaje, nos reunimos 23 personas en la habitación de una choza con techo de zinc. Hacía mucho calor y las gotas de sudor empezaban a rodar por nuestras frentes. Las mujeres se sentaron en silencio, mirándome con ansiedad, mientras Marc (mi colega y co-director) configuraba la cámara. Había desde adolescentes de 14 años hasta mujeres jóvenes de 30, y por una fracción de segundo no estuve segura de por dónde empezar a grabar. Sin embargo, cuando realicé la primera pregunta, el silencio se rompió. Sus nombres son Kassa, Blessing, Carmen, Silver, María, Ana, Temba y  Mamawa. Me hablaron de los hombres que las habían violado, de los clientes de la calle, de los novios que las dejaron embarazadas y de los motivos que las han llevado a terminar como trabajadoras del sexo, que se resumen en poder ofrecer alimentación y educación a sus hijos.

Mamawa de 23 años tiene una hija y trabaja en las calles para mantenerla

Mamawa de 23 años tiene una hija y trabaja en las calles para mantenerla

Conforme pasaba el tiempo, las respuestas se tornaban más impactantes y aterradoras. “Mi vida es miserable”, dice Mmawa “pero qué ganas  con llorar, si nadie vendrá a ayudarte”.

Hablaban de sus pensamientos por las noches, cuando se enfrentan a alcobas que no son la suya. Piensan en sus hijos y en que si no consiguen dinero, no habrá comida mañana. Sus historias, llenas de emoción, me hacían intuir que estábamos frente a mujeres necesitadas de dar a conocer lo que está ocurriendo. Están desesperadas por recibir ayuda. “Estamos destrozadas”, repetía Kassa, “no tenemos orgullo como mujeres”.

Estas jóvenes ganan alrededor de 75 dólares liberianos (un dólar americano) por cliente, lo que significa que deben dormir con muchos hombres para pagar la comida y otros gastos básicos del día siguiente. Kassa empezó a trabajar en la calle cuando tenía 10 años. Cuando acabó la guerra, se escondía en edificios destruidos para evitar ser violada. Iba a la escuela de día y por la noche trabajaba en las calles para poder comer. Mary, de 15 años, hacía lo mismo, porque su madre no podía mantenerla. Blessing es la única que encuentra algo positivo en toda esta situación: “La única cosa que me gusta es que mis hijos pueden ir a la escuela”, dice.

Cuando regresé al hotel aquella noche, no pude dejar de pensar en ellas. Marc y yo nos sentamos en el bar en silencio durante un largo rato. Al día siguiente las entrevisté una por una, no necesitaba todas las historias, pero entendía que cada una de esas historias necesitaba ser contada.

Silver de 29 años fue violada durante la guerra y es ahora una trabajadora sexual con cuatro hijos

Silver de 29 años fue violada durante la guerra y es ahora una trabajadora sexual con cuatro hijos

Silver de 30 años, vestía una camiseta con un grito en letras doradas: no me hagas daño. Fue violada durante la guerra por cuatro hombres y quedó embarazada. A penas gesticuló cuando hablamos de lo que siente al dormir con extraños. “No me hace sentir bien, pero ¿qué más puedo hacer?”.

Carmen es más joven, tiene 20 y cuando se sentó ante mí, empezó a llorar. Sollozando, me dijo que fue violada y quedó embarazada. Puse mis manos en su espalda y le dije que no tenía que terminar la entrevista. “No por favor, quiero contarte”, dijo.

Hablamos también con los hombres. Nos dijeron que nunca habían hablado de esto antes. “Sí, nos hemos vuelto insensibles”, dice John de 31 años. Era un adolescente cuando vió como violaban y mataban a su madre. “Quiero ser capaz de estar con una mujer, cuidarla y mantenerla, pero no puedo ni conmigo mismo. No tenemos manera de hacer una vida normal”.

 Plan Internacional está poniendo en marcha un programa de formación en habilidades que de la oportunidad a adolescentes y mujeres jóvenes a adquirir habilidades vocacionales para que puedan salir de las calles y emprender negocios.

                          

*El corto Daughters of war fue mostrado en la Cumbre Global para Eliminar la Violencia Sexual en los Conflictos, celebrada  en Londres, entre el 10 y el 13 de junio.

 *Todos los nombres de las mujeres han sido cambiados para proteger su identidad.

 

7 comentarios

  1. Dice ser Indio

    es una pena que el mundo sea tan frio, inconexo, inhumano. No entiendo como una persona puede ser tan humillada como una prostituta, y no entiendo a la persona que «usa» sus servicios. No entiendo como hay gente que puede explotarlas como los chulos. No entiendo porque el mundo es tan indiferente a casos de estos. Tienen derecho a empezar una nueva vida, y si puede ser en este país yo estaría encantado.

    24 julio 2014 | 11:09

  2. Dice ser Vasili Blokhin

    Eso de eliminar la violencia sexual de las guerras -sobre todo de las guerras civiles y de las interétnicas- es un brindis al sol. Es como pretender eliminar las masacres de civiles o los castigos colectivos. Las atrocidades son base y parte de las guerras. ¿Qué pretenden, una «guerra» a la que solo vayan voluntarios y que no tenga consecuencias para los no combatientes? No tiene sentido.

    24 julio 2014 | 11:54

  3. Dice ser Julio

    Da igual guerra o paz. La cuestión de fondo, es que el Mundo es un inmenso patriarcado, y las mujeres sufrirán en cualquier situación. Sólo tienen un camino: organizarse y adquirir poder.

    24 julio 2014 | 12:48

  4. Dice ser aloge.eu

    Un hombre que no respeta una mujer no tiene respeto a si mismo. Violando, humillando, en otras palabras haciendo daño a una mujer GRITA !!! SOY DON NADIE!!! SOY PEOR QUE TU!!! TENGO QUE HACERTE DAÑO PARA SENTIRME MEJOR !!!

    24 julio 2014 | 19:05

  5. Dice ser Antonio Larrosa

    Cuando llegó la VI flota americana muchas chicas de fábrica que ganaban una miseria se metieron a prostitutas por ganar mucho más y decian– Para ganar más hay que dejar de ser honrá — desde entonces el numero de prostitutas españolas no ha parado de crecer., especialmente en estos tiempos de penuria.

    Clica sobre mi nombre

    24 julio 2014 | 20:05

  6. Dice ser Cristina

    Mi pareja quiere tener un hijo/a conmigo y soy yo la que, reticente, tengo
    miedo del mundo que le pueda dejar. Absurdo? No lo sè…
    Estas mujeres son las que sobrevivirían…Muchos hombres no lo
    soportarian. Un golpe lo aguanta cualquiera. No son ellos el sexo fuerte.
    Son los que abusan, pero no los fuertes.
    Si pudiera ayudar al menos a una de esas mujeres, me encantaría hacerlo.
    Son heroínas anónimas, la esencia de la vida y la supervivencia y el amor.

    24 julio 2014 | 20:48

  7. Dice ser Marta

    Se está confundiendo a quien decide ser prostituta por dinero ( o gigoló…)
    lo cual es respetable puesto que cada cual DECIDE sobre su cuerpo,
    con mujetes que se ven obligadas a hacerlo sin querer hacerlo.
    Va un mundo…

    24 julio 2014 | 20:57

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