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Nacer en un país prestado

Post de Belén Ruiz-Ocaña, editora web de UNICEF Comité Español

Bebé recién nacido en el campo de refugiados sirios de Za’atari, Jordania. "Quiero que mi niño crezca en Siria", dice su madre. (Unicef)

Bebé recién nacido en el campo de refugiados sirios de Za’atari, Jordania. «Quiero que mi niño crezca en Siria», dice su madre. (Unicef)

37.500 bebés han nacido como refugiados desde que empezó el conflicto en Siria hace 3 años. Casi el mismo número de bebés que nacen cada mes en España.

Es como si todos los niños españoles nacidos en marzo llegaran al mundo con esa etiqueta: refugiado.

Lo leo en un informe sobre los tres años del conflicto de Siria. Y la realidad me golpea y despierta mi conciencia cuando pienso que yo, a cinco meses de dar a luz, llevo mucho tiempo preparando la llegada de mi bebé.

Martín tiene una habitación esperándole. Su primer muñeco. Sus primeros regalos. Nos ilusionamos pensando los planes que haremos con él. Qué queremos enseñarle. Sé que sus tres primeros años de vida son fundamentales en su desarrollo. Sé que debo cuidar especialmente su salud y su nutrición.

¿Cómo podrán hacer lo mismo los padres de esos 37.500 bebés sirios refugiados?

¿Cómo se siente una persona cuando se ve obligada a dejar su casa, su ciudad, su país? ¿Qué piensa cuando llega a un campo de refugiados? Puedo imaginármelo. Cansancio, miedo, incertidumbre. ¿Y si además eres una mujer embarazada? Huir de tu casa con tus cosas a cuestas, caminar durante días, que no te vea un médico…. Lo imagine o no, ocurre todos los días desde hace tres años en Siria.

Madres que pasan largos días caminando y que llegan exhaustas y deshidratadas a los campos de refugiados de Jordania, Líbano, Irak, Egipto. Mujeres que llegan a los campos con lo puesto, a solo unos días de tener a su bebé. Sus niños nacen en un país prestado, en un pequeño mundo formado por tiendas de campaña. En condiciones en las que nadie debería vivir. ¿Dormirán en una cuna? ¿Podrán alimentarlos bien? ¿Qué futuro les espera?

Jian nació hace unos meses en Irak. Tiene los ojos azules. «Es preciosa», Atheer Al Yasin, especialista de Agua de UNICEF, que casualmente también fue un niño refugiado.

Él fue quien llevó a los padres al hospital. Pero la niña nació antes de llegar porque Al Yasin tuvo que negociar en los controles de seguridad que iban encontrando a su paso.

La madre de Jian estaba en un campo de refugiados sirios cuando se puso de parto. Solo pasó una noche en el hospital. Después volvió al campo de Arbat, en el norte de Irak, donde viven cerca de 3.000 personas que se han visto obligadas a dejar su país. Tuvo que pasar una semana en una escuela que hacía las veces de refugio temporal. Puedo imaginar su miedo al no saber cuánto tiempo pasaría allí. Sin saber dónde nacería su bebé.

Jian vive en una tienda de campaña. En un país que no es el de sus padres. Forma parte de los 1,2 millones de niños que viven refugiados en los países cercanos a Siria. Viven en tiendas de campaña en los campos o en familias de acogida. Dependen de la ayuda humanitaria para tener lo más básico: agua, salud, educación, apoyo psicológico para superar el trauma.

No puedo evitar pensar qué oportunidades tendría mi hijo si en vez de nacer aquí fuera un niño de Siria.

¡Firma para que el horror y la barbarie que están viviendo estos niños termine!

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