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Recordando un soplo de viento…

Por Miguel Vargas Corzantes

Niños frente a su casa. Baras, Filipinas (PLAN).

Niños frente a su casa. Baras, Filipinas (PLAN).

Ha pasado un mes desde que volví de Filipinas después de 3 semanas de trabajar con Plan Internacional en Manila y en el campo. Ahora, dentro de un avión y listo para viajar de nuevo a otro lugar, siento cómo el avión despega y recuerdo ese viaje inesperado y sorprendente, una experiencia de vida para mí… Recuerdo el peor tifón de todos.

Todo comenzó con un soplo de viento dentro de condiciones normales de la temporada de tifones del Pacífico, vigilado por varias agencias meteorológicas en la región. Favorecido por las condiciones climáticas, se convirtió en el peor tifón hasta ahora conocido por la humanidad y llamó la atención de todo el mundo.
Los países con oficinas de Plan en Asia están habituados a prepararse para un clima severo. Como cada año, todas las áreas y comunidades cubiertas por Plan estaban conscientes y preparadas para soportar la temporada de tifones en 2013. Los satélites meteorológicos registraron el sistema de baja presión a 700 km Este-sudeste de Micronesia el 2 de noviembre. Al día siguiente, evolucionó a depresión tropical. Luego, el 4 de noviembre se convirtió en tifón y fue nombrado Haiyan.

Tocó tierra seis veces en las Filipinas. El Centro Conjunto de Advertencia de Tifones (de las Naciones Unidas, la Fuerza Aérea y la Marina de Estados Unidos de América, ubicado en Pearl Harbor, Hawai) registró vientos que alcanzaron los 305 kilómetros por hora cuando aterrizó en Samar Oriental, golpeando violentamente las islas y provocando marejadas más devastadoras que los del tsunami del océano Índico de 2004. Murieron miles. Decenas de miles se quedaron sin nada en absoluto.

Recuerdo especialmente mi llegada a Taclobán, donde entendí qué significa en realidad la palabra ‘devastación’. Siempre llovió en toda mi estadía ahí. El día antes de Navidad fue uno de los más difíciles trabajando en el campo. Visité la comunidad de Baras, en Guiuan. El pueblo fue casi borrado de la faz de la tierra por las marejadas; sus edificios principales fueron demolidos. La escuela abandonada quedó destrozada e inundada. Los libros estaban todavía en sus estantes, pero empapados más allá de la recuperación. Los techos destruidos fueron cubiertos en un apuro por lonas. Varias escuelas en Samar oriental tienen ese mismo estado y los niños no tienen un lugar adecuado para estudiar, salvo los entornos seguros temporales que ha facilitado Plan. La tempestad se desató pero nunca dejé de fotografiar. Por la noche, celebré Navidad solo, comiendo un atún en lata, algunas galletas saladas, escuchando el sonido de la tormenta muy cerca del mar.

Un chico me dijo que el recuerdo del día cuando su familia perdió casi todo estaba aún fresco en su memoria; el temor de una nueva catástrofe le acometía con cada trueno. Pero el pueblo Pinoy (así se hacen llamar los filipinos) siempre sonríe sin importar cuán difícil es la situación. Tanto niños como ancianos, todo el mundo estaba optimista del futuro, confiando en que tienen la fuerza para superar este terrible suceso. Su espíritu es fuerte, como su voluntad para reconstruir su país. Ellos merecen toda la ayuda que podamos darles para lograrlo.

1 comentario

  1. Dice ser Alma Beauty

    Gracias por tu colaboración solidaria. En desastres así siempre se ve la cara más destructiva de la naturaleza, pero tambíen la cara más solidaria del ser humano. Aprovechamos para mandar un fuerte abrazo al pueblo filipino.

    11 febrero 2014 | 11:09

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