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Lluvia, malaria y muchas preguntas

por Bruno da Silva Machado, administrador de terreno de MSF en Ndélé, República Centroafricana

Me desperté un poco antes de lo habitual; eran las 5 de la mañana y la lluvia caía sobre nuestro tejado de zinc. No era el único que se levantaba tan temprano: la mayoría de expatriados también se despiertan pronto. Ayer, todos trabajamos por lo menos 12 horas, y cuando el equipo médico regresó tras el toque de queda, lo hizo cabizbajo.

En República Centroafricana la lluvia significa poder tener agua. Normalmente el agua escasea en esta zona, así que naturalmente la lluvia es una bendición. Pero también significa charcos y aguas estancadas, perfectos campos de cultivo para los mosquitos. En otras palabras, la estación de lluvias tiene dos caras: trae agua y malaria a la vez. La tasa de mortalidad de la malaria ha aumentado drásticamente, especialmente entre los niños.

Mujeres con sus hijos ingresados en un hospital de MSF en RCA (© Corentin Fohlen).

Mujeres con sus hijos ingresados en un hospital de MSF en RCA (© Corentin Fohlen).

La noche anterior, tres niños habían muerto en el hospital. Llegaron tarde, en un estadio muy avanzado de la enfermedad. Y, tal como venía diciendo, la llegada del equipo médico remató aquel duro día. Juntos analizamos lo que podíamos cambiar y compartimos nuestras frustraciones sobre lo que no está a nuestro alcance: “Si hubiese más instalaciones médicas en la región, más cerca de las personas que las necesitan”… “Somos sólo 3 médicos aquí”… “Parece que hay un grupo armado en la carretera, la gente tiene miedo a desplazarse y cuando vienen es tarde, demasiado tarde”… Todos nos fuimos pronto a la cama.

La lluvia de la mañana amainó cuando salíamos a trabajar. La carretera que conduce hasta el hospital empezó entonces a despertar: los vendedores ambulantes montaron sus tenderetes, los niños salieron a jugar (la escuela pública lleva cerrada desde diciembre de 2012), la gente se puso a limpiar el barro de la noche anterior de las puertas de sus casas…

Era sábado. Los sábados por la mañana tenemos una reunión con todo el personal. Cerramos la semana compartiendo con los demás lo que hemos conseguido y lo que no. Digo ‘cerramos’ entre comillas, porque los días son, de hecho, todos iguales. El concepto de fin de semana cada vez me resulta menos claro. La gente enferma cada día, nace cada día, trabaja cada día…

En administración, el día de trabajo fluye como de costumbre: en una burbuja condensada de trabajo. Si intento describir cada tarea que he hecho hoy, parece como que he trabajado tres días seguidos. Sin embargo, la jornada pasa sin la sensación de que existan las horas. Los responsables de promoción de la salud están preparando una campaña para movilizar a las comunidades y encontrar donantes de sangre, una necesidad acuciante durante el pico de malaria (cuando ésta impacta de forma masiva).

También hemos estado muy ocupados preparándolo todo para recibir a más pacientes de lo normal: mosquiteras, camas, tiendas, más personal para atender a los enfermos, más gente para ocuparse de la higiene, comida para la cocina, más medicamentos. Sí, más medicamentos sin duda…

Pruebas rápidas de malaria durante una clínica móvil de MSF. El hombre de la imagen es diagnosticado y enviado a la farmacia del centro de salud (© MSF).

Pruebas rápidas de malaria durante una clínica móvil de MSF. El hombre de la imagen es diagnosticado y enviado a la farmacia del centro de salud (© MSF).

Todas las tareas se ven interrumpidas por cuestiones más apremiantes, muchas de las cuales están relacionadas con nuestro personal local. Las alegrías y las penas de las personas con las que trabajamos bastarían para llenar muchas páginas, pero supongo que lo mejor es no compartir sus historias particulares…

A la hora de la cena recibo la buena noticia de que dos mujeres han dado a luz esa tarde. A pesar de algunas complicaciones, el acceso al hospital les ha permitido dar a luz de forma segura a un niño y a una niña en perfecto estado de salud. La buena noticia cambia visiblemente el humor en la mesa.

Me pregunto cómo se llamarán. Me pregunto qué serán cuando crezcan. Me pregunto si sus hijos nacerán sus hijos en mejores condiciones. Me pregunto y vuelvo a preguntarme…

 

 

2 comentarios

  1. Dice ser yo discrepo

    Solo te puedo decir que gracias. Gracias por vuestra labor y por dignificar la vida de aquellos que lo están pasando mal.

    En el 84, estuve comprando oro en diferentes minas de Sierra Leona, también conocí Gambia, LIberia y Senegal y solo vi miseria y muchas enfermedades y no solo malaria, lehismaniosis, elefantiasis, mal nutrición, tuberculosis y porque todavía no se había denominado el VIH como tal, pero ya se veían personas muy delgadas tiradas a las puertas de los hospitales que probablemente ya portaban el virus de la inmunodeficiencia; bueno, he dicho hospitales pero no eran más que chamizos abarrotados de enfermos, con enfermeros y médicos desbordados.

    Lo dicho, vuestra perseverancia y tesón engrandecen la raza humana y para que la gente sepa de lo que hablo, tengo que decir que un buen amigo mio, médico estomatólogo, se trajo una malaria severa que apunto estuvo de costarle la vida (salió adelante porque en La PAZ le hicieron tres transfusiones, algo que en África es impensable) y esto vino después de pasar un mes entero ayudando en una ONG africana.
    No se como hay gente que califica a España como tercer mundo, hay que viajar más.

    13 agosto 2013 | 11:36

  2. Dice ser iolanda

    Hay una planta la artemisia annua que administrada en tisanas combate la malaria.

    13 agosto 2013 | 13:39

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