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Faros de Sanaa

Por Sergio Ferrer, coordinador financiero de Médicos Sin Fronteras en Yemen.

Allá estaba yo con el vendedor, preguntándole sobre los cientos de especias que mostraba. Era una parada de tamaño medio, situada en la Ciudad Vieja de Sanaa. Nunca he sido un experto, pero valoro mucho el sabor y aroma de buena calidad en la cocina. Estaba solo, mis compañeros se encontraban en grupito conversando entre ellos diez metros más allá, en el centro de la calle.

Puesto en el mercado de Sanaa (© Sergio Ferrer)

Puesto en el mercado de Sanaa (© Sergio Ferrer)

Ya tenía en mi mano un paquete de comino y otro de jengibre en polvo. De hecho me estaba yendo cuando le pregunté por una especia que desconocía. El amable vendedor me lo intentaba explicar, pero entre mi inoperante árabe y su nulo inglés, la comunicación era inexistente.

De repente a mi izquierda escuché en un dulce inglés: “el tendero le dice que este es un curry yemení”.

Giré la cabeza sorprendido, y mi sorpresa fue aún mayor cuando, tras el filo del niqab*, vi unos fascinantes ojos marrones mirándome enmarcados por una línea negra de khol. Instintivamente eché un paso atrás y me quedé sin habla.

En esos breves segundos dos recientes momentos vinieron a mí.

Mi primer shock fue al llegar al aeropuerto de Ammán, haciendo escala de camino a Yemen, donde me quedé impresionado al ver a muchas mujeres vestidas con la negra abaya**, con el niqab e incluso algunas con un burka cubriéndoles toda la cara. Reviví la profunda tristeza que me generó esa imagen, sombras oscuras al son del característico desparpajo masculino.

El segundo instante que pasó por mi mente fue cuando, Tarek, mi jefe de Misión, en uno de mis primeros días de estancia, me enumeró los riesgos que corríamos en Yemen. Nombró varios, desde los derivados del conflicto a accidentes de tráfico… pero hubo uno que se me quedó grabado en la cabeza por lo que implicaba y al cual él le dio suma importancia: teníamos que evitar cualquier tipo de relación sentimental con una yemení. Si ocurría esto, dijo textualmente: “no podrás ni llegar al aeropuerto”. Y seguidamente pasó a relatarme un caso real ocurrido entre dos amantes unos meses antes, el cual corroboraba su advertencia. Yo lo escuchaba boquiabierto.

Calles de Sanaa (© Sergio Ferrer).

Calles de Sanaa (© Sergio Ferrer).

Todo ello aún estaba fresco en mi memoria, habían transcurrido escasas semanas. Así que allí, delante de aquella mujer que me hablaba, los segundos me parecieron horas. No salí de mi aturdimiento ni siquiera cuando su mano se dirigió hacia otro montoncito y dijo: “este también es yemení.”

Hasta la fecha las había negado, las había olvidado, ignorado. Las veía y no las veía. Las advertencias de Tarek, la historia de los amantes caídos, las sensaciones de Ammán, todo ello recorrió mi piel: habían creado en mí temores sin ser consciente, imagino que por pura reacción instintiva. Súbitamente, todo ello se vino abajo cuando la insistencia de la mirada de la joven me envolvió. Me reclamaba una señal. Sus ojos me iluminaron, y respondí dubitativamente.

¿Qué dije? Ni me acuerdo, pero tampoco era importante. Apelé a toda mi corrección e incluí en mi interpelación al vendedor que nos observaba. No quería crear malentendidos con nadie.

Nuestro dialogo duró casi nada. Solo soy consciente de la distancia que marqué con ella, del hecho de abrir un triangulo con el vendedor, y de la constante energía de sus ojos, diamantes contenidos en el khol, toda su belleza se transmitía a través de la mínima rendija del niqab. Como faros que reflejaban el inmenso mundo que había tras sus hábitos negros. Faros que pedían atención.

Entonces me despedí, saludándola con la mano en mi pecho e inclinando ligeramente la cabeza. El miedo y la tristeza se convirtieron en luz. De regreso al coche junto a mis compañeros, empecé a ser consciente de las mujeres que pasaban delante de mí.

Buscaba la intensidad de su mirada sobresaliendo de los torreones negros. Dejaron de ser invisibles.

 

Sanaa (© Sergio Ferrer).

Sanaa (© Sergio Ferrer).

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 * Velo que cubre la cara dejando los ojos al aire.

** Túnica larga, generalmente de color negro.

2 comentarios

  1. Dice ser Patsmith

    Estremecedor.

    11 febrero 2013 | 10:08

  2. Dice ser El limonero

    Mujeres que viven bajo la esclavitud de los hombres a través del Corán. Qué país más atrasado.

    11 febrero 2013 | 20:29

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