por Pablo Waring (Sur de Sudán, Médicos Sin Fronteras)
El sábado aquel amaneció lluvioso. No obstante, me levanté contento. Teníamos una buena actividad programada, y Mat, nuestro logista, nos había pedido ayuda. El objetivo: distribuir cerca de 350 ‘non food items’ (ayuda no alimentaria, es decir cajas que incluyen kits de cocina, mosquiteras, mantas, platos, y otros enseres básicos, que en este caso nos habían sido donadas por UNICEF) a los desplazados internos del campo de Nakiri, a unos pocos kilómetros al sur de Yambio.
Es la primera vez que participo en una distribución de este tipo, y es toda una experiencia para alguien acostumbrado al trabajo de oficina: cargar y descargar cajas, organizar su distribución, acompañar a los conductores del camión por un camino embarrado y lleno de baches…
El lugar convenido para la distribución es una iglesia. No sé de qué credo, la verdad. Nos viene bien, porque por lo menos no nos mojaremos demasiado, y además ayuda a tener un acceso individual y controlado de todos aquellos que se han registrado debidamente y pueden acreditar su situación de desplazado interno.
Lamentablemente, no podremos entregar kit a quienes no lo hayan hecho, pero este mecanismo garantiza que la ayuda llega a los más vulnerables: los desplazados internos no disponen de redes familiares o comunitarias en las que apoyarse para sobrevivir.
Sudamos, nos ensuciamos, arrimamos el hombro todos los expatriados disponibles, y también muchos colegas sudaneses. Varios policías del SPLA (la ‘policía militar’ oficial en el Sur de Sudán) han aparecido para poner orden y garantizar nuestra seguridad. Les agradecemos el gesto… y les pedimos, amablemente, que se marchen. Confiamos en nuestra labor y en la aceptación de la población local para garantizar nuestra seguridad. No vamos armados ni llevamos escolta armada. Y funciona.
La experiencia ha sido memorable, aunque uno no puede evitar sentirse mal cuando tiene que negarle el kit a una persona que intenta pasarte un trozo de papel doblado para ver si cuela, o que simplemente, no ha podido registrarse. Sonrío, pero es triste.
De todos modos, me temo que veré alguno de esos kits a la venta en el mercado. Y es que a veces es preferible cambiar un kit de cocina por algo de comida. O quizás, simplemente, que el dinero es el dinero, aquí y en cualquier otra parte, y hace falta.
Luces y sombras, pros y contras. Actos y consecuencias. Algunas, quizás, criticables, pero la mayoría, seguro, con mucho sentido.
(Continuará el próximo jueves…)
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Fotos: Distribución de ayuda humanitaria en Pieri, Sur de Sudán, y cocina de la clínica de MSF (© Susan Sandars/MSF, 2008)
Hacéis una labor increíble, Chapeau!
29 junio 2010 | 18:04
Una labor loable, sólo que es cierto, como podéis vosotros mismos constatar (por la venta de los kits de cocina), que a veces no se responde a las necesidades reales, lo que nos obliga y nos anima a estar más atentos, contemplar, observar, escuchar y aportar quizá el punto de vista del que ver «desde fuera» una situación que puede oscurecer la toma de decisiones.
Ánimo con vuestra tarea (http://atriogentiles.blogspot.com/)
30 junio 2010 | 11:24