Mi abuela siempre dice que «las deudas son sagradas«. Y yo le respondo que «solo para algunos«. Ella se indigna y me insiste muy enfadada: «Así va el país«. Pues esta historia que os traigo hace homenaje a esas personas, que aunque tarde, pagan religiosamente sus obligaciones dinerarias.
Hace trece años, un padre de familia hizo ‘algo muy feo’: mangó una pizza recién hecha para alimentar a su hijo. Una especie de Jean Valjean moderno. En este caso no fue a la cárcel, pero el sentimiento de culpa le ha perseguido durante casi tres lustros. Hasta el pasado 28 de enero que mandó una confesión escrita al dueño de la pizzería. ¡¡¡Bien hecho!!!