Lo vi y me quedé atónito: la princesa Letizia, mi idolatrada Letizia, con unas plataformas propias de Priscilla, la reina del desierto.
Claro, lo he visto y me ha parecido un notición: he ido corriendo a comentárselo a nuestra especialista en moda, Ana Bedia, y del ataque de risa que le ha entrado por poco se queda en el sitio.
«No, no, eso es muy común», me ha dicho. Otra compañera ha apostillado: «Victoria Beckham lo usa mucho». Al final, claro, me he tenido que callar… hasta ahora.
Porque pensando y repensando, entre comentario y comentario, he llegado a la conclusión de que Letizia lleva esos tacones para alcanzar al Príncipe, porque desde que Peñafiel escribió aquello de Los tacones de Letizia ella sabe que necesita unos centímetros extra, como Aznar y Sarkozy.
En el fondo lo entiendo, porque seguro que cuando los Príncipes pasean por el Parque del Retiro y ella se coge del cuello de él, don Felipe le dice a doña Letizia lo que mi madre me reprochaba a mí de pequeño: «Suéltate, que te llevo colgando y llego a casa con el cuello hecho polvo».
Ella sonríe, porque no le queda otra, y trata de quitarle hierro al asunto con chascarrillos del estilo: «Es que eres tan alto… ¿qué tiempo hace por ahí arriba? Jejeje… seguro que cuando te comes un yogur te llega caducado al estómago».
Y Felipe, el pobre, como Tachenko en la Hora Chanante: «Y dale con lo de alto… si no me molesta…»
Pero todo esto es normal, compañeros. ¿Os imagináis cómo sería la vida de Letizia sin plataformas?
