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Bate el récord mundial de apagado de velas… ¡¡¡con pedos!!!

james_fart

La persona que más pizzas come en diez minutos, la mujer con las piernas más largas, el hombre con más tatuajes en su cuerpo… Todos ellos no son nada comparados con la proeza lograda por un joven filipino: apagar velas a base de pedos. Sí, habéis leído bien.

Gerard Jessie, así se llama este pedorro de manual, que guarda más aire en su cuerpo que un globo aerostático, es capaz de dejar sin iluminación una casa de época victoriana en menos que canta un gallo. Lee el resto de la entrada »

Nunca verás volar tan lejos un avión de papel

[Los dos primeros párrafos son «paja», que diría @jaijime. Podéis ver el vídeo y salir. Avisados estáis]

A muchas películas americanas les falta una segunda parte. A las que ya la tienen, les falta a veces una tercera. Y a algunas trilogías, les vendría de perlas una secuela extra, para explicar lo que ocurre después del beso y el fundido en negro, para ver si eso del «felices para siempre» es verdad o una patraña que nos intentan colar para darnos envidia.

Porque estoy en contra de los finales abiertos. ¿Qué es eso de dar lugar a la imaginación para que tú te montes tu final? ¡Que yo estoy pagando mi entrada! Bueno, mejor dicho… ¡que la estoy viendo on line con subtítulos mientras los de la primera fila se levantan y me joden la parte más interesante! Yo también tengo derechos, hoygan.

Pues bien, hoy, todos los lectores de el blog del becario (Trolly incluido), vais a saber cómo acaba una típica película yanqui, de ésas de instituto. Joe Ayoob, protagonista de los hechos, era el típico quarterback que se dedicaba a hacer avioncitos de papel en clase, un tipo duro, el que en el cine siempre se termina llevando a la chica y aprobando con la ayuda de su amigo empollón. El final de la película, con el fundido en negro, nos dejaría a Ayoob como un quarterback prometedor, pero…

… Pero el muchacho no terminó de explotar (un De la Peña, Julen Guerrero, Javi Moreno o Parejo de la vida) y al final, después de dos temporadas rozando la profesionalidad, dejó su sueño y se dedicó a otros asuntos. Ahora es vendedor en San Francisco, un trabajo que no le debe llenar mucho, por lo que se propuso ingresar en el Guinness de los Récords para que su nombre quedara grabado en la historia (hasta aquí, encajaría en la segunda parte de una película estadounidense cualquiera).

¿Y qué hizo? Pues (aquí llega lo que el cine nos oculta) retomar la costumbre de los avioncitos de papel y hacer medio centenar (50, dejad de hacer cuentas) de lanzamientos diarios para superar el récord de distancia recorrida por un avión de papel, que hasta el domingo estaba en 63 metros y lo ostentaba Stephen Kreiger (quizás primo lejano del tipo que escribe libros de miedo).

Así fue cómo terminó conociendo a John Collins, un estudioso del origami (las figuritas de papel en general) que había diseñado aviones desde la infancia y perseguía este récord desde hace varios años (había colaborado sin éxito con dos quarterbacks anteriormente). Alcanzaron un acuerdo de colaboración y Ayoob (la fuerza) se unió a Collins (el cerebro) para conseguir el récord, que como suponéis a estas alturas del post, logró el domingo.

Disponía de diez lanzamientos, según ESPN, pero le bastaron cuatro para alcanzar los 69 metros, en el lanzamiento que habéis visto sobre estas líneas. Una chorrada, sí, pero de las que te dejan con la boca abierta. Cómo será el tiro que lo tuvo que realizar en un hangar.

Son récords becarios, por su escasa importancia, aunque un servidor no encaja en ninguno de los dos perfiles: ni podría ser el forzudo, ni podría ser el cerebro. Si acaso podría ser Pinky, como mucho.

PD: Esto aún no ha acabado. El anterior récordman, Stephen, formaba parte del jurado encargado de verificar el récord y estudia presentarse nuevamente para batir la marca de Joe. Ríete tú de la Champions, ¡¡¡lo emocionante es la liga de los aviones de papel!!!

Coge ese colchón y…

¿Qué haríais un día cualquiera si tuviéseis una tienda del colchones al sureste de Inglaterra? No sé vosotros, pero yo lo veo muy claro. Intentaría batir el récord mundial de tirar fichas de dominó… pero con mis colchones. Más o menos como lo que hicieron trabajadores y amigos de este almacén de Tewkesbury.

Derribaron (como si fuese posible fallar) un total de 41 fichas de dominó-colchón, pero según la BBC, se desconoce si han logrado su extraño propósito.

PD: Si me entero de algo os aviso, pero yo creo que lo que querían era echarse unas risas y hacerse un poco famosos (un poquito de publi para Bensons por la patilla… y oye, la verdad es que les quedó bien).

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Recordando a Jason McElwain

Hoy quiero repasar con vosotros una bonita historia: la de Jason McElwain, el niño autista que se convirtió en héroe hace ya tres años tras una actuación memorable en un partido de baloncesto. La historia es vieja, pero al verla meneada el otro día pensé, ¿por qué no? Al fin y al cabo es una de esas historias que nunca te cansas de recordar, no sólo porque multiplican tus ganas de vivir, sino porque demuestra que la lucha, de una u otra forma, acaba teniendo recompensa.

La vida Jason, que cumplirá 21 años el próximo 1 de octubre, ha sido un reto constante. No comenzó a hablar hasta los cinco años y no puede entender el lenguaje corporal, entre otros muchos problemas, así que lo suyo ha sido una historia de superación día a día, mes a mes, año a año. Sólo hay una cosa que nunca cambió: su pasión por el baloncesto. Esa ilusión desmesurada hacia el deporte rey en Estados Unidos le llevó a apuntarse al equipo del instituto al que iba en Rochester (Nueva York), su barrio natal. Durante tres años no jugó un minuto, pero tampoco llegó tarde a un solo entrenamiento. No estaba en la cancha, pero era una pieza fundamental para sus compañeros. Repartía agua, animaba, apuntaba datos… hacía equipo sin importarle cómo, cuándo ni dónde llegaría su momento.

Y ese día llegó. Si hay una fecha en la historia apropiada para decir que Dios existe, esa es el 15 de febrero de 2006. Los Trojans jugaban el último partido de la temporada. El encuentro transcurría tranquilo a su favor y el entrenador quiso darle un premio a falta de cuatro minutos. El equipo ganaba de 20, pero para Jason no existía un marcador. Lo que había delante no era un simple debut ni una recompensa, sino el sueño de toda una vida. Cualquiera se hubiese conformado con salir al campo, pero él no.

¿Cómo hacer algo grande cuando tu equipo gana de 20 a falta de cuatro minutos? Sólo cabe un imposible, pero es que la vida de J-Mac, como le llamaban sus compañeros, estaba basada en conseguir imposibles. Su primer intento lo falló, y el segundo, también. Pero a la tercera… ay, amigo, a la tercera. Triple limpio para deleite de una grada entregada a sus primeros puntos de la temporada. ¿Y a siguiente? Otro. ¿Y a la siguiente? Otro. ¿Y a la siguiente? ¡Otro! Y así hasta seis, que sumados a una canasta de dos le dieron el récord de su instituto: ¡20 puntos en cuatro minutos! Ni que decir tiene que sus compañeros y toda la grada saltaron a la pista para felicitarle como si hubiesen ganado el anillo de la NBA.

Jason salió a hombros, como un héroe. Su sueño se había hecho realidad. Se lo había ganado y merecía disfrutarlo. Y lo que vino después de emular a Michael Jordan (como bien dicen en La Abadía Digital), os lo podéis imaginar: Oprah Winfrey, Larry King, George Bush, Kobe Bryant, Magic Johnson… todos querían conocerle. Incluso recibió, con todo merecimiento, el premio al mejor momento deportivo del año de la ESPN.

De un día para otro, Jason se había convertido en una celebridad. Todos querían saber más sobre él y fue ahí cuando se planteó su siguiente reto: un libro. The game of my life (El juego de mi vida) vio la luz en febrero de 2008. Lo escribió todo él menos unos apartados que dejó a sus familiares para que contasen la experiencia desde su punto de vista. También recibió varias propuestas para hacer una película con su historia, pero al final la cosa no cuajó. Ojalá se haga algún día.

¿Y qué es de su vida ahora? Estos últimos años, J-Mac ha compatibilizado sus estudios con un trabajo en un supermercado. De hecho, ha tenido que firmar un autógrafo a más de un cliente que le ha reconocido. Pero su vida se basa sobre todo en ayudar a los demás, ya que ayuda a una asociación a recaudar fondos para la investigación del autismo.

Lo último que le he visto hacer es una campaña para la bebida Gatorade llamada What is G?, que se emitió durante la última Super Bowl.

PD: Para mí, lo más importante no fue solo que Jason metiese seis triples y protagonizase un día bonito, sino que con su historia llenó de esperanza miles de hogares en los que viven niños con problemas.

–> FOTO: Boston.com

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La fortuna de Soraya

Soraya, la que en otro momento fue «mi Soraya», es una mujer con suerte.

No creáis que lo digo por decir. Es verdad que con Efrén la cosa le fue muy mal, pero a la segunda ha encontrado el amor y ahora se le ve muy feliz con Javi.

Yo también me considero un tipo afortunado, porque también he encontrado el amor a la segunda, aunque no con Javi, sino con Eva González. Ahora sólo me falta que sea correspondido.

Una mujer con muy mala suerte

Toda la suerte que le falta a una mujer que cuando nació se llamaba Linda Lou Taylor pero luego, cosas de la vida, se convirtió en la señora de Scott, de Smith, de Moyer, de Massie, de McMillan… así hasta las 23 veces que se ha casado hasta el momento esta recordwoman del matrimonio.

Así que una de dos: o es muy enamoradiza, o es una viuda negra (quién sabe si las dos). El caso es que, desde que se casó por primera vez en 1957 (tenía 16 años), por su vida han pasado convictos, predicadores, músicos, camareros y electricistas.

La pobre tiene menos suerte con el amor que la mayoría de tronistas de Mujeres y hombres y viceversa y ya está pensando en casarse otra vez.

«Me siento muy sola», dice. Con lo poco que le dura el amor, no es para menos.

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Carmen Alcayde no conocía a Chema

Si Carmen Alcayde hubiese conocido a Chema otro gallo le hubiese cantado con su ‘Guinness World Records’, que por su escasa audiencia ha desaparecido de la parrilla de los domingos. El documento que hoy os traigo pone de manifiesto que la presentadora no tenía los concursantes adecuados en su programa, como por ejemplo José María (Chema para los amigos), quien hoy sería un recordman de haber participado. Es capaz de recitar la tabla periódica de los elementos sin fallos… y pulverizando el cronómetro:

–> Puedes copiar el vídeo y hacer con él lo que te dé la gana.

Ya sabéis que de vez en cuando os presento a algunos de mis compañeros, como Adri o Juancar. Los que se dejan. Hoy le ha tocado a Chemita, que por echarme un cable… pues se ha ofrecido. Y os advierto de que la tabla periódica no es su única plusmarca, ya que también tiene la tasa más alta de amigos en la redacción. De hecho, no conozco a nadie que se lleve mal con él. El único problema es que cuando nos vamos juntos me toca esperarle media hora hasta que se despide de todo el mundo. Por lo demás, sólo deciros que es un crack, un compañero dentro y fuera del campo, un tinerfeño de lujo que, como véis, siempre está ahí cuando se le necesita.

PD: Gracias Chemita por ser el tercer valiente en dar la cara. Hay que tener ‘un par’ para salir en un blog tan malo.

PD2: Enhorabuena también al profesor de química que le hizo aprenderse esto.