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«Mamá, córtame el pelo ya, que creen que soy una niña»

Ser feo tiene sus ventajas. La experiencia me ha demostrado que los guapos solo se encuentran con problemas a su paso: automáticamente les etiquetan como tontos, muchas veces solo los quieren por su físico, se ven obligados a cuidarse y a machacarse en el gimnasio… lo suyo sí es tener un examen cada día y no lo de Torres e Higuaín.

No sé si sois guapos (o si tenéis amigos que lo son), pero ese martirio del que os hablo comienza en la más tierna infancia. Existe la costumbre de, a los niños guapos, dejarles el pelito largo, en plan «Hola, me llamo Yahel y tengo diez años». Pero claro, con el cuerpecito aún por desarrollar, el niño, y esto de pequeño molesta mucho, tiene que aguantar comentarios del estilo: «Ay… pero qué niña más guapa, ¡madre!» o «¿cómo te llamas, preciosa?» y eso molesta. En cambio, como decían en un monólogo de El club de la comedia, a un niño feo jamás le dejarán el pelo largo, porque en lugar de Brad Pitt en una portada de la Súper Pop parecería Santiago Segura en una escena de El día de la bestia.

Después de estos párrafos de introducción seguro que entendéis por qué el pequeño Rean Carter, de cinco años, le ha pedido a su madre que le corte el pelo de una santa vez. Al pobre Rean no le han cortado el pelo nunca en sus cinco años de vida, como si fuera una chiquilla a la que esperan hacerle un peinado excepcional en su comunión, y eso ha provocado que al jovencito lo tomen por jovencita demasiado a menudo, algo que le toca la moral (a esas edades no te toca ninguna otra cosa porque no pueden decir tacos) al crío.

Actualmente la hermosa cabellera del pequeño Rean le llega a la altura de la cintura (45 centímetros de largo), pero le trae más disgustos que alegrías. No piensa lo mismo su madre, Leeanne Smith que desde un primer momento se negó a cortar esos «encantadores rizos de oro» a su pequeño y que ya ha confesado a la prensa británica «haber llorado» ante la idea de que Rean pierda su melena.

En el colegio le obligaron a hacerse coleta y los niños, que son crueles como Bart y Nelson de Los Simpsons, apartaban al pobre Rean de los juegos porque «parecía una niña», según recogen los diarios ingleses.

Ahora bien, la batalla en casa de los Carter no ha acabado todavía. Primero, porque el niño quiere que el barbero meta a fondo la tijera mientras mamá prefiere que le corten lo menos posible y segundo porque al hermano de Rean, Regan (efectivamente, no se calentaron mucho la cabeza con los nombres en esta familia), tampoco le han cortado el pelo de momento, aunque tiene solamente dos años.

Por si os interesa… el pequeño Rean vive en Sunderland, como mi primo Miguel Ángel, y se cortará la melena en las vacaciones de Semana Santa. Lo digo por si aún no tenéis decidido a dónde ir de vacaciones y os apetece pasaros por allí para ver tamaño espectáculo (y saludar a mi primo, que os pilla de paso).

PD: La historia tiene también su parte tierna, porque Leeanne prepara una subasta del pelo de Rean para donar lo recaudado a una institución benéfica.