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Miradas que matan (y con razón)

Siempre que tengo que hablar de miradas que matan pongo como ejemplo la archifamosa secuencia de imágenes tomadas al matrimonio Beckham hace un par de años. A él se le va la vista… y ella le perdona la vida.

Pues, bien tengo que contaros que me ha ocurrido algo parecido. Me han mirado mal y me lo he merecido. No he desnudado con la mirada a ninguna mujer ni he hecho suciedades, es decir, que el caso no tiene nada que ver con David y Vicky, pero al final, el efecto fue el mismo. Os cuento.

El otro día fui a hacer la compra al súper del barrio. Yo iba tan tranquilo, con la cabeza puesta en ocho yogures de fresa y el resto en la lista que mamá había confeccionado concienzudamente, como siempre.

En la puerta había un hombre negro vendiendo La Farola, un tío la mar de educado que me abrió la puerta a pesar de que yo no le di nada. Una vez dentro, mientras echaba las cosas en el carro, me remordía la conciencia. Ese hombre, sin nada, era pura amabilidad, mientras que yo sólo pensaba en mis tonterías. Así que decidí darle un euro cuando saliese.

Pagué y saqué un euro del bolsillo para dárselo, pero cuando llegué a la puerta, el señor no estaba. Me asomé mirando de derecha a izquierda en la calle y nada, así que volví dentro para echar un último vistazo… y lo encontré. Él estaba de espaldas, así que le toqué en el hombro y, cuando se giró, le ofrecí el euro con toda mi ilusión. Él, en vez de darme las gracias, me dijo: «No oiga, yo no estoy pidiendo. Vengo a hacer la compra». Y me quedé tieso. Sólo supe balbucear un ridículo y temeroso «perdón». ¡Qué metedura de pata! ¡Me equivoqué de persona! El señor debió pensar que, según mi criterio, todos los negros piden limosna. Quería que me tragase la tierra. Por mucho que se lo intentase explicar, creo que no hubiese arreglado nada. Su mirada de ‘este tío es imbécil’ estaba más que justificada y a mí sólo me quedaba fijarme mejor para la próxima vez y no ser tan despistado.

PD: También es cierto que tuve muy mala suerte. Si el señor de La Farola no se hubiese ido, jamás me habría equivocado. Y si el otro señor hubiese estado de cara, y no de espaldas, tampoco me habría pasado.

PD2: No os podéis imaginar la vergüenza que pasé sólo de pensar que el tipo aquel pudiese tomarme por racista, clasista o qué sé yo. Como me lo vuelva a encontrar, igual se lo intento explicar. Seguro que si le digo quién soy, de la pena que voy a darle, comprende que no fue una ofensa, sino que simplemente soy así de estúpido.

–> FOTO (carrito): Actual y Curioso

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