«La variedad de conducta que se observa en los hombres ebrios es la misma que la de los locos: a unos les da por enfurecerse, a otros por hacer el amor, a otros por reír… Todos actúan de forma extravagante, pero siempre de acuerdo con las diversas pasiones que les dominan».
Si hacemos caso a esta cita del filósofo Thomas Hobbes, el chico del que os voy a hablar a continuación es todo lo contrario a un claustrofóbico, una especie de ser humano al que le gustan los espacios pequeños, a ser posible cerrados, y que encima obtiene placer al rodearse de tela, plástico, ruedecillas sucias, cremalleras y candados chiquititos (igual es que le va el sado).

–> FOTOS: Libro de arena y Chascarrillos divertidos.
Se trata de un joven alemán de 20 años que, según la agencia Reuters, tuvo que ser rescatado por la policía después de encerrarse por diversión en una taquilla para maletas de una estación de trenes. El tío iba cocido y no ponderó la situación. Simplemente, después de pasar la noche bebiendo con amigos, le pareció divertido.
Pero la risa se le borró de su cara en cuanto empezó a quedarse sin oxígeno. Ahí se le acabaron los traumas y toda la tontería, sobre todo cuando vio que sus colegas no eran capaces de abrir el casillero. Ese es el momento en el que la poli te cae bien (como diría mi madre, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena). Forzaron la puerta y lo sacaron sin problemas, pero muy aturdido.
PD: Todos hemos hecho cosas raras (a mí me daba por hablar mucho) después de beber más de la cuenta. ¿Cuál fue tu peor borrachera y qué hiciste?
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