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Atención a todos los zoófilos del mundo, que haberlos, haylos. En Kenia, tener sexo con animales no sólo provoca el escarnio público, sino que está penado con la cárcel. Así que si vais de safari y os sentís tentados por un hipopótamo de sugerentes nalgas o un grácil antílope, haced acto de contrición y envaináosla, no os vaya a pasar como a Katana Kitsao Gona, que acaba de ser condenado a diez años de prisión por abusar de una cabra.
Semanas atrás, Gona debía estar pastoreando un rebaño, pero un un vecino de la ciudad keniana de Malindi le sorprendió desnudo y teniendo sexo con una cabra en mitad del campo. El espectador accidental debió quedar patidifuso al contemplar la escena, porque alertó a más gente para que ratificaran los que veían sus ojos. Tras cerciorarse de tan dantesco suceso, varios testigos acudieron a la policía para denunciar los hechos y varios agentes se presentaron en el domicilio de Gona para arrestarle por «bestiality», que debe traducirse por algo así como «abuso de animales».
Días después se celebró el juicio, que contó con la cabra abusada como espectadora de excepción. Tras las pruebas presentadas, que incluían declaraciones de varios testigos y un informe del veterinario que confirmaba que la cabra había sufrido una penetración, el juez decidió enviar a la cárcel durante los próximos diez años a Gona, que pidió clemencia porque él es el sustento económico de su discapacitada esposa.
El magistrado desoyó el desesperado recurso a la lástima del pastor, que no tuvo tanta suerte como Kara, que sólo fue multada por tener sexo con su pitbull, o una ardilla de Central Park, que se fue de rositas tras sodomizar la oreja izquierda de un caballero que disfrutaba de una plácida siesta.