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Obama no mola lo suficiente

BecConsejo: «Si tienes que traicionar tus principios, al menos que sea por un buen precio»

(Antes de empezar: hoy podéis entrar, ver el vídeo, y salir. No digáis que no os avisé)

Dicen que en la política nada es casual, que todo tiene un por qué y que cada decisión se mide al milímetro (para eso hay chorrocientos asistentes). Es por esto que dicen que los chicos, chicas, jóvenes, mancebos y mancebas que aparecen tras los políticos en los mítines están elegidos en función de una serie de variables. Una serie de variables que a veces fallan, me temo…

Paramos. Tomamos aire. Admitimos que el post de hoy puede ser un poco bluf, pero el vídeo me lo pasaron mis padres y a unos padres nunca se les dice que no (porque siempre aciertan). Seguimos.

Los fallos con la elección pasan en todos lados, no os creáis. Quizás ahora tenéis en la mente aquel día que un niño se hurgaba la nariz en un mitin de Rajoy (seguro que alguna vez ocurrió) o el momento en el que un joven funcionario tuvo que ir al baño deprisa y corriendo mientras Zapatero contaba su plan de ajuste (esto no sé si ocurrió, pero habría estado bien, sin duda). Pues bueno, en Estados Unidos también pasa.

Es más, pasa una cosa aún peor… ocurre que Obama no es lo suficientemente convincente como para mantener despiertos a sus fieles. Vamos… que no mola lo suficiente (¿qué creíais… que el título del post era casual?) Ojo al vídeo:

Me voy a tomar la licencia de imaginar lo que ocurrió para que lleguemos a ese punto, teniendo en cuenta que el resto de alumnos no se ha dormido con lo cual, o el discurso tampoco fue tan lamentable, o supieron mantener los ojos abiertos pese a la torrija que les entró.

Mi teoría es que Marsellus (nombre ficticio que vamos a dar al muchacho que hay tras Obama y que no para de bostezar) recibió la buena nueva de que iba a salir en el vídeo, justo detrás del presidente. «¿Detrás del presidente? ¡Estoy hay que celebrarlo!» diría a sus amigos Vincent y Jules (nombres ficticios también).

Es posible que Marsellus, extasiado por su designación como palmero, se pasara con la fiesta y terminara rajando del quarterback y la animadora hasta altas horas de la madrugada, mientras tomaba ponche y soda junto a sus amigos Vincent y Jules.

Claro, cuando su madre le despertó para ir al instituto a la mañana siguiente y bajó a tomar las tostadas con zumo y leche, su padre le dijo, mientras ojeaba los deportes en el periódico: «Marsellus, ¿no es hoy cuando sales detrás de Obama en la tele?» y sin esperar a que el pobre respondiera le diría… «¿y así piensas ir? ¿se puede saber qué hiciste anoche? Sabes que no me gusta que te quedes hasta tarde con esos amigos tuyos».

Luego Marsellus montaría en su autobús amarillo, llegaría al instituto, se pondría la indumentaria de recibir a los presidentes y se sentaría pensando… «menuda siesta me voy a echar» (bueno, igual eso lo pensaría si viviese en España y no en EE UU), pero confiado en que tenía menos sueño del que parecía. «Además, esto va a ser un momento, ya verás».

El problema es que Obama se extendió y el pobre no sabía dónde meterse, dudaba entre golpearse, golpear al líder mundial, cantar el himno (aunque fuese el de Riego, como en aquella final de la Davis), aplaudir, llorar o beber ponche y martini con caótico fanegas. Y al final… pues lo que sale en el vídeo, ni más ni menos. Sí. Tanto rollo para eso.

PD: Os avisé en la primera línea, antes de empezar. No quiero reclamaciones, jeje.

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