Vladimir Putin no es un político al uso. No es de yates, como Sarkozy, ni de mansiones lujuriosas como Berlusconi. Él es un tipo duro, una especie de vaquero del vodka, un rara avis de la política (coincidiréis conmigo en que no es frecuente ver a un ruso a plena solana montado a caballo en como si fuese Curro Jiménez).
Yo creo que lo que le pasa es que se ve macizorro. A pesar de esas tetillas y de su extraña relación con las canciones de ABBA, sabe que las encuestas dicen que es popular y sexy entre las rusas, y claro, el tipo se crece. Lo mismo le da censurar imágenes de South Park que dejar sin gas a quien le dé la gana.
El problema es cuando se te va la mano y quieres desprender tanta virilidad que al final consigues justo lo contrario. Viendo las fotos recién publicadas sobre sus vacaciones en Siberia, el primer ministro ruso parece uno más dentro del rodaje de Brokeback Mountain (o del Brokeback Becario). Ese pecho vacío, esa cadena… esa mirada suave y penetrante que se pierde en el horizonte. Sus fotos me recuerdan a los calendarios de principios de los 90 y a esas fotopegatinas que venían en los chicles de la época (la de Lorenzo Lamas era un clásico).
PD: Ojo, que todo esto no es una crítica. De hecho creo que es bastante positivo para su imagen. Otra cosa muy distinta es lo que él haya buscado.
PD2: Al contrario que Aznar, Putin seguro que no hace abdominales.
PD3: Para quienes tengáis ganas de más, aquí tenéis las salvajes vacaciones de Putin.
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