El otro día se me acabaron los yogures y decidí variar mi dieta. «Voy a comprarme un bocadillo», pensé con alegría. Hacía varias semanas que no lo hacía, pero tuve la misma sensación de estafa de siempre.

Ya no es que nadie los rellene como mamá, que tampoco exijo eso, es que estoy harto de pagar tres euros por dos lonchas de jamón de york y una de queso partida por la mitad para que parezca más larga.

Pero lo más indignante es que ahora está de moda hacer los ‘bocatas’ sin meter el embutido dentro, es decir, que la mitad de la loncha la dejan fuera para que sobresalga por encima del pan y así, al envolverla, queda a la vista y parece que hay algo dentro. Luego abres… y sólo pan revenido. Y si no os lo creéis, mirad este ejemplo de Berto y ‘su’ triste bocadillo de avión (en este caso ni se molestaron en presentarlo bien; claro, como no lo tenían que vender…):

Y digo yo: ¿Tanto cuesta hacer algo decente? ¿Tanto encarece el producto una lonchita más ahí dentro?

PD: El colmo de los colmos es comprártelo de atún, porque con los anteriores aún puedes abrir y meter esa minucia dentro, pero con estos, en cuanto les quitas el papel film, se cae lo poco que lleva. A ver, está por fuera…

PD2: ¿Nunca te has sentido engañado al comprar un bocadillo? Porque yo estoy enfadadísimo. Estos productos son básicos en la alimentación de un becario y no nos está nutriendo nada.

PD3: No me refiero a los bocatas de los bares (que a veces también), sino a esos que venden en algunas tiendas o cafeterías que vienen envueltos.