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¡Ay, en qué lío me metieron!

Lo vais a entender, seguro. Mi primer post no va a ser de presentación, sino un pequeño homenaje a mi antecesor. No es que sea un pelota, que lo soy, sino que de verdad admiro a este tío.

Apenas si hemos coincidido algunos días, pero descubrimos una conexión inmediata. Dos becarios que cruzan la mirada y se saben compañeros de algo. Como cuando estás de erasmus y te encuentras con otro estudiante de tu país. Yo trataba de no molestar demasiado y escuchaba con envidia (ahora puedo decirlo) cómo los redactores le llamaban Bec, un mote que, aunque os suene a chorrada, a los que somos becarios nos parece una forma de mostrar respeto.

Ahora, con admiración, los aprendices le hemos rebautizado como ‘El Contratado’. Los jefazos nos dicen que es el espejo en el que debemos mirarnos las nuevas generaciones y nosotros, que empezamos con toneladas de ilusión y somos muy obedientes, ya le tenemos idolatrado. ¡El becario que consiguió un contrato! ¿Cuántos casos se han dado? No más de cinco, seguro.

Perdona el exceso de confianza, pero ¡qué responsabilidad me dejas, bandido! Me siento como Pierce Brosnan cuando le dijeron que iba a hacer de James Bond. Al menos espero contentar a unos pocos, como hizo Brosnan con el sector femenino.

Y disculpa que no te eche más flores, ‘El Contratado’, pero es que me acaban de ‘soplar’ una historia de esas que te gustan…

 

UN RUSO FINGE SU PROPIA MUERTE PARA PROBAR EL AMOR DE SU NOVIA

Al parecer, en Rusia no hay margaritas. Si dudas si alguien te quiere o no te quiere, no puedes recurrir al remedio popular de arrancarle hojas, una a una, a la flor de los pétalos blancos. Esto no suena muy alarmante, pero porque ninguno de vosotros es Irina, la novia de Alexey Bykov, y habéis estado al borde del infarto por este motivo.

La pobre Irina fue víctima reciente de los titubeos de su novio. Resulta que Alexey andaba atribulado porque no estaba convencido de que su eterno amor por ella fuera correspondido, así que ideó una truculenta «prueba de novios», mucho más dura que esas que se hacen por la radio para saber si ella te engaña con el monitor cachas de su gimnasio o él te pone los cuernos con aquella que dice ser tu mejor amiga.

Alexey, un talludito de 30 años, rompió la hucha en la que guardaba los ahorros desde la primera visita del ratoncito Pérez y montó una película ¡PARA FINGIR SU PROPIA MUERTE! Contrató un equipo de cineastas (guionistas, maquilladores, cámaras, actores…) y simuló un fatal accidente de tráfico, en una escenografía elaborada, pero mejorable.

Irina acudió puntual a la cita que tenía con su novio y se topó con una escena dantesca. El coche de Alexei estaba empotrado contra un poste de hormigón, a su alrededor había un charco de algo que parecía sangre mezclada con lubricante y gasolina y, a unos pasos del coche, una ambulancia con las luces de emergencia encendidas.

La joven, preocupada, echó a correr en dirección al coche y encontró a su novio bañado en sangre. Un miembro del SAMUR ruso le dijo lo que ella temía: Alexey acababa de perder la vida en el accidente. Irina, rota de dolor, como podéis entender, lloró desconsolada durante unos segundos, los que tardó Alexey en aparecer «resucitado» con un globo en forma de corazón y unas flores en la mano para explicarle que todo era una pantomima. Que, en realidad, había montado el numerito para que ella se diese cuenta de lo dura que podría ser la vida sin él y, de paso, pedirle matrimonio (hay formas menos traumáticas de hacerlo).

Irina, que es más buena que Iniesta y tiene un corazón del tamaño de Kamchatka, perdonó de inmediato el mal trago que le hizo pasar Alexey e incluso aceptó casarse con él. Eso sí, con una condición: que la próxima vez la bromita se la haga a su mamá (a la de Alexey, no a la de Irina, que hay mucho despistado).

Os dejo el vídeo que recoge el final de la historia, solo la parte bonita, no la divertida.