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Llevaban a su nieta atada a su 4×4 en un coche de juguete

Ver a Maggie conduciendo el coche de Los Simpsons puede resultar simpático, pero la cosa cambia cuando la criatura no es un dibujo animado y las cervezas del padre no son Duff. Lo digo por la historia de hoy, patrocinada por la película Carné de padres… ¿para cuándo? y protagonizada por dos abuelos que conducían borrachos un todoterreno y llevaban enganchada a su nieta, que conducía un cochecito de juguete.

La pareja, formada por Paul Berloni (49 años) y Belinda Berloni (47 años), decidió que era una idea estupenda enganchar el cochecito de su nieta, de 7 años (la niña, no el cochecito), a su 4×4 y enseñarle qué se siente al volante, con la brisa dándote en la cara, olisqueando el culete del coche de delante. Una iniciativa que no gustó a la Policía de Sarasota, en Florida (Estados Unidos), que detuvo a Paul y Belinda, quienes dieron positivo en el control de alcoholemia.

Aunque conducían a una velocidad que no superó en ningún momento los 16 kilómetros por hora, entenderéis que llevar a la niña en el cochecito, remolcada, atada con dos correas de perro unidas entre sí, sabiendo que si hubieran frenado la mandaban a Perales de Tajuña… pues hombre, seguro lo que es seguro… no parece.

El abuelo Paul es reincidente en esto de conducir alegre. Además de esta vez, que llevaba una caraja bastante interesante, fue detenido tres veces… y le retiraron el carné. ¿Que a qué me refiero con una caraja importante? Bueno, pensad que, antes de que le hicieran el control de alcoholemia, la Policía reflejó en el informe que Paul tenía los ojos más rojos que Chimo Bayo en Nochevieja y que la voz le temblaba al hablar. Ya sabéis, de eso que estás borracho e intentas hablar despacito, haciéndote el sobrio, aunque nunca cuela.

La abuela, que es de traca, dijo a los agentes que era consciente de que eso de remolcar al coche resultaba peligroso, pero que solo estaban pasándolo bien y que lo habían estado haciendo todo el día. «Lo hemos estado haciendo todo el día»… en plan atenuante. Madre de Dios, desde la suegra del chiste del coche robado no se había visto un coche igual.

Cuando llamaron al padre de la niña y el pobre hombre vio la que habían formado con la criatura, montó en cólera y le echó la bronca a los abuelos, según la prensa local. Ahora bien, lo mismo conociendo los antecedentes de papá y mamá ellos dos no eran los más adecuados para hacerse cargo de la cría.

PD: Enhorabuena a los premiados. Ya nos iba tocando 🙂

¿A qué se dedica su madre?

Miren, que es un cielo de mujer, me rebotó un forward bastante gracioso. Yo, hasta el momento, sólo lo había visto en inglés, pero alguien se tomó la molestia de traducirlo (y me viene de perlas).

La verdad es que, errores cognitivos al margen, lo cierto es que esto de querer ser como los papás es algo bastante habitual.

No es mi caso, evidentemente. Mi padre no fue censor del régimen, ni censor de mi casa, ni ascensor, ni nada que se le parezca.

Sin embargo, imagino que muchos de vosotros repetís la profesión paterna y a mí, sinceramente, no me habría importado.

Es curioso, solemos pasar por una época de devoción por nuestros padres para luego rechazar todo lo que viene de ellos porque son unos carcas (el famoso pavo tiene mucha culpa de ello) y solemos acabar queriéndolos como al principio para, una vez se hacen mayores, hacerles poco caso, porque ya tenemos a nuestros hijos y nuestros padres son ahora los abuelos… esos de «no le hagas caso al abuelo» a los que visitamos de mes en mes, cuando toca.

Mi punto débil son los abuelos, ya lo sabéis, pero con los padres, como no puede ser de otra forma, también me sale la venita sensible.

Además, los padres de hoy son los abuelos de mañana…

PD: Yo que quería escribir algo de humor… y al final me he terminado poniendo reflexivo. Otra vez.

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‘Superyayas’

No hay duda. El de las abuelas es un sector en auge. Si hace unos días os contaba la historia de Wang Guiying, una señorita de 107 años que cree que ha llegado el momento de casarse, hoy tengo dos historias más… y con vídeo.

La primera ya os la contamos en la web el pasado jueves. Es la de Bernarda Angulo, de 97 años, una sueca que vive en Canarias y lleva doce años compitiendo en pruebas de natación master para adultos. Tres récords mundiales tiene la figura. Vamos, los mismitos que yo diciendo tonterías (igual tengo más).

¿Impresionados? Supongo que no porque ya lo sabíais, claro, si publicamos la noticia… ¡Pero tengo otra historia! No abandonéis el blog todavía. Se trata de mi prima Tuti, Tuti Yusupova. No es mi prima pero era como el chiste ese de James Bond… bueno no, que tendría que ser con el apellido… da igual. A lo que vamos.

Esta mujer uzbeka tiene la friolera de 128 castañas, como diría mi abuelo, y asegura que sólo tiene algún problema de sordera.

«Habla alto, que no oígo bien», es su frase favorita.

PD: No hace falta que os recuerde lo mucho que adoro a los abuelos, sobre todo cuando me acuerdo de sus ‘palabros’. Cuántos y qué bonitos recuerdos.

PD2: Por cierto, ¿os habéis parado a pensar que Tuti podría ser la madre de Bernarda? Lo digo por la edad… son 30 ‘tacos’ más…

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«¡Hazme caso!» Y tiró el televisor por la ventana

Mi madre no me regañaba mucho de pequeño (y puede que por eso haya salido así), pero sé que no en todas las casas pasaba lo mismo que en la mía.

Claro que no se suele llegar al extremo de la mujer china de 64 años que fue arrestada hace unos días después de lanzar su televisor por la ventana para reclamar la atención de su hijo (lo leí el otro día en la prensa británica).

Afortunadamente no pasaba nadie por debajo, pero los coches que estaban aparcados bajo su ventana sufrieron la ira de la mujer, y quedaron bastante dañados.

Según la Policía, no es la primera vez que ocurre esto en esa casa, ya que la detenida tiene un largo historial de lanzar cosas por ventanas (es la cuarta vez que los coches aparcados bajo su casa sufren daños… -sigh-).

Dicen que lanzó la tele porque su hijo apenas la visitaba, y eso sí que me da rabia. De acuerdo, no es la manera más adecuada de llamar la atención, pero también debe frustrar que después de educar a tu hijo, de darle todo lo que tienes, él se olvide de ti.

Una amiga mía que trabajaba en una residencia de ancianos me decía que, después de un año, había algunas personas a cuyas familias aún no conocía.

Un poquito de conciencia, por favor… que los padres y los abuelos son lo mejor que nos ha pasado.

(FOTO: Mediabistro)

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Los ‘palabros’ de los abuelos

Es cierto que las navidades (los días como hoy) son una época bonita para estar con los tuyos, pero también tiene momentos de melancolía. El otro día, entre risa y risa, con el yogur a medio rebañar, me vino un pelín de ‘bajuna’ recordando a mis abuelos, esos seres sabios que un día me dejaron, pero a los que aún llevo dentro.

Desde muy pequeño fui un niño loro-esponja, retenía y repetía las cosas que les oía decir. Ya de mayor, las comprendía y muchas de ellas me hacían gracia, pero no por eso dejaba de usarlas. Mis ‘yayos’ se pasaron toda la vida dándome buenos consejos y no hay palabras en el mundo para agradecérselo, así que tengo una peculiar forma de tenerlos presentes a diario. Uso sus refranes y sus ‘palabros’ para todo. Por ejemplo, hay cinco ‘clásicos’ que siempre decía mi abuelo:

Los cojones treintaitrés (cuando no estaba de acuerdo con algo).

Tengo más hambre que los pavos de Manolo.

Tengo más hambre que Dios talento (variación de la anterior).

Dar pan a un perro es perder pan y perder perro (cuando a alguien no le gustaba la comida que había preparado).

Hace un frío que no corta el cutis; corta los cojones (este sólo lo decía porque sabía que me hacía gracia).

¡Baja Manolo y llévatela! (Lo decía por mi abuela, en tono de broma, cada vez que ella le insistía en cosas como ir al médico).

Recuerdo esos momentos y me olvido de que soy becario. Me siento bien. Toda una infancia tirándole penaltis al pobre, que encima una vez tuvo que salvarme la vida arriesgando la suya. Me tiré con la bici cuesta abajo y sin frenos y me daba miedo frenar con los pies porque los zapatos eran nuevos: tuvo que dejarse atropellar por mi para frenarme y evitar que acabase llegando a la carretera. Menuda leche. Nunca me lo tuvo en cuenta. Y tampoco olvido su obsesión por la historia de ‘Cachuchas’, uno de su pueblo que no se lavaba, y su pasión: no querer nada para él y dárselo todo y sus hijos y nietos.

De mi abuela me gusta recordar su afición a las cartas, a la ‘teletienda’ y rezarle a un santo cuyo nombre no recuerdo cuando se le perdía algo. En su honor, además, utilizo «samóforo» en vez de semáforo, «mondarina» por mandarina, «cocretas», «dostor»… La gente se ríe cuando las digo y lo entiendo, pero no me importa porque sé que ellos, desde algún sitio, ven los guiños que les lanzo.

PD: Un beso muy fuerte a todos los abuelos del mundo.

PD2: ¿Cuáles eran/son los ‘clásicos’ de tus abuelos?

PD3: FELIZ AÑO A TODOS.