¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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El oso rezador

Os hablé aquí hace ya un año del escritor finlandés Arto Paasilinna. Me gustó mucho lo primero que leí de él, El molinero aullador; me gustó menos La dulce envenenadora, y ahora me ha entusiasmado El mejor amigo del oso, una novela hilarante -como las antes citadas, publicada por Anagrama- con la que he pasado muy buenos momentos estos días festivos.

La trama es tan original como otras de este autor: a Oskari Huuskonen, un pastor luterano de un pueblo perdido del interior de Finlandia, le regalan en su 50 cumpleaños un osezno huérfano que le cambiará la vida. Perderá su fe, hibernará con su oso (y con una joven etóloga entrada en carnes) en una improvisada osera, se romperá su matrimonio, se peleará con su obispo y recorrerá varios mares (el Báltico, el Blanco, el Negro, el Mediterráneo…) con su plantígrado, animando cruceros de jubilados. El oso, Lucifer y Belcebú de nombre, es una gran hallazgo literario. Me recuerda a Firmin, el ratón de Sam Savage que nació en una librería, comía páginas de libros y acabó teniendo un excelente criterio literario.

El oso Lucifer/Belcebú adquiere también las habilidades de su entorno, desde planchar camisas a servir cervezas, y acaba rezando con más devoción que el pastor luterano, y además en varios credos, hasta el sintoísta.

La novela no es sólo un divertimento jocoso, es también una reflexión sobre la religión, el más allá o lo sobrenatural.

Lecturas para las vacaciones navideñas de 2008

¡Novela, novela, como casi siempre en mis lecturas de vacaciones! En estos días de poco trabajo, voy a estar con estos libros:

-La dulce envenenadora, de Arto Paasilinna (Anagrama). Leí hace ya unos cuantos meses El molinero aullador, por casualidad: no sabía nada de este autor finlandés -ex guardabosque, ex periodista, ex poeta- y compré el libro porque me sorprendió el título y lo que contaban en la contraportada: «Gunnar Huttunen rechaza la normalidad, la mediocridad y la renuncia a los sueños. Cuando aparece en un pueblo de Laponia y decide poner en funcionamiento el viejo molino, los campesinos del lugar lo toman por un demente. Aunque, después, deberán rendirse a la evidencia del éxito de la empresa. Pero aquel extravagante individuo, capaz de encantar a los jóvenes del pueblo, revela un defecto que los hará reafirmarse en su primer diagnóstico: en los momentos de tristeza, Gunnar aúlla…». Me encantó. Os lo recomiendo.

-Un lugar llamado Oreja de Perro, del peruano Iván Thays (Anagrama), novelista y bloguero. La novela ha sido finalista del Premio Herralde. La semana pasada leí una crítica muy positiva en El Cultural que me llevó a buscarla.

-La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, del sueco Stieg Larsson (Destino). Es la segunda parte de la trilogía Millennium. Leí la primera, Los hombres que no amaban a las mujeres, hace tres meses, la comencé en un viaje a Estocolmo, donde se desarrolla parte de la trama. Periodistas, periódicos (algunos de los que salen, del grupo Schibsted, al que pertenece 20 minutos), intriga, mucha acción… No es gran literatura, pero se lee fácil y se hace corto pese a sus muchísimas páginas. La chica…, que ya he comenzado a leer, apunta igual: crea adicción. Ambas se están vendiendo extraordinariamente bien en todo el mundo, quizás ayudadas también por el final trágico del autor. Larsson, que era periodista conocido por sus investigaciones sobre la extrema derecha sueca y novelista en secreto, murió con 50 años de un ataque al corazón pocos días después de entregar a su editor el tercer volumen de la trilogía y poco antes de que se publicara el primero. Nunca supo del éxito que iba a alcanzar.

– El pez dorado, del francés galardonado este año con el Nobel, J.M.G. Le Clézio (Tusquets). Ya la llevo mediada. Es sólida, se ve la mano de un autor muy experimentado, pero no me entusiasma, no me acaba de enganchar… por ahora.

Me he comprado también la monumental Vida y destino, del ruso Vasili Grossman (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), pero no sé si tendré tiempo de meterme en sus más de mil páginas. Quizás a lo largo de enero.

Libros para el verano de 2008

Me voy de vacaciones. Pasé antes por La Casa del Libro y me llevo muchos libros, sobre todo novela, la mayoría negra: Mandrake, la Biblia y el bastón, de Rubem Fonseca. El molinero aullador, de Arto Paasilinna (Anagrama). La ciudad del Gran Rey, de Óscar Esquivias (Ediciones del Viento). Las rosas de piedra, de Julio Llamazares. Más allá, a la derecha, y Sin hogar ni lugar, de Fred Vargas. Visto para sentencia, de Rafael Reig. El saqueo de la imaginación, de Irene Lozano. El infinito en la palma de la mano, de Gioconda Belli. Y Balas de plata, de Elmer Mendoza.

De Fonseca os he hablado a menudo, es uno de mis autores preferidos. La que me llevo ahora es la primera obra que leo de su personaje Mandrake, un curioso abogado criminalista.

Busqué algo de Fred Vargas (autora a la que Fernando Savater incluye es su sancta sanctorum de novelas policiacas) porque me cautivó La tercera virgen (Siruela). Os la recomiendo como lectura de tumbona de playa.

La novela de Esquivias es la segunda de una trilogía muy curiosa. Leí hace poco la primera, Inquietud en el Paraíso (Ediciones del Viento). La trama ocurre en Burgos en julio de 1936: mientras el general Dávila y sus cómplices preparan el golpe que provocaría la guerra civil, un cura chiflado propone a los burgaleses un viaje al Purgatorio de Dante desde las piedras de la catedral. En la trama se mezclan personajes de ficción y otros reales, algunos de ellos profesores míos de cuando estudié allí, de crío.

El de Llamazares es un nuevo libro de viajes, ahora a las catedrales españolas. Me gustó mucho uno anterior, Tras os Montes, que me llevé a unas vacaciones por esa zona del norte de Portugal. Conozco a Julio desde hace décadas, antes nos tratábamos más que ahora. Una historia que le oí contar a él la convertí yo, con su permiso, en un reportaje por el que me dieron hace veintitantos años un importante premio, el Francisco de Cossío, que es algo así como el premio regional de periodismo de Castilla y Léon. Y de un reportaje mío en El País en 1983 tomó Julio, con mi permiso, la figura de un perro para convertirlo en uno de los protagonista de su novela La lluvia amarilla.

El libro de Reig es una recopilación de sus descacharrantes críticas literarias en El Cultural. El de la ensayista Irene Lozano lleva por subtítulo «Cómo estamos perdiendo el sentido de las palabras». De Belli me han hablado tanto este año que compré lo primero que encontré.

Del finlandés Paasilinna no he leído hasta ahora nada. Me llamó la atención lo que leí en la contratapa del Compacto de Anagrama.

El libro de Elmer Mendoza me lo ha recomendado mi amigo José Ángel Esteban, periodista, guionista de cine y televisión y gran lector. Luego he visto en Internet que Mendoza es un gran admirador de Fonseca. ¡Se cierra el círculo!

P.D. Hace una semana, otro José Ángel, José Ángel González, también gran reportero y gran lector, hizo en 20 minutos una selección de 20 novelones, de muchos cientos de páginas cada uno (16.600 páginas en total, calcula él) para que los lectores pudiérais escoger una lectura larga para estas vacaciones. Lo tituló espléndidamente: «Veinte tochos, ningún tostón». Yo os añado hoy otro puñado más, para que tengáis más abanico de elección, aunque algunas no son tan monumentales en páginas como las de José Ángel. Son éstas. Fortunata y Jacinta, de Galdós. Misericordia, de Galdós. La Regenta, de Clarín. El ruedo ibérico, de Valle-Inclán (en realidad, una trilogía: La corte de los milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas). La forja de un rebelde, de Arturo Barea (en realidad, otra trilogía: La forja, La ruta, La llama). La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda. Los miserables, de Víctor Hugo. Madame Bovary, de Flaubert. Los Maia, de Eça de Queiroz. El gatopardo, de Giuseppe di Lampedusa. La montaña mágica, de Thomas Mann. Guerra y paz, de Tolstoi. Las aventuras de Huckleberry Finn, (1885) de Mark Twain. Tieta de Agreste, de Jorge Amado (o Gabriela, clavo y canela; o Doña Flor y sus dos maridos). La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa. Y, por supuesto, Don Quijote, de Cervantes.

Cualquiera de éstas o de las de José Angel pueden haceros felices estas vacaciones.