¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Publicidad institucional: aún pesebre y trabuco

Dinero público poco o nada transparente, políticos que con él tejen su imagen pública y sus apoyos mediáticos. Y, en juego, derechos ciudadanos y la credibilidad e independencia de los medios de comunicación y de los periodistas, que con demasiada frecuencia miramos para otro lado cuando se trata de lo nuestro.
‘Publicidad institucional: aún pesebre y trabuco’. Un artículo que he escrito para Cuadernos de Periodistas, la revista de análisis de nuestra profesión de la Asociación de la Prensa de Madrid.

Hay futuro para la prensa, aunque sea imperfecto

Los editores de prensa miembros de AEEPP celebramos hoy y mañana en Madrid nuestro congreso anual. Llevaba estas notas para la inauguración, aunque he añadido algunas otras cosas:

«Bienvenidos.
Voy a ser muy breve. Porque tenemos unas primeras sesiones de trabajo muy intensas y no conviene que acumulemos retraso en la agenda.
Como sabéis todos, los editores estamos pasando por tiempos difíciles, por la coyuntura económica y por la transformación radical que está sufriendo nuestra actividad. Pero creo que, pese a las dificultades, hay que ser optimistas.
Hemos tenido que hacer todos un esfuerzo enorme de adaptación al nuevo hábitat. No sólo de transformación de nuestras empresas sino de refundación de nosotros mismos, de aprender nuevas habilidades, de formarnos continuamente, de reinventarnos.
Pero creo que, en general, lo estamos haciendo bien, estamos afrontando todos esos procesos como una oportunidad, y la estamos aprovechando para crear modelos nuevos, productos nuevos, innovadores, diferentes, adaptados al nuevo entorno.
Hemos descubierto, además, que el nuevo mundo de la comunicación, del periodismo, de la edición de prensa es un mundo inmenso donde hay muchísimos territorios por explorar, donde todo está por hacer. Un mundo casi infinito para probar, para inventar, para crear.
Este es nuestro noveno congreso de editores. Me acuerdo del primero, en 2004, en Valencia. Nuestro mundo de hoy se parece poco a aquel, y sólo ha pasado una década. Dentro de otra década, habrá otro mundo que también se parecerá poco a este.
Concebimos nuestros congresos, como bien sabéis, como una puesta a punto, una puesta en común de lo último en nuestro sector. Sobre los lectores y sobre los anunciantes. Sobre los soportes y sobre las tecnologías. Sobre las normativas y sobre los modelos.
El programa que hemos preparado este año responde a esos estímulos. Y el eslogan del congreso, «Hay futuro, aunque sea imperfecto», responde a esa convicción. Tenemos futuro, estamos ya en el futuro. No es un futuro fácil ni cómodo, pero de esas dificultades y parece que hostilidades del nuevo habitat nacen nuestras fortalezas.
Y una cosa más, y ya acabo. No somos una industria más, no somos una actividad más. La prensa es un pilar básico de nuestra sociedad. Por muchos motivos, pero dejadme que os recuerde dos importantísimos. Uno: Somos transmisores de conocimiento. Y dos: Somos, mediante el ejercicio libre del periodismo, los garantes de la pluralidad, de la libertad de prensa, del debate público… y por tanto uno de los grandes garantes del funcionamiento de la democracia».

Manu en Cañizar

El sábado pasado estuve en Cañizar, un pequeño pueblo de Gauadalajara donde tengo una casa de fin de semana y donde Manuel Leguineche ha tenido durante muchos años la suya, en el monte, rodeada de robles y encinas.
Estuve en el bar, con los amigos del pueblo, y hablamos de Manu. «Le hemos llamado a Brihuega a felicitarle las fiestas y ni siquiera ha podido ponerse. Está muy mal». No sospechábamos que tanto, no creíamos que el desenlace fatal de la enfermedad era inminente.
Manu escribió allí muchos de sus libros, allí forjó parte de su leyenda como gran reportero, pero cuando dejaba la vieja máquina de escribir era uno más: jugaba al mus, cazaba, comía y bebía, bromeaba con todos.
Esta noche, en el bar, los seis u ocho que van a diario en invierno, probablemente sólo hablen de su amigo muerto. «¿Os acordáis cuando fuimos con Manu una vez a…?»

Más: Manu Leguineche, periodista y buena persona

El mercado online solo tiene una frontera: la lengua

Anoche entregamos los premios anuales de AEEPP, la asociación de editores de prensa de la que soy presidente desde 2004.
Llevo tres mandatos electorales; el último -de 2012- concluye en 2016. El colectivo de nuestros asociados es para sentirse muy orgulloso. AEEPP es la organización empresarial de editores de prensa con mayor número de asociados -más de un centenar, con más de 700 cabeceras-, y la única que forma parte de las organizaciones empresariales nacionales, CEOE y Cepyme. Entre los miembros de AEEPP están los propietarios de algunos de los medios más difundidos y leídos (como 20minutos, el diario que dirijo), innovadores y activos del sector. Son editores que sacan al mercado publicaciones gratuitas y de pago; de quiosco y de suscripción; diarios, semanales, quincenales, mensuales…; de información general y de información sectorial o especializada; en soportes impresos o en digitales… Por la diversidad de la oferta de nuestros asociados, AEEPP es la organización sectorial que mejor representa a la edición de prensa en España.
En nuestra entrega de premios de anoche nos acompañó la Princesa de Asturias, que como sabéis fue periodista y -como comentábamos en los corrillos después de acto- lleva aún muy dentro el impulso del periodismo y de la comunicación. «El periodismo sigue vivo y sigue siendo uno de los pilares de toda democracia en las sociedades libres, cohesionadas y sensatas», dijo en su intervención. Y a los editores: «Solo vosotros sabéis lo que significa ese esfuerzo, lo que quiere decir que cada día o cada mes tengáis en vuestras manos o en vuestras pantallas esa publicación después de muchas horas, muchos problemas y todo el trabajo».
La entrega de los Premios Editores -siempre en otoño- es uno de nuestros dos grandes eventos anuales. El otro es el Congreso, en primavera. En el último, en mayo pasado, en mi intervención de apertura del acto diserté sobre el futuro de los medios. En mi intervención de anoche, mucho más corta, hablé de asuntos del presente, algunos polémicos. Dije esto:

Para la asociación de editores, para AEEPP, este ha sido un año muy intenso. Hemos trabajado mucho en muchos campos, y especialmente en dos:

Uno. Ayudando a nuestros asociados en su transformación digital, que es probablemente el mayor reto al que se enfrenta el mundo de la comunicación, de la información y del periodismo.

Dos. Fomentando la transparencia en el sector, la igualdad de oportunidades, la no competencia desleal. En este último campo, hay un asunto específico que nos preocupa mucho a todos y que no me resisto esta noche a mencionar: la publicidad institucional, la publicidad que hacen los organismos púbicos con dinero público. Durante estos últimos meses, hemos tenido reuniones con todos los grupos políticos para pedirles que mejore la gestión de ese dinero público, para proponerles fórmulas para que todos los organismos, sean de la Administración Central, de la Autonómica o de la Local, sirvan mejor a los destinatarios legítimos de ese tipo de publicidad, que son los ciudadanos. Gestionar mejor la publicidad institucional sería bueno para todos: para las instituciones, para la clase política, para los ciudadanos y para los medios. Todos ganaríamos en transparencia, en democracia, en Estado de Derecho. Los medios ganaríamos además en independencia y en credibilidad.
Este año, como los cinco últimos, ha sido también difícil para los editores de prensa y de publicaciones periódicas. Estamos aún en el medio de una tormenta perfecta que son la suma de dos grandes crisis. La crisis económica coyuntural que sacude a toda la sociedad española y la crisis estructural que está sacudiendo especialmente a nuestro sector, obligado a reconvertirse a toda prisa en medio de una revolución tecnológica que está cambiando los hábitos, las conductas y los comportamientos de nuestros lectores y de nuestros anunciantes.
Pero aun así, aun en mitad de esa tormenta perfecta, los editores seguimos sacando adelante nuestros medios y nuestras empresas y seguimos incluso lanzando proyectos nuevos.
Este impulso renovado, este sacar fuerzas de flaquezas es lo que va a ser premiado esta noche. Mi enhorabuena a todos los que van a recibir premio y mi enhorabuena también a los muchísimos colegas que lo merecen y que sin duda lo obtendrán en las próximas ediciones.

Nos llevamos uno de los galardones, el Premio a la Internacionalización, por nuestra expansión en América con las ediciones para Estados Unidos, 20minutos.com, y para México, 20minutos.com.mx, que lanzamos a finales de 2012. ¿Habrá más ediciones en países americanos?, me preguntaba anoche un colega. Quizás.

Internet está cambiando muchas cosas en el mundo de la comunicación y del periodismo. Una de ellas, las fronteras de los mercados. Con el papel, el mercado de un diario es un espacio geográfico y político -una ciudad, una provincia, una comunidad autónoma, un Estado- al que se lleva a toda prisa un producto físico: el medio impreso. La frontera está en el límite del alcance del sistema de impresión y de distribución física establecidos (carísimos, por cierto). Con Internet, con la distribución virtual del medio, el mercado es mucho más amplio y cubrirlo mucho más barato, porque sólo tiene la frontera de la lengua. Los medios en castellano estamos de suerte. Nuestro mercado potencial son los 500 millones de hispanohablantes que hay en el mundo. Y creciendo.

Periodistas y técnicos, mejor juntos

El pasado miercoles, día 22, pronuncié la conferenia inaugural del XI Encuentro de Responsables de Tecnología en los Medios de Comunicación Españoles, en Huesca, invitado por Fernando García Mongay, el principal impulsor y organizador tanto de este encuento como del prestigioso congreso de periodismo digital que se celebra en la ciudad desde hace ya 14 años. Llevaba escrito el texto que sigue, aunque le añadí sobre la marcha alguna morcilla:

«El futuro, máquinas y talento

Buenos días a todos. Gracias a la organización; gracias, Fernando, por invitarme a este acto. Gracias a todos vosotros por estar a tan temprana hora escuchándome, pese a las copas de anoche en el Edén.
Cuando Fernando me propuso pronunciar la conferencia inaugural del evento, mi primera reacción fue decirle que no. He predicado en muchos púlpitos desde hace muchos años, y ante distintas parroquias y parroquianos, pero para este foro de responsables de tecnología de medios de comunicación no parezco yo la persona adecuada.
No porque me caigáis mal, dejadme que os lo explique. No me caéis mal. En absoluto. Me caéis bien, incluso muy bien. Uno de mis hijos, el segundo, Héctor, es de vuestro gremio. Es uno de los cofundadores de Bitban Technologies, algunos de vosotros probablemente lo conocéis. No me caéis mal. Me caéis bien. Incluso los responsables de tecnología del Grupo 20minutos, algunos de los cuales están por ahí, como Fede y Fran.
Pensé en decirle a Fernando que no porque yo soy un tecnoignorante notable y un tecnogarras sobresaliente. Yo soy uno de esos usuarios vuestros que da mucho la lata. Un coñazo, vaya. Uno de esos que llama cada poco al teléfono interno de sistemas, en nuestro caso el 646, porque la pantalla no se enciende… y era porque no le había dado a uno de los botones o porque la señora de la limpieza había soltado un cable. Uno de esos usuarios que lo único que sabe, cuando tiene un problema con el móvil o con la tableta o con el ordenador… es eso de que hay que reiniciar.
Soy además un tecnogarras o un tecnogafe, todo se me rompe. Tengo una mala suerte histórica con la tecnología. Hace muchos años, cuando trabajaba en prensa financiera, me dio un pronto no sé si bancario y me compré un BMW –uno pequeño, eh, uno casi barato-, y me pasó de todo con aquel coche. Un día de calor africano, conducía por la sierra de Madrid y se activó él solo el limpiaparabrisas y no había forma de pararlo. Ya echaba casi humo el cristal, ya estaba a punto de estallar el cristal de tanto frotar en seco la escobilla, cuando me armé de valor, paré en el arcén, me estudié el libro de instrucciones, salí, abrí el capó, quité un fusible y logré parar al limpia. Claro que unos pocos minutos después comenzó a llover torrencialmente, era una de esas tormentas tremendas de las tardes de verano, y tuve que parar de nuevo en el arcén, volverme a bajar y, calándome hasta los huesos, empapándome de agua, volví a poner el fusible, para que el limpiaparabrisas funcionara y pudiera seguir el viaje.
Unos días después, el elevalunas de la puerta del conductor se me paró a mitad de camino, y no hubo manera de volver a subirlo ni a bajarlo, y desde aquel día aparcaba pegadito a una pared ese lado del coche, para que no me lo robaran. Y otro día iba desde Madrid camino de Burgos, y escuché a lo lejos una sirena que parecía de la Policía y le dije a mi mujer “¿llevas el cinturón, que viene la Policía?», y ella dijo, «sí, lo llevo puesto, pero qué Policía ni qué gaitas, si la carretera está desierta…». Y no, no era la Policía, era la alarma de mi condenado coche, que había saltado ella sola e íbamos armando por la carretera un cirio que ni los bomberos… No hubo otra manera de desactivarla que aparcar en el arcén, bajarme, abrir el capó y quitar el fusible correspondiente.
Después de aquel tercer atentado, en el concesionario me dijeron que eso le pasaba a un coche de cada 100.000, y que no tenía arreglo, así que lo vendí barato y me compré un utilitario.
En resumen, que soy un tecnogafe. El primer iPhone que tuve me salió también el más tonto de su promoción, y lo devolví y me pasé a un modesto Nokia o a una Blackberry, ya no me acuerdo. Luego reincidí en el iPhone, pero hace dos meses mi flamante iPhone se tiró un día al cuenco del agua de mi perra Manila, y aunque lo rescaté de inmediato y los de Sistemas de 20minutos lo secaron con mucho cuidado, no sé si envolviéndolo en arroz, funcionaba de aquella manera, y llamaba a quien no quería llamar y mandaba WhatsApp y sms donde no debía y tuvimos que cambiarlo. Y el tercer iPhone, este que tengo ahora, se intentó suicidar la semana pasada, se tiró al suelo desde un sofá en un descuido de mi codo, y tengo rota la pantalla.
Total, que como soy un tecnoignorante y un tecnogarras, pensé en decirle que no a Fernando, y no venir a Huesca con vosotros, pero me decidí finalmente y le dije que sí porque vi en uno de sus correos que tendría que hablar 20 minutos, y no era cosa de desperdiciar esta ocasión de hacer branding, de hablar de 20 minutos. Pero no, estad tranquilos, no he venido a hablar de 20 minutos ni de mis libros. Vengo a hablaros de periodismo y de tecnología, o mejor dicho de la relación entre el periodismo y la tecnología.
Como todos sabéis, el periodismo, la comunicación, están en uno de los momentos de transformación más relevantes de su ya larga historia. Probablemente, en el momento más crucial, en el más transformador, en el más crítico. ¿Y por qué, qué es lo que nos ha llevado a esta situación? La tecnología. La revolución tecnológica en medio de la cual estamos metidos desde hace un par de décadas está transformando radicalmente el mundo en que vivimos y los hábitos y modos de vida de todas las personas. Las cosas grandes y las pequeñas, las centrales y las laterales, las relevantes y las anecdóticas. Nadie se informa, se relaciona, se entretiene, compra o se enamora hoy como lo hacía hace 5, 10 ó 20 años. Y, atención, todos tenemos la sospecha, o casi la certeza, de que los cambios no han hecho más que empezar. Todos sospechamos que en 5, 10 ó 20 años las cosas serán diferentes de nuevo, diferentes a lo que son ahora.
Estamos viviendo un proceso de cambios al que no se le ve el final, quizás porque no lo tenga. El cambio continuo, permanente y sinfín quizás sea el estadio natural en el que estamos entrando, el nuevo signo de nuestro tiempo, y, si así fuera, la adaptación continúa, constante y sinfín es lo que nos tocará vivir. Cambios tecnológicos y sociales y adaptación rápida. Hora a hora, día a día, mes a mes, año a año… y para siempre.
En mi opinión, no tenemos que ver ese vertiginoso proceso de cambios como un problema, como una maldición, sino como una solución, una oportunidad. No es el final del periodismo, ni el final de la comunicación, como dicen o temen algunos colegas. Es –en mi opinión- lo contrario, es una oportunidad para hacer mejor las cosas; para ejercer mejor nuestro oficio; para llegar mejor al público; para aumentar el pluralismo, la biodiversidad informativa, los formatos, los productos… ¡Todo!
Hay una frase que cito mucho cuando hablo en público de estas cosas, una frase de Charles Darwin de hace ya siglo y medio que creo que se puede aplicar muy bien a lo que nos está pasando. Dice Darwin, en su libro El origen de las especies, que, cuando un hábitat cambia de manera súbita y profunda, no sobreviven las especies más grandes ni las especies más inteligentes, sino solo aquellas especies que son capaces de adaptarse al cambio de hábitat. Apliquémoslo a lo nuestro, a la comunicación, al periodismo, a los medios, a las empresas de medios. La revolución tecnológica está cambiando profunda y radicalmente nuestro hábitat, luego nuestra obligación y nuestra responsabilidad, si queremos seguir haciendo periodismo y comunicación, es adaptarnos cuanto antes a ese nuevo hábitat.
Vosotros, los técnicos, los que estáis justo en el centro de la espiral del cambio de hábitat, podéis ayudarnos mucho a los periodistas en ese trance, en ese viaje, en esa transformación. Os necesitamos más que nunca. Necesitamos que informáticos, telecos, expertos en redes y sistemas, desarrolladores, programadores… nos expliquéis las nuevas herramientas, nos contéis diáfano y claro las nuevas posibilidades que tenemos, los nuevos campos que se nos abren. Os aconsejo incluso que de vez en cuando os quitéis los cascos y salgáis de las peceras y os sentéis entre los redactores, en medio de la redacción. De vez en cuando o de modo permanente. A escuchar y a hablar, a compartir conocimiento y experiencias.
La técnica, la tecnología, nos está permitiendo a los periodistas mejorar mucho nuestra capacidad de generar información, de innovar, de crear nuevos géneros, de ensayar nuevos registros… y vosotros tenéis que ser un acelerador en esos procesos, no un freno o un elemento inerte. La suma de la tecnología que ponéis vosotros y del talento que ponemos todos, los técnicos y los periodistas, es la clave del futuro.
Permitidme otro consejo, otra petición. No os comportéis con nosotros como el brujo de la tribu, que administra sus secretos sin intentar compartir ni siquiera lo básico con el paciente. Los periodistas por lo general somos de letras, quizás no tengamos el cerebro tan bien estructurado como vosotros, pero creedme que queremos aprender, y que os prestaremos toda la atención si nos explicáis bien las cosas. Tened paciencia con nuestras duras molleras, con nuestro desorden. Nosotros también prometemos enmendar algunos de nuestros errores clásicos. Prometemos prueguntaros cuánto tiempo se necesita para hacer una nueva funcionalidad o una aplicación, en lugar de empecinaremos en que tiene que estar en tal fecha sí o sí. Prometemos tratar de entender que algo que parece sencillito, casi trivial, quizás sea muy complejo. Prometemos, en fin, que habrá una comunicación más directa entre redacción y tecnología. ¡Aunque algunos os rompamos los aparatos!
Una cosa más, abundando en lo mismo, y ya casi acabo. Llevo treintaytantos años de periodista, veintimuchos de ellos en diarios. 20minutos es mi sexto diario, antes he trabajado en Diario 16, El Sol, Claro, Cinco Días y El País, casi siempre de jefe medio o alto. Hace casi tres décadas, cuando nos llegaron los primeros MacIntosh y el QuarkXPress y en los diarios se empezó a dar mucha importancia a la puesta en página, al grafismo, a la infografía, al diseño, a la maquetación, muchos periodistas por un lado y muchos diseñadores y maquetadores por otro se divorciaron y se distanciaron, se pelearon de modo lamentable.
Estos acusaban a aquellos de no darle importancia a su trabajo, a su innovación, a su mejora del continente, y los primeros, los periodistas, acusaban a los segundos de tratar de imponer la preeminencia del continente sobre el contenido, del cómo sobre el qué. Como se decía mucho entonces, era la implantación de “la dictadura del maquetariado”. Fue un error, un error flagrante por ambas partes. Los medios que lo cometieron avanzaron en sus mejoras mucho más despacio que los otros, que los que tenían a los dos colectivos integrados, acompasados, colaborando. Ahora no podemos volver a cometer aquel error. Ni los periodistas ni los técnicos. No ha de primar ni la soberbia intelectual de los primeros ni la dictadura del digitariado de los segundos. Juntos, entendiendo cada uno de los colectivos la importancia del otro, avanzaremos mucho más deprisa. Juntos, no solo sumamos: ¡multiplicamos!
¡Gracias!»

¿Hacia dónde va la prensa?

La Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas (AEEPP), que es la mayor asociación de editores de prensa de España y de la que soy presidente, celebra hoy y mañana en Madrid su congreso anual, el VIII de su historia. He intervenido hace pocos minutos con esta conferencia.
Es un poco larga, pero espero que lleguéis hasta al final.

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¿Hacia dónde vamos?

A finales del siglo pasado, coincidiendo con la eclosión de Internet, comenzó a extenderse entre los profesionales que nos dedicábamos a la prensa impresa cierto pesimismo. No tenemos futuro, decían algunos. Hubo incluso quien le puso fecha al punto final. El profesor Philip Meyer auguró que en 2043 desaparecería la prensa impresa. Tanto nos auto diagnosticamos nuestra propia muerte, y con tanta convicción y resignación lo hicimos, que renunciamos a ponerle remedio, a intentar siquiera algún tratamiento médico que la evitara.

Por fortuna, aquellos años del pesimismo parece que están remitiendo y los profetas del desastre han enmudecido un poco. Hasta el propio Meyer dice ahora que aún tenemos futuro. Y en mi opinión, lo tenemos. La prensa impresa puede aspirar a seguir existiendo cuando llegue el 2043 o cuando acabe este siglo.

Tenemos futuro, lo que ahora hay que hacer es trabajar duro para encontrarlo. Analizar, reflexionar, innovar. Someter a escrutinio todo lo que venimos haciendo hasta ahora, preguntarnos si tenemos que seguir haciéndolo igual, discernir entre las cosas que hacemos bien y que aún funcionan en este entorno que cambia a toda velocidad y aquellas otras cosas que son pura inercia del pasado. Adaptarnos al cambio, en suma.

La prensa impresa, en mi opinión, tiene futuro, pero la prensa impresa del futuro inmediato se parecerá poco a la actual. Solo sobrevivirá el que sepa adaptarse. Estamos viviendo un proceso de cambios que probablemente no ha hecho más que empezar. Estamos viviendo un proceso de cambios al que no se le ve el final, quizás porque no lo tenga. El cambio continuo, permanente y sinfín quizás sea el estadio natural en el que estamos entrando, y, si así fuera, la adaptación continúa, constante y sinfín es lo que nos tocará vivir. Cambios y adaptación rápida. Hora a hora, dia a día, mes a mes, año a año… y para siempre.

Desde la AEEPP, nos gusta precisar algunos conceptos previos cuando hablamos de la prensa. La prensa no son sólo los grandes diarios de pago. La prensa son también los pequeños diarios locales de pago o gratuitos, y los grandes diarios gratuitos, y los semanarios, y los quincenales, y los mensuales; los que hacen información general para todos los públicos y los que tienen contenidos especializados, profesionales, de nicho. Los que obtienen sus ingresos de dos distintos clientes, el anunciante y el lector, y los que sólo cobran al anunciante y son gratuitos para el lector. Entre los asociados de la AEEPP, tenemos como bien sabéis de todo: editores grandes y editores pequeños, diarios y no diarios, generalistas y especializados, gratuitos y de pago. Tenemos también como asociados, por supuesto, a editores que sólo cuentan con publicaciones online, en Internet. Somos, por tanto, la asociación más transversal, la más heterogénea, la más variada. En mi opinión, la que mejor representa en España a la industria de la prensa.

A nadie se nos oculta que la prensa, esa prensa variada y heterogénea de distintas periodicidades, contenidos y modelos de ingresos, se enfrenta ahora a la crisis probablemente más grave de su historia. Se nos han juntado dos crisis al mismo tiempo, tenemos una fuerte tenaza de dos brazos diferentes sobre nuestras cabezas. La crisis coyuntural por la grave situación económica y financiera que desde hace ya más de cinco años vive el mundo globalizado, y especialmente España, y la crisis estructural, que se ha desatado por la revolución tecnológica y por el desarrollo de Internet. Hay quien añade incluso una tercera crisis: la crisis de credibilidad.
La primera de las crisis, la coyuntural, pasará, confiamos en que pronto. Pero la segunda crisis, la del cambio del modelo, tiene mucho más alcance, mucho mayor impacto. Nada volverá a ser lo mismo. La revolución tecnológica ha cambiado todo: nuestro trabajo y nuestro ocio, nuestras casas y nuestras ciudades, el uso de nuestro tiempo, nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones personales… Y también, por supuesto, el comportamiento y los hábitos de nuestro público, de nuestros lectores y de nuestros anunciantes.

Los editores que sólo se dedican a la prensa impresa asisten atónitos a un fenómeno para ellos extraño, por el que los nuevos públicos, los nuevos lectores, apenas buscan papel impreso, los viejos públicos ahora lo buscan con menos frecuencia y entusiasmo, y todos se informan, se entretienen y se relacionan cada vez más en los nuevos medios digitales.

¿Y los anunciantes? ¿No emigrarán también algún día en masa los anunciantes?, se preguntan esos editores. ¿No lo están haciendo ya?

Nosotros no debemos ver a Internet como un enemigo, como una amenaza, sino como un aliado, como una oportunidad. Internet, además de ser el factor que desencadena y acelera nuestra crisis estructural. es también el que nos está abriendo a la prensa impresa las puertas del futuro. Creemos, estamos convencidos, de que en ese futuro una de las claves del éxito será la combinación de soportes en papel y en Internet, preferentemente arropadas bajo un mismo paraguas, o impulsados por una misma locomotora. ¿Cuál es el paraguas o la locomotora? ¡La marca!

La marca que cada uno de nosotros llevamos probablemente muchos años creando, construyendo. El papel, las ediciones impresas, han creado la marca, dan rigor y credibilidad a los contenidos, se llenan de atributos positivos, e Internet traslada todo ello a los nuevos públicos. O construir la marca directamente en Internet, como una pequeña joya. Lo importante será hacer lectores en uno y otro soporte y mantenerlos leales a la marca.

“Internet es un basural lleno de joyas”, le escuché una vez decir, hace unos años, al entonces presidente de la agencia Efe, Álex Grijelmo. Y añadía: “Para navegar por su ciberespacio no necesitaremos tanto la habilidad del manejo informático como la habilidad del discernimiento”. Pues bien, si eso es así, creo que muchas de las joyas de Internet tendrán una base en el papel, y que la credibilidad de la marca que hace de paraguas y de locomotora a soportes de papel y de Internet, ayudará mucho a los lectores en el discernimiento, en la separación de la basura y de las joyas. El papel necesita a Internet e Internet también de alguna manera necesita al papel, le ayuda mucho a conseguir reputación. Combinados, uno y otro tienen mucho más despejado el futuro.

Concluyo ya y resumo. ¿Hacia dónde vamos?, dice el título de mi intervención, de mi ponencia. En mi opinión, vamos, estamos yendo ya, a afrontar un proceso de adaptación brusco al profundo y brusco cambio de hábitat que estamos experimentando. Como os he comentado ya otras veces en distintos foros de la AEEPP, nuestro hábitat tradicional está cambiando, está cambiando muchísimo. Quizás los cambios de nuestro hábitat no han hecho más que comenzar, quizás incluso, como os decía antes, los cambios del hábitat no tendrán nunca final.

Decía Darwin, en El origen de las especies, que cuando un hábitat cambia de un modo tan rápido y radical, no sobreviven las especies más grandes ni las más inteligentes. Solo sobreviven aquellas que son capaces de adaptarse al cambio. Como dice un amigo, resumiendo la idea: «O te aclimatas o te aclimueres». Con esa premisa, con la premisa de que tenemos que adaptarnos al cambio de hábitat, os voy a resumir en algunos puntos cómo creo que ha de ser ese camino de adaptación, cómo iremos hacia donde vamos:

1- En los soportes impresos, tendremos que trasformar de modo probablemente radical nuestro negocio. Cada cual tendrá que analizar si las estrategias de contenidos, periodicidad, gratuidad o pago, distribución, competencia, etc. son las adecuadas o si hay que cambiarlas profundamente. Creo que en la mayoría de los casos habrá que hacerlo, habrá que cambiar casi todo.

2- En online, habrá que trabajar mucho en la búsqueda de un modelo sostenible, y habrá que ensayar, habrá que someter muchas cosas a prueba y error. ¿Webs abiertas o cerradas? ¿Todos gratis o muro de pago? ¿Con mucha actualización o con poca? ¿Con contenidos exclusivos y escasos o con mucho volumen de información aunque sea no exclusiva? Os recomiendo que no nos hagamos las preguntas sólo una vez. Tendremos que hacérnoslas cada poco tiempo, continuamente, en función de cómo evolucione el mercado y los competidores.

3- Invirtamos en tecnología, en innovación, sí… Pero invirtamos sobre todo en las personas, en nuestros equipos humanos. En potenciar sus habilidades, en recrecerlas constantemente. De cara al futuro, valemos lo que valga la suma del talento de nuestra gente. De su talento y de su esfuerzo, de su equipamiento profesional y de su motivación y respuesta. Incentivemos ambas cosas. Hace unos días, me contaron un diálogo entre el ceo de una compañía y el director financiero. Hablaban de darle o no darle formación a los empleados. Y el director financiero decía: ¿Y si nos gastamos dinero en formarlos y luego se van? Y el ceo le replicaba: ¿Y si no nos gastamos dinero en formarlos y luego se quedan?

4- Invirtamos también en nosotros mismos. invierte en ti mismo también, en tu continua puesta a punto, en tu mejora.

5- Aunque creas que lo sabes todo, duda de todo. Somete todo a prueba y error. Revisa los procesos, no des nada por verdad eterna. Si te has equivocado, da la vuelta. Si has metido la pata, sácala. No te empeñes en el sostenella y no enmendalla.

6- Estate muy atento no sólo al corazón del negocio, al núcleo, a lo fundamental. Mira también a lo lateral, a lo periférico. En ocasiones, ahí hay vías nuevas de ingresos y de desarrollo, oportunidades de oro. Os pondré un ejemplo. A muchos diarios que hace dos o tres décadas tenían un saneado ingreso en algo lateral a lo que dedicaban poca atención, los anuncios clasificados impresos, les hubiera ido mucho mejor si se hubieran dado cuenta antes de que el negocio estaba yéndose en masa y de pronto a Internet.

7- Diferénciate, potencia lo diferente de tu marca y de tus productos. Como decía una de las 22 leyes inmutables del marketing, las de Al Ries y Jack Trout: si no consigues ser el primero de tu categoría, crea otra categoría en la que puedas llegar a serlo.

8- La calidad suele ser rentable. En los viejos tiempos y en los nuevos tiempos.

9- No desfallezcas, no tires nunca la toalla. Tienes suerte, tenemos suerte. La comunicación, el periodismo, no son un oficio ni un negocio cualquiera. Son parte fundamental de la sociedad democrática. Saberlo, ser consciente de ello, te dará una fuerza suplementaria.

Y 10- Insisto: Duda. Hazte preguntas constantemente. No des nada por verdad inmutable. Ni siquiera estos puntos que te estoy desgranando. A lo mejor estoy en lo cierto en lo que propongo. O a lo mejor no, a lo mejor estoy equivocado.

Gracias!»

Lo del corralito, ¿grande o pequeño?

En los últimos días hemos tenido un cierto debate en la redacción de 20 minutos sobre cómo publicar algunos asuntos delicados. Si algunos clientes de Bankia van a su sucursal a llevarse el dinero, ¿tenemos que publicarlo grande, mediano o pequeño? ¿Y si en Grecia se vacían en pocas horas los depósitos de algunos bancos? ¿Hemos de hacer un reportaje de servicio a nuestros lectores dándoles consejos sobre cómo mover sus ahorros hoy mismo, por si -como dice Paul Krugman- acabamos en un corralito? ¿Hemos de organizar un encuentro digital con algún experto para que nuestros lectores le puedan preguntar sobre qué hacer en cada caso concreto?

Estos fenómenos, que reflejan el enorme nerviosismo y preocupación de los ciudadanos, son noticia, sin duda, y sabemos que nuestra obligación es informar sobre ellos, y no ocultarlos. Hemos de ser transparentes, nos debemos a nuestros lectores. Pero no estamos muy seguros sobre dónde está el límite, ni siquiera de si lo hay. Si informamos mucho y muy extenso y muy magnificado y con gran despliegue sobre las retiradas de fondos de algunas entidades bancarias, ¿estaríamos convirtiéndonos nosotros mismos de alguna manera en agentes activos del propio fenómeno, lo estaríamos propiciando y fomentando? ¿Cómo se conjuga el deber de informar con la responsabilidad de no desatar el pánico?

Os confieso que estoy lleno de dudas.

En ’20 minutos’, muchas periodistas y tantas jefas como jefes

El diario popular alemán Bild (el de mayor tirada de toda Europa, y el tercero del mundo) anuncia que hoy, Día Internacional de la Mujer, ha dado día libre a todas sus periodistas de sexo femenino, como homenaje a las mujeres y para demostrar, según su director, que una redacción mixta es más creativa y productiva. ¡Ay, estos colegas, qué manera más rara de celebrar el día! Hace muchos años, en 1991, cuando preparábamos el lanzamiento en España del diario Claro, estuve varios días en la redacción central de Bild en Hamburgo, trabajando codo con codo con el director y sus ayudantes. No recuerdo que hubiera entonces mujeres en el equipo de dirección, y hoy sigue sin haberlas.

En 20 minutos y 20minutos.es no podríamos dar hoy día libre a todas las mujeres periodistas. ¡No saldrían los periódicos! Nuestra redacción es casi paritaria, hay 46% de mujeres y 54% de hombres, y muchas de aquellas están en puestos clave en la organización. La directora adjunta de 20 minutos papel es una mujer, Raquel Pérez Ejerique; la directora adjunta de 20minutos.es, también una mujer, Virginia Pérez Alonso. Hay mujeres al frente de las secciones de Actualidad, La Revista, Zona 20, Madrid, Sevilla, Murcia, Vigo, A Coruña, Asturias, en la coordinación de web…  Todas, por su valía, no por cuotas. En total en la estructura, tenemos tantas jefas como jefes. ¡Afortunadamente!

«Líbranos de la sumisión al poder, san Mariano José»

Hoy se cumplen 175 años de la muerte de Mariano José de Larra, santo patrón laico de los periodistas españoles. 

Hace mucho frío en Madrid, meteorológico y vital, pero esta tarde, como todas desde hace 111 años, un grupo de periodistas peregrinará a la tumba del santo, en la Sacramental de San Justo Pastor, y rezará este Larra nuestro, que inventó Alfredo Amestoy:

“Larra nuestro que estás en los cielos, glorificado sea tu nombre, venga a nosotros tu ejemplo y hágase realidad tu sueño de España, tanto en la tierra como en el cielo. El artículo nuestro de cada día inspíranoslo hoy y perdona nuestros plagios así como nosotros perdonamos a quienes nos plagian. No nos dejes caer en la corrupción y líbranos de la sumisión al poder. Amén.”

Hoy se cumplen 175 años de la muerte de Larra. Se pegó un tiro en la sien derecha, al anochecer. Tenía solo 27 años. Su amante, Dolores Armijo, le acababa de abandonar, pero quizás también fue porque le dolía aquella España de hace casi dos siglos como le dolería esta nuestra de hoy si la conociera.

’20 minutos’ tuvo 30 fundadores

A estas horas, hoy hace 12 años, estábamos cerrando la edición del número 1 de Madrid y m@s -el primer diario gratuito de la historia de España-, que salió a la calle al día siguiente, 3 de febrero, y al que año y medio después rebautizamos como 20 minutos. “Las hipotecas y los créditos de consumo serán pronto más caros”, decía el titular principal de la portada, con este subtítulo: “EE UU subió ayer los tipos, y hoy estudia hacerlo el Banco Central Europeo”. El segundo titular era este: “Los institutos prohíben a los alumnos el uso de móvil en clase”. La foto era del partido en el que el Atlético de Madrid había eliminado al Real Unión de Irún en octavos de final de la Copa.

Esta mañana le he preguntado a Luis Oñate, ahora director financiero de la empresa, cuántos fuimos los fundadores, y me ha traído nada menos que el Libro de Matrícula del Personal de la compañía editora, Multiprensa y Más SL. Lo tengo delante, con sus anotaciones nombre a nombre: 21 periodistas, 3 personas de distribución, 2 comerciales, 1 técnico de sistemas, una secretaria de redacción, un contable (el propio Oñate) y un gerente de la empresa, José Antonio Martínez Soler.  El diario que se iba a convertir cinco años después en el más leído de España nació, en efecto, con 30 trabajadores en plantilla. Doce años después, 10 de los fundadores seguimos trabajando aquí. Y sigue líder.