Ni hace dos semanas en el mensaje de Nochebuena ni hoy en el de la Pascua militar ha querido Felipe VI significarse sobre el panorama político que ha arrojado el 20-D. Ya se está ganando el apodo de Rey Prudente, el que tuvo su en parte homónimo Felipe II, que era Austria, no Borbón.
Hace bien Felipe VI. Los tiempos están tan convulsos, y el debate tan a la vez larvado y enconado, que el rey no puede correr riesgos propios ni de la Corona con alguna frase inoportuna que pueda ser interpretada a favor y/o en contra por tirios y/o troyanos. Harto convulsas tenemos otras instituciones del Estado como para tensar también esta, que aún está saliendo de uno de sus periodos más delicados.
La Constitución vigente le otorga al rey un papel muy concreto en la vida pública. Dice el artículo 56:
«El Rey (…) arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…»
Y el 62:
«Corresponde al Rey:
a) Sancionar y promulgar las leyes.
b) Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución.
c) Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución.
d) Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.
e) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente.
f) Expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros, conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes.
g) Ser informado de los asuntos de Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno.
h) El mando supremo de las Fuerzas Armadas.
i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales.
j) El Alto Patronazgo de las Reales Academias.
Nada dice la Carta Magna de que tenga que instar a la negociación y mucho menos al acuerdo a los grupos parlamentarios surgidos de unas elecciones, o buscarlo o propiciarlo o impulsarlo.
No enreden los poderes oscuros ni ningún otro. Dejen al rey por ahora en su papel de árbitro y moderador. Cuando empiece realmente el partido, tiempo tendrá Felipe VI de arbitrar y moderar si le corresponde. Mientras tanto, prudencia y ni barajar.