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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Antonio Palacios y el Círculo de Bellas Artes

Ayer tuve la suerte de asistir a la entrega del III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, un evento que aúna, en un maravilloso maridaje, los vinos y los libros y como todo evento debe tener un marco arquitectónico a la medida, debo reconocer el acierto de celebrarlo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, una de esas fachadas que ilustran la ciudad, que crean esa imagen que se aloja en nuestras retinas y llenan nuestras vidas de recuerdos relacionados con ella.

Foto Zabarqal, wikipedia

En mi caso -todo esto lo reflexionaba con una copa de buen vino- el arquitecto del edificio ha tenido una indirecta relación con mi vida en varias ocasiones, y con las vuestras seguro que también por muchas razones. Hace ya varias glaciaciones, en mi primera etapa universitaria, realicé un trabajo sobre los edificios de la plaza de Cibeles y descubrí que Antonio Palacios Ramilo diseñó el Palacio de Comunicaciones, comunmente conocido como Palacio de Correos y hoy edificio consistorial de Madrid. Sin duda la joya de la corona de los cuatro edificios que circunscriben a la diosa de los leones. Más tarde, durante una celebración personal, me cotillearon que la casa en la que estábamos fue diseñada por el mismo arquitecto, cosa que no pude confirmar, pero por las fechas y el estilo era perfectamente posible.

Fue, además de un grandísimo dibujante -disciplina que admiro con fervor-, profesor en la universidad y una influencia importante en sus coetáneos y alumnos, como por ejemplo en Muguruza autor del Palacio de la Prensa, edificio en el que tuvo su sede este diario 20minutos.es, y todos tenemos en nuestra retina las principales estaciones del metro de Madrid y sus accesos, esas escaleras de forja y sus templetes, que Palacios diseñó, junto con el ingeniero Otamendi.

Accesos al metro diseñados por Antonio Palacios

En la fachada del Círculo de Bellas Artes, Palacios, que fue un monumentalista ejerciente, exploró la diferenciación al exterior de los usos interiores, explicando en altura los distintos volúmenes según su función, lo que convierte esta fachada en mucho más dinámica que sus vecinas sin perder su carácter reinterpretativo de los ordenes clásicos. Bajo mi punto de vista el remate de la torre de manera asimétrica y el distinto tratamiento que hace en sus dos fachadas es un ejercicio de profesionalidad que nos enseña a los arquitectos de hoy, más que muchos libros.

De nuevo los libros, que así empezaba el post. Una manera cualquiera de cerrar el círculo, porque como muy bien dice el nombre del edificio y de la entidad, al final, quizá todas las bellas artes no pueden entenderse bien las unas sin las otras, formando un círculo sin fin.

Nota del arquitectador: En el fondo, quien gusta de la lectura y de regarla con un buen vino, busca un rincón, un lugar especial para disfrutarlo. No se me ocurre mejor razón para la arquitectura.

Arquitectura y vino

Tenía ganas desde hacía tiempo de escribir un post sobre arquitectura y vino. Las memorables obras de Gehry, Richard Rogers, Iñaki Aspiazu, Maziéres, o incluso Zaha (?) o Calatrava (???)….está bien, comencemos de nuevo.

No seré yo el que descubra la relación que en los últimos años ha habido entre las grandes bodegas y los arquitectos de postín, que con mayor o menor acierto han construido nuestras vegas vinícolas con obras sin igual. Y sobre ésto tenía yo ganas de hacer un post.

Pero siempre que lo empezaba me entraba un horrible sopor que sospechaba sería mayor en el lector, allá al otro lado del teclado, hasta hacerme posponerlo durante meses.

Cada una de esas arquitecturas -con alguna mínima excepción- ha sido conocida y difundida por su espectacular aspecto exterior. Formas y volúmenes nacidos en ordenadores de Londres o Los Angeles hechas desde miles de kilómetros para albergar los caldos mientras fermentan en nuestros cercanos terruños. No me preguntéis donde, pero hay algo que me chirría por algún sitio. No son las arquitecturas, que son por supuesto impactantes y espectaculares, ni los diseñadores de relumbrón, ni por supuesto que los vinos, ese producto del trabajo del hombre y de la fuerza de la tierra, no pueda modernizar su envoltorio, su aspecto o incluso esa capacidad de marketing tan abandonada tradicionalmente en nuestro país. No sé. Es otra cosa.

En estas estaba, cuando me invitaron a una cata de vinos en una pequeña bodega del Alto Alberche, una zona que tradicionalmente no es conocida ni por sus vinos ni por su arquitectura, y mientras el director de la bodega nos contaba con entusiasmo juvenil, como transforman esas viñas nacidas de la piedra en uvas garnachas que dotan al vino de esa fuerza que explota en las papilas gustativas y revisten nuestro animo de taninos y sabores de fruta, yo como de costumbre observaba paredes y techos, ya me conocéis.

Entrevigado construido con duelas o listones de barrica

Entrevigado construido con duelas o listones de barrica

 

Al observar aquellos entrevigados realizados con duelas -listones con los que se forman las barricas- pensé que a diferencia de otras bodegas en las que la arquitectura, el exterior, el envoltorio se ha convertido en lo importante, a veces incluso por encima del vino que cobija, en este lugar – que nadie visitará por su arquitectura – incluso el hogar del precioso caldo está construido de tal manera que te sientes dentro del proceso, dentro incluso de la barrica, mirando siempre hacia el motivo principal, el nacimiento y crecimiento del vino. Y os puedo asegurar que así me sentí, por que la buena arquitectura, como el buen vino, es la que te hace sentir, y para eso siempre hace falta algo más, de lo contrario el arquitecto se convierte en escultor.

En fin, Frank, Zaha, Richard, o incluso tu, Santi, no me lo toméis a mal, que vuestras bodegas son maravillosas, no es una crítica, es solo que esos pequeños e ingeniosos detalles constructivos salidos del espíritu humano, últimamente me hacen pensar si en arquitectura no debemos volver a replantearnos algunas cosas, desde dentro.

Nota del arquitectador: Para curiosos y  aficionados a los caldos de uva la bodega es la Bodega Garnacha del Alto Alberche en Navaluenga, Ávila.