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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Como puede caerse una cubierta de una plaza de toros?

Todos nos preguntamos tras la noticia de ayer ¿que puede pasar para que una estructura como la de la cubierta de la plaza de toros de las Ventas pueda caerse?

Mi respuesta es sencilla y rotunda: No tengo la menor idea. Y no creo que nadie en este momento la tenga.

Y lo digo por que he escuchado todo tipo de barbaridades, hipótesis, teorías y aventuradas afirmaciones, desde la incompetencia manifiesta de los técnicos, hasta la contratación a dedo de  los mismos, pasando por todo tipo de insidias sobre la nacionalidad de los que aprietan los tornillos o lo malas que son las universidades públicas y privadas que inundan el mercado de arquitectos e ingenieros que no saben hacer la O con un hula hoop. Por supuesto hay versiones sobre la mala calidad de los materiales y alguno habrá que le eche la culpa a un golpe en una mesa de un restaurante cercano en el que Chicote se desayunaba un pollo en pepitoria. Mesura amigos, mesura.

Lo primero que hacemos los técnicos cuando leemos una noticia así es dejar de respirar y echar cuentas de la última vez que cubrimos una plaza de toros. Nunca. Bien, la obra no es mía. Soplas un poco. ¿Victimas? No. Menos mal. ¿Que coño ha pasado? nos preguntamos al fin.

Hombre, no les voy a negar que cuando he sabido que la empresa no era española, pues mire usted, un poco si que he soltado los cachetes del trasero, y me ha vuelto la temperatura corporal y la respiración y el ritmo cardiaco y yo creo que incluso han subido aquellas telefónicas que me dejó mi abuelo. Por una vez, nuestro enquistado concepto de chapuza nacional no será el argumento para autodefenestrarnos. Luego he oído por la radio que la empresa montadora si que era española (ay).

Coliseo aguada de tinta de un viaje a Roma en 2010

Coliseo romano, que estuvo cubierto por toldos.  Aguada de tinta que hice en un viaje a Roma en 2010

 

Ya sea el atentado de las torres gemelas el incendio del windsorlas teorías pseudo-científicas sobre las causas de los colapsos en edificios son inmediatas y no faltan voces que se lanzan a explicar el Big Bang en los diez segundos que una televisión les ofrece, confundiendo la mayoría de las veces al que escucha o lee, pues incluso después de meses de investigación no es nada fácil a veces conocer las causas de determinados errores. Yo les invito a desconfiar de las primeras interpretaciones. Incluso de las mías, que por supuesto las tengo y las difundo entre mis íntimos para cambiarlas después si es menester, no faltaba más, ¡menudos ratos pasamos!

Lamento profundamente el suceso por varios motivos. En primer lugar por lo que afortunadamente no ha sucedido y que podía haber sido una tragedia. Seguidamente porque cada vez que algo se cae en este país  nuestra reputación como profesionales hace lo propio y entra en barrena  ya sea un árbol seco sobre la calzada, una valla solitaria o una flácida farola mal anclada. Somos unos chapuceros y no valemos para nada, nos repetimos. Ríos de tinta e interminables jornadas de barra de bar tras un chato de vino nos lo recuerdan una y otra vez. Pues no, tampoco estoy de acuerdo con tan radical y absoluto argumento.

Somos una especie que ha hecho cosas grandiosas, enormes e imaginativas obras de ingeniería, torres que desafían a las más elementales fuerzas de la naturaleza, aviones que flotan en el aire llevando cientos de pasajeros -esto no dejará de asombrarme mientras viva- trenes, funiculares, rascacielos, microchips, libros maravillosos, poesías irrepetibles, cuadros inenarrables y pequeñas acciones cotidianas que nos encumbran como reyes de la evolución. Y por supuesto cometemos errores, a veces obvios, otras veces inexplicables, siempre involuntarios y en ocasiones trágicos.

Hoy, el día en el que todo el mundo puede aludir a la chapucería nacional, al tente mientras cobro, al prohibirlo todo y al curarse en salud buscando un culpable que no sea uno mismo, yo, muy quijote, levanto mi lanza por esos técnicos o trabajadores que han cometido en algún momento un error y me alegro infinitamente de que no haya tenido consecuencias. No quisiera estar en su pellejo ni por un momento y no quiero ni imaginar la noche que han pasado. Ahora vendrán las investigaciones y sería muy bueno que los resultados de las mismas fuesen divulgados entre los que nos dedicamos a esta profesión para aprender de esos errores que podríamos seguramente haber cometido nosotros. Esa asignatura pendiente del feedback que tenemos en la piel del toro.

Nota del arquitectador: Quizá el más antiguo y conocido coso que fue cubierto sea el coliseo de Roma. Un tramado de cuerdas sujetaban un velamen radial de lino que protegía del sol a los muy aficionados romanos al griterío y las vísceras  Durante mi visita al coliseo, hordas de turistas miraban la reproducción del entablado en el que se supone que se sucedían las escenas de caza o de lucha, mientras servidor como un pasmarote miraba permanentemente al cielo imaginando aquella cubrición de tela sin conseguirlo. La próxima vez que vayas allí querido lector, intenta visualizar aquello cubierto y asómbrate.