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¿El ladrillo podría haber salvado vidas en Oklahoma?

El hecho de que los estadounidenses consideren su casa como un elemento efímero y acostumbren a cambiar varias veces su residencia durante su vida, hace que opten por una vivienda barata hecha de madera, casi de autoconstrucción, rozando el bricolaje en algunas ocasiones y desestimen la opción -más cara-del ladrillo o el bloque de hormigón. Es una solución practica y sencilla, que ofrece grandes posibilidades. Hasta que viene un tornado y se lleva por delante las casas, los colegios, y casi cien vidas.

Cuando el tornado repite lugar y castiga una misma población, como ha sucedido con el que asoló el pueblo de Moore en Oklahoma el pasado lunes, uno se pregunta si en la reconstrucción del pueblo, se tendrá en cuenta que el lobo ya tiró la casa de paja y la de barro en sendas ocasiones y se optará por la solución clásica del cuento, buscando materiales más resistentes aunque más onerosos al bolsillo del americano no pudiente. O simplemente da igual y se permitirá que una y otra vez la naturaleza se cobre su tributo a 300 km/h de helicoides ascendentes. Que Eolo tome lo que pueda durante unos minutos.

 

La ironía del ladrillo, ese término que tomamos como despectivo en nuestro país, desde que nos dio todo para luego arrebatárnoslo, podría haber salvado algunas vidas en Moore. No digo que todo se hubiese solucionado, la fuerza inmensa de este tornado habría derribado más de un muro, pero sin duda los daños hubiesen sido menores y también las perdidas humanas, las que ya no se pueden reconstruir. Aunque el bueno de Adán viniese efectivamente del  barro – como el ladrillo- tal vez no  podría costearse una casa de cerámica si se apellidase Smith y hubiese nacido en Oklahoma y pereciese en una casa automontable de madera y cartón-yeso.

No sé como rematar este post. No dejo de pensar en esas mujeres, hombres, niños, niñas, que perdieron a sus maridos, esposas, novios, novias, padres, madres o hermanos, por no poder costearse unos pocos ladrillos, esos que aquí por otras razones, nombramos con desdén. Lo normal es que los refugios, las casas, nuestro trabajo, protejan a sus habitantes. La sensación de que no pudieron hacerlo es un poco la del médico que pierde al paciente en la mesa de operaciones.

Nota del arquitectador: Admiro en muchas cosas la forma de trabajar -no la de construir- americanas. Su altísimo nivel de definición y detalle en los proyectos es envidiable y sin embargo, detrás de esos avanzados sistemas de gestión de proyectos, quedan en suspenso las mínimas garantías que debe ofrecerte una casa en un lugar donde la naturaleza es tan caprichosamente cruel. Algo está haciendo mal el Tío Sam.