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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Quién fue Miguel Fisac?

Fisac caricatura moreaSi Miguel Fisac (1913-2006), hubiese nacido en Holanda, Bélgica o Francia en lugar de hacerlo en Daimiel, hoy sería uno de esos admirados arquitectos de referencia que pueblan las paginas de los libros de arquitectura. Y no es que sea precisamente un desconocido, no, pero sería también admirado en su justa medida.

Un servidor, que no es precisamente un mitómano, suele desconfiar de esas estrellas que brillan en el firmamento de la arquitectura y a veces incluso se permite poner en duda el valor de ciertas obras de referencia de los grandes popes de la arquitectura contemporánea  Y, créanme, no lo hago por esnobismo ni por llamar la atención, es solo que aún hoy me cuesta trabajo comprender como una casa en mitad de una cascada, puede estar integrada en el paisaje.

Pero Miguel Fisac es para mí, además de un gran referente de la arquitectura, un hombre al que admiro y al que me hubiese gustado conocer. Su vida fue un continuo investigar en el uso del hormigón armado, elemento que centró su producción profesional y sobre el que hizo autenticas innovaciones como por ejemplo los moldes textiles para darle formas más orgánicas y menos rígidas.

balcon

Portada de la casa de Miguel Fisac en Almagro, realizada en hormigón encofrado con moldes flexibles.
 

Una de las tristezas más grandes que se me ocurren como profesional es que un edificio en el que has puesto tu cariño, tu trabajo y tu tiempo, sea demolido y no dure más que tu. Miguel Fisac, tuvo que sufrirlo con el conocido edificio La Pagoda de Madrid, una obra que habría sido de referencia en cualquiera parte del mundo y que aquí se llevo por delante la política y la piqueta. Miguel Fisac nunca puso el grito en el cielo por ello.

Supo alejarse de la natural tendencia del diseñador hacia las formas ampliando el espectro de su trabajo hacia la optimización de las estructuras, consiguiendo por ejemplo las vigas más largas de la época en Europa o el montaje de vigas de gran longitud a partir de piezas prefabricadas basadas en las vértebras de animales.

Hace unos años, llamé a la puerta de su casa en Almagro, Ciudad Real, y su mujer, una anciana verdaderamente encantadora, me abrió como si estuviese esperando en cualquier momento una visita. Me ofreció, al ver mi interes en su difunto marido, pasar a ver su casa, su despacho y sus cuadros. Fisac, que era un hombre profundamente espiritual- lo cual le trajo no pocas complicaciones en vida – terminó su vida alejado de las organizaciones religiosas a las que perteneció  (fue miembro del opus Dei, que inició con Escrivá de Balaguer y luego abandonó, cayendo en desgracia sus encargos profesionales durante muchos años). Sin embargo, en su casa, en el precioso y humilde patio manchego que la ilumina, un rincón le estaba reservado, un rincón donde él decía que podía sentir la energía. Si no puedo describirlo debidamente, sí puedo decir que pude respirar la paz en aquel lugar. Tras el arquitecto genial, el personaje, el hombre.

Aquella casa, con ciertos detalles que la hacen verdaderamente singular en su sencillez, es un casa manchega. Con el sello de Miguel Fisac y su legado desde la misma puerta, pero sin perder la esencia de la arquitectura vernácula de la comarca. Los huecos cubiertos con una verja exquisita, que solo si se mira detenidamente muestra su procedencia y su autor, pero que pasa desapercibida para el paseante habitual.

Os confesaré que suelo ir por allí a menudo. Paseo los domingos por la mañana y distraídamente mis pies me llevan hacia la puerta de la casa de Fisac y observo con deleite el trabajo bien hecho de un hombre cuya visión de futuro me ha marcado.

«Tenemos una deuda con la naturaleza y la acabaremos pagando», dijo Miguel Fisac. De alguna manera, también tenemos una deuda con Fisac, ésta es mi pobre manera de pagársela.

Nota del arquitectador:  No pienses, amable lector, que es la última vez que hablaré de Fisac. Sus cuidados edificios tendrán reflejo en este blog en el futuro, pero por hoy solo las anécdotas. Y que Fisac sepa perdonarme por esa caricatura que le hice en su día.