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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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El edificio que come humo

Mira que uno ha visto y leído cosas sobre esto de la construcción y la arquitectura. Escaleras que suben y se encuentran con un muro cerrado, edificios en los que lo importante no es la forma o el uso sino el recorrido, formas estelares, volúmenes de escalas gulliverianas -mi palabra inventada de hoy, no olvidemos que soy arquitecto- pero lo de los edificios que digieren humo, aún no me entra en la masa gris, no sé si por lo mermada que debe andar la mía o por lo elevado del concepto.

Traigo el caso aquí por la fachada de este edificio, que según sus autores, y debido a una reacción química que se produce en su piel bañada en dióxido de titanio, disocia el esmog o contaminación ambiental en alta concentración del que disfrutamos en las grandes ciudades en CO2 y agua.

Odio la química desde que supe de su existencia. No me gusta que un inocente líquido disuelva las características de un honorable sólido, ni que dos componentes se unan y cohabiten para desaparecer y convertirse en otra cosa. Me produce intranquilidad, incertidumbre, temor a tocar una pasta humeante con la punta de los dedos y convertirme en moléculas flotantes en un éter universal que aún no ha sido descubierto. He dedicado mi vida a estudiar cosas concretas, tangibles, mensurables, sólidas, a dibujar lo intangible, a grafiar los esfuerzos, los momentos y los torsores de una viga o una cercha. Cosas que se entienden, coño. Y todo para que ahora, un revestimiento convierta nuestro mundo en una reacción química que mute un tóxico en otro. Porque digo yo que el CO2, del que pretendemos librarnos a cualquier precio no es el objetivo a conseguir. En fin, no entiendo nada, pero sé perfectamente que es debido a mi obstinada cerrazón ante la química y la desazón que me produce la mutabilidad de las cosas.

Sin embargo, y dado que en ciudades como México el esmog o smog, esa niebla contaminante que se queda en las capas bajas de la atmósfera por aquello de las presiones, es un auténtico suplicio para sus habitantes, entiendo que sea un adelanto importante el hecho de que se consigan avances de este tipo, aunque si en lugar de convertirlo en dióxido de carbono lo convirtiéramos en zarzaparrilla, costillas adobadas o billetes de quinientos, el adelanto estaría al nivel de la rueda, la maquina de vapor o el cortapelos de las orejas.
Y es que, como decía la zarzuela, la ciencia avanza que es una barbaridad.

 

Nota del arquitectador: Dejo al sufrido lector que coloque en los lugares de este texto que prefiera los símbolos de «ironía on» e «ironía off», a ver quién acierta.