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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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El falso mito de los edificios inteligentes

Cuando uno duda de que la inteligencia humana esté suficientemente extendida entre la especie, eso de que un edificio sea calificado como inteligente, me llama la atención. Sí, eso es, me pone de los nervios.

Desde que era adolescente llevo oyendo hablar del meteorito que destruirá la tierra, de las profecías de Nostradamus, de la muerte de Fidel Castro y de los edificios inteligentes, y salvo la muerte del barbudo (1), no hago más que desear fervientemente que sucedan, especialmente lo de los edificios inteligentes.

edificio inteligente

Es cierto, que la tecnología ha avanzado hasta determinados límites, que nos dan el poder -a nosotros, los usuarios de los edificios- de controlar y mejorar los rendimientos y los consumos de nuestros hogares o lugares de trabajo, que podemos apagar o encender a voluntad los elementos de instalaciones o incluso programarlos para que lo hagan en función de temperaturas, o condiciones climatológicas determinadas. Les ponemos a los edificios cada vez más botones, relojes, temporizadores, contadores de energía….pero ¿de verdad ésto hace del edificio un lugar mejor para vivir?

Pues no necesariamente. Durante una de las obras en las que participé hubo un asunto que nos ocupó durante muchas horas de sesudas discusiones entre los diseñadores, promotores y ejecutores de la obra. Se planteaba la posibilidad de que el usuario de un edificio de oficinas tuviese en la ventana de su puesto de trabajo un led o indicador luminoso que señalizase la conveniencia o no de abrir la ventana para mejorar la climatización del edificio. Es decir, una luz roja cuando no debías abrir la ventana para aprovechar la inercia térmica del ambiente interior o cuando, en función de las condiciones de temperatura y humedad del interior y el exterior, fuese incluso conveniente abrirla para renovar sin ningún tipo de consumo energético el aire del edificio.

Después de muchas reuniones y consultas se decidió no hacer nada, no colocar dichos leds, pues pudimos comprobar como los usuarios de los edificios de oficinas precisamente lo que querían era poder interactuar de manera directa con la ventana, con su libertad de abrir o cerrar a su antojo, incluso a costa de sacrificar las mejores condiciones de consumo del edificio.

Esto, muchas veces, hace que los diseños de los edificios de oficinas presten escasa atención a la capacidad de los usuarios de interactuar, obligando a los sistemas de control a que sean estrictamente las condiciones climatológicas y el ambiente interior del edificio los que determinen su funcionamiento y haciendo desaparecer esos antiguos sistemas on/off en los que el usuario podía a su antojo conectar o apagar la climatización, la calefacción o modular el termostato. Ahora, será ese edificio «inteligente» el que lo haga por ti. ¿A que ya no suena tan bien lo de edificio inteligente?

Y vaya por delante que así debe ser. Pero a lo que iba, que me disperso, debemos empezar a hablar de automatización programada de los edificios o funcionamiento preestablecido, o programación del confort y la seguridad, pero dejar de hablar de «inteligencia» en los edificios, al menos mientras no seamos capaces de demostrar la inteligencia del ser humano.

(1)Nota del arquitectador: Vaya por delante que «barbudos» era el nombre con el que se denominaban a los revolucionarios cubanos allá por 1956. Ésto, como el trasfondo del post, es una cuestión semántica, pero que tiene mucha importancia, pues la arquitectura, como tantas otras cosas, no es más que una cuestión de lenguaje.