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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Necesitamos arquitectos geniales?

Sabemos que el deseo de invadir Polonia procede de los acordes wagnerianos, y que una sevillana y un rebujito lo convierten a uno en señorito andaluz por un día. Es de todos sabido que la música amansa a las fieras y que los niños se duermen con canciones, que la gente se frota en la ducha a ritmo de Joe Cocker y en los semáforos cree pilotar el Halcón Milenario por un campo de meteoritos mientras tararea una banda sonora de los ochenta. La música es así, nos invita y nos acerca a todo tipo de actitudes y postureos. Y entre ellos, algunas músicas nos invitan a coger un lápiz y dibujar, a proyectar nuestros deseos en vidas no vividas, hechas trazo y papel.

Todo esto -y algunas cosas más- las pensaba este arquitectador ayer por la noche, cuando tras terminar el servicio habitual de búsqueda pertinaz del cliente, me deje llevar silbando entre peatones y semáforos hasta el concierto que el saxofonista Joshua Redman ofreció en el teatro Lara de Madrid.

Joshua Redman en el teatro Lara de Madrid

Joshua Redman en el teatro Lara de Madrid

Recordaba durante el trayecto, que mientras estudiaba arquitectura, un buen día y sin venir a cuento, harto de reinventar la rueda cada día para que mis profesores no me machacaran en las correcciones de proyectos, me descubrí a mí mismo explorando la web de una tienda de instrumentos musicales y pulsando el botón  buy sobre un brillante e hipnótico saxo tenor.

-Oye, que lo mismo me compro un saxo– le dije a mi mujer, como el que dice que se va a bajar la basura.

Ya. Hay que comprar huevos -me respondió.

Aquella metáfora sobre la ausencia de material testicular era a todas luces errónea  pues desde poco después, en los descansos de mi trabajo y para deleite (?) de vecinos y allegados, este que suscribe agarra el chisme en cuestión y lo sopla hasta que las ideas acuden a su cabeza, que no creáis que llenar un plano cuando está en blanco es tarea fácil, como no lo es llenar un tiempo de sonidos y acordes dentro de una armonía.

El caso es que mientras escuchaba emocionado al bueno de Joshua, empeñado en demostrarme que jamas sacaré un sonido la milésima parte de bueno de mi dorado instrumento, comprendí que -para la mayoría de nosotros- no se puede ser tan bueno como el Corbu o como Wright, no se puede ser un Aalto o un Neutra, no podremos alcanzar a entender a Moneo o a Rogers y de la misma forma que precisaría interpretar durante unos 487 años para lograr una sola nota que emocionase, también necesitaría varios siglos para llenar un plano con unas ideas lo suficientemente buenas como para impresionar o innovar. Y probablemente ni siquiera el tiempo me hiciese lograrlo. Todo ello por una razón  Joshua Redman, Le Corbusier, Wright y tantos otros, han sido unos genios en lo suyo. Han trabajado como bestias, han dedicado una vida entera, han llenado minutos de música y emociones, han cubierto planos y espacios con volúmenes increíbles y lo han hecho en gran medida por que tienen unas características especiales.

Yo, como millones de aficionados a tocar un instrumento, soy un tenazas. Yo, como la mayoría de arquitectos del mundo, no firmaré obras de revista. Pero aspiro -y a veces creo conseguirlo- a dejar satisfecho a un cliente, a una sonrisa y un guiño cómplices cuando ve su casa terminada, al igual que veo la sonrisa de los amigos disfrutando cuando vienen a un concierto y sus pies tabletean contra el suelo a ritmo de la música.
Todo eso, tan cotidiano, es nuestro éxito, y lo que nos emociona y nos hace seguir en nuestro trabajo, y en nuestros hobbys. Nos emociona tanto como escuchar al increíble Joshua o contemplar las obras del Corbu.

Que no nos falten los genios. Los necesitamos.

Iglesia de Ronchamp. Le Corbusier. Foto wikipedia.

Nota del arquitectador: Los genios son necesarios. Para nosotros, que somos sus imitadores. Pero la sociedad necesita, sobre todo, arquitectos trabajadores, que busquen que el cliente tenga el proyecto que desea y que se lleve a cabo. Porque por mucho que a este arquitectador le guste el paralelismo música-arquitectura, no son, no pueden ser lo mismo.

 

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