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Alemania: recaídas y aniversarios

El copresidente de AfD Alexander Gaulan, durante una convención de la formación ultraderechista de cara a las elecciones europeas, en Riesa, Alemania. FILIP SINGER / EFE

El auge de la extrema derecha en Alemania, que ayer conmemoraba una negra efeméride, tiene resonancias distintas de las que emanan de otros países que también padecen esta infección. Y a muchos nos ha producido consternación comprobar que en las elecciones del domingo en los länder de Sajonia y Brandenburgo, dos estados federados alemanes que pertenecieron a la antigua RDA y que padecieron por tanto la dictadura del ‘socialismo real’, han escalado puestos, hasta el segundo lugar en ambos estados, los ultraderechistas de Alternativa para Alemania, una emanación de la CDU que, aunque trata de desmarcarse de la extrema derecha, mantiene un discurso xenófobo, antieuropeísta y ultraconservador, y ahora trata de adueñarse de los ideales de los alemanes del Este que lucharon, y pagaron un alto precio por ello, por conquistar las libertades inherentes a sus posiciones democráticas y liberales.

Por fortuna, el drama no ha sido todo lo grave que amenazaba ser, ya que algunas encuestas había augurado que la AfD conseguiría la victoria en ambos länder, enlos que vive apenas apenas el 12 % de la población alemana (aunque con Turingia, que va a las urnas pronto, representan el sentimiento político oriental tras la reunificación). No ha sido así, y el SPD mantiene el liderazgo en Brandenburgo al igual que la CDU en Sajonia, pero en ambos los ultraderechistas han más que duplicado su  representación y forzarán seguramente la formación de una gran coalición CDU-SPD, lo que, aunque aisladamente no es nocivo, cuando se vuelve sistemático desvirtúa el pluralismo ya que deja de haber en los parlamentos dos opciones alternativas plenamente constitucionales. Una parte de la grandeza de la democracia estriba en la convicción de que los problemas políticas no tienen una única solución posible.

Cono es conocido, mientras en el Este de Alemania se producía esta inquietante deriva este domingo, se cumplía el octogésimo aniversario del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia por los tanques de Hitler el 1 de septiembre de 1939, cinco meses después de la victoria de Franco en la guerra civil española. El futuro Alto Reprensentante para la Política Exterior y la Seguridad, Josep Borrell, asistió a los actos en memoria de aquel terrible suceso, en los que el presidente de Alemania pidió perdón al de Polonia por aquella flagrante agresión. Y nos encontramos a menos de dos meses del trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín.

Por ello, a la hora de los balances políticos en Alemania, a caballo de la Historia y del presente, el auge de la extrema derecha produce zozobra e inquietud, y nos interroga sobre la memoria que debería ser el gran aliado de la cordura en el presente y el futuro de Europa. Además, la superior y creciente implantación de AfD en el Este con respecto al Oeste demuestra que sigue existiendo una fractura sin soldar entre las dos Alemanias, lo que produce también intranquilidad porque la UE necesita la “locomotora” saludable y sin complejos internos que la debiliten

Porque en definitiva, cuando todos estos acontecimientos —la Segunda Gran Guerra, la caída del Muro y la guerra civil española— parecían haberse quedado en los anaqueles polvorientos de la historia, rebullen en Europa movimientos antiinmigratorios, algunos organizados por los propios gobiernos —como en los países del Grupo de Visegrado y en la Italia de Salvini, que felizmente periclita—, y otros postulados por nuevos y no tan nuevos partidos radicales y xenófobos, que inevitablemente evocan aquel odioso supremacismo que llevó al mundo al delirio y a la gran inmolación. Ojalá los presagios no se confirmen y la cordura se mantenga, a pesar de las divagaciones que recrean aquellas penosas experiencias.

El ‘cordón sanitario’ en Europa y en España

Matteo Salvini y Marine Le Pen

Salvini y Le Pen. EFE.

Tras las elecciones europeas recién celebradas, los grupos parlamentarios popular, socialista, liberal y verde —los cuatro principales del Parlamento Europeo- han acordado ya un cordón sanitario que impide al grupo político Identidad y Democracia (ID), formado  por los partidos de Matteo Salvini (Liga) y Le Pen (Ressemblement  National), obtener la presidencia de sendas comisiones de la Eurocámara que uno y otro ambicionan  y, en general, para evitar que estas formaciones de extrema derecha consigan influir en el funcionamiento de la cámara europea, teórica residencia de la soberanía del Viejo Continente.

Lo curioso del caso es que el Grupo Popular del Parlamento Europeo del que es vicepresidente el popular español Esteban González Pons mantiene una beligerancia activa en este asunto. Y el político español está a la cabeza de los partidarios de la exclusión, según se desprende de sus propias declaraciones: “Estaríamos locos —ha dicho textualmente—  si permitiéramos que dirigieran las instituciones quienes quieren desintegrar la Unión Europea”.

De momento, VOX no ha sido objeto de aislamiento en el marco europeo ya que, tras sopesar las diferentes ofertas de encuadramiento, se ha incorporado al grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), del polaco Jaroslaw Kaczynski; sin embargo, fuentes internas del Parlamento Europeo han asegurado que, en este caso y en el futuro, las organizaciones integrantes serán tratadas según cuál sea su posición real en el día a día. Y todo indica que los grupos parlamentarios están observando con atención cuál es la conducta de VOX en España para actuar en consecuencia.

Las exigencias de la ultraderecha

De momento, va siendo conocido que las exigencias que la formación de Abascal plantea para prestar su apoyo a las fuerzas conservadoras en las comunidades autónomas tratan de limitar los derechos LGTBI, pretenden recortar las medidas humanitarias de atención a la inmigración, ven con desagrado las políticas de género en defensa de la integridad de la mujer y de su integración en plena igualdad, etc. Asuntos muy sensibles que en el Parlamento Europeo no serían asumidos en absoluto.

En definitiva, va a ser muy difícil de entender que el Partido Popular y Ciudadanos participen con ímpetu en el cordón sanitario contra la extrema derecha en Europa –una práctica que se desarrolla desde hace décadas en algunos países como Francia- y se entiendan a las mil maravillas en España con las mismas formaciones que han sido anatematizadas en Bruselas. A medio plazo, la paradoja no será sostenible, y o bien VOX cede en sus pretensiones y se convierte en algo así como una derecha ‘dura’ susceptible de reingresar en el PP, o su relación con la derecha democrática resultará perturbadora para ambas partes.

No hay que llamarse a engaño a este respecto: la canciller Merkel, que aunque está de salida sigue representando los valores genuinos de la derecha democrática europea, está manteniendo con estricto rigor en todas las elecciones regionales y locales el  cordón sanitario frente a Alternativa para Alemania (AfD), que es la versión alemana actual del populismo de extrema derecha. En un asunto tan central, no puede haber medias tintas ni componendas. Y así deberían verlo quienes pronto serán conminados a tomar partido y a hacer definiciones.