Como todos los viernes, aquí tenéis un nuevo capítulo del folletín animalista. Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad. Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.
CAPÍTULO 18:
Al regresar a casa la noche anterior, tal y como Mal había predicho, su madre estaba esperándole y aquel tipo de la camisa azul había desaparecido, pero Martín no había querido sentarse a tener una charla. No era el momento, necesitaba dormir, reiniciarse como un ordenador que se hubiera bloqueado. Ya habría tiempo de hablar. Cuando el domingo sonó el despertador a la hora habitual para acudir a la protectora, seguía sin tener ganas de charlar, así que se levantó procurando hacer el menor ruido posible para salir sin ser interceptado y poder así aplazar la conversación pendiente. Tendría que haber imaginado que era misión imposible. Ella había madrugado aún más que él y estaba en el salón matando el tiempo en su móvil, esperándole. Tal vez también intercambiándose mensajitos con su novio barbudo, pensó contrariado.
– Buenos días. Tienes café recién hecho para que esa pasta de galletas que te fabricas esté algo mejor – se limitó a decir antes de volver al móvil. Logan, convertido en un inmenso cojín con forma de donut negro que dormía a su lado en el sofá, despertó y sacudió la cola para saludar al chico.
– Vaya, veo que la culpabilidad no te ha alcanzado para hacer tortitas – quiso bromear Martín para quitar hierro a la situación. Su madre dejó el móvil a un lado y dio unas palmadas en el sofá, a su lado.
– Ven aquí Bruce Willis, que sabes que tenemos que hablar. ¿O prefieres hacerlo después de desayunar? –
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