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Los que no recogen las cacas de sus perros son unos guarros, los que tiran colillas también y además contaminan

(GTRES)

Las cacas de nuestros perros no deben dejarse en la calle. Por supuesto. Aquel que lo hace es un guarro y nos hace un flaco favor a los que reivindicamos que nuestros animales accedan a más lugares con nosotros, para compartir nuestro ocio y nuestras tareas.

Lo he dicho y vuelto a decir desde este blog varias veces. Y probablemente me vuelva a repetir porque es necesario:

Pero las colillas, que no son biodegradables y sí muy contaminantes, tampoco deberían dejarse caer sin más. Aquellos que lo hacen también son unos guarros. Y voy a empezar a no callarme cuando lo vea.

Eso sin contar con el riesgo de incendio que entrañan y que están asociadas a una adicción nociva para la salud de los fumadores y para los que les rodean.

Si los cigarrillos aparecieran de nuevas hoy día, serían un producto que se prohibiría. Solo está ahí porque apareció en determinado momento histórico y por el andamiaje que se montó a su alrededor. Ojalá llegue a verlo erradicado de verdad antes de dejar este mundo.

Hoy es noticia que unos 4,5 billones de colillas, la primera fuente de basura del mundo, acaban en el suelo al año.

Cada año se consumen 6 billones de cigarrillos, de los cuales un 64% acaba en las calles, parques, ríos, bosques o playas. «Estos restos contaminan más que los envases de alimentos, botellas y otros plásticos», ha señalado José Ignacio de Granda, coordinador del Área de Tabaquismo de SEPAR. Alerta también del impacto de este tabaquismo «de cuarta mano», detrás del consumo directo (primera mano), el tabaquismo pasivo (segunda mano) o los restos que el humo del tabaco deja en zonas donde se ha fumado (tercera mano).

Este experto ha recordado que los filtros de las boquillas de los cigarros acumulan parte de los componentes nocivos del tabaco y los libera en contacto con el agua, lo que supone una «grave amenaza para la biodiversidad» dado que esta contaminación puede acabar afectando a la cadena alimentaria.

Ante esta situación, desde SEPAR alertan a las autoridades sanitarias que tomen medidas frente a este problema y recuerda que algunos países como Australia o Nueva Zelanda tienen papeleras específicas para colillas mientras que algunas ciudades como París tienen multas específicas para quien las tira al suelo.

Asimismo, proponen obligar a la industria tabaquera a informar de los efectos nocivos de tirar las colillas al suelo o a hacer filtros biodegradables, una idea que no ha cuajado del todo porque parece no tener un sabor muy atractivo para los consumidores.

Sí, los dueños de perros que no recogen sus deposiciones son unos guarros y unos incívicos. Igual que son unos incívicos los que se despatarran en el metro, o no ceden sus asientos a las mujeres embarazadas o los ancianos, o los que se cuelan en las colas, o los que dejan los restos de sus meriendas en playas y campos, o los que hacen ruido a deshora.

Al final la cuestión no va a ser de dueños de señalar a los dueños de perros, los fumadores, los excursionistas o la gente que viaja en Metro, sino de señalar a aquellos sin educación, sin respeto por los demás, a los que la convivencia les resbala mientras anden calientes.

Hay gente flexible y que procura vivir en sociedad sin molestar, preocupándose de los que le rodean. Y hay gente que no. En ambos grupos los hay que tienen perro. En ambos grupos los hay que fuman. Incluso con frecuencia son los mismos.

Y traer a colación que haya cacas de perro en las aceras cuando se denuncia un caso terrible de maltrato animal es como que se protestara ante una noticia de que falta investigación para contrarrestar el cáncer de pulmón aduciendo que hay muchos fumadores que tiran colillas al suelo. Un sinsentido.