Igual que en verano no podemos dejar al perro en el coche, con frío polar no debe estar a la intemperie

(EFE/Biel Aliño)

He hablado en el pasado en varias ocasiones de las precauciones que hay que tener con nuestros animales de compañía durante las olas de calor a las que estamos más que acostumbrados en nuestro país. Jamás me había planteado aconsejar qué hacer en caso de hipotermia, cómo reconocer los primeros síntomas, porque no es algo que solamos necesitar saber. Pero 2021 ha venido cargado de nieve, frío y hielo, así que ahí vamos con cómo reconocer la hipotermia y actuar ante ella.

Pero antes de entrar en cómo percatarnos de si hay hipotermia y reaccionar en consecuencia, es vital evitar que se produzca. Por eso el primer texto que publiqué en este blog tras la llegada de Filomena estaba lleno de recomendaciones para salir con nuestros perros a la nieve con seguridad.


Me falto comentar algo muy importante, sobre todo estos días que la nieve y las risas han dado paso al frío de récord y el hielo. Igual que para que nuestros perros no tengan golpes de calor recomendamos todos los veranos hasta el hastío que no se les deje en el interior de coches, con frío polar no deben estar a la intemperie a menos que se trate de un mastín del Pirineo o cualquier otra raza especialmente preparada para afrontar bajas temperaturas. E incluso perros así, grandes, genéticamente habituados al frío y con doble manto de pelo, agradecerán descansar en un sitio cómodo y cálido, que una cosa es sobrevivir y otra muy distinta vivir.

Estos días me he estado acordando de los perros de patio, finca y polígono. Esos perros que en viviendas familiares, terrenos y zonas industriales aguantan en el exterior, sin tener apenas más refugio que una zona techada, un garaje sin calefacción o una caseta más o menos decente. Los que tienen peor suerte, viviendo además encadenados. Ningún perro merece una vida así, sobre todo a estas alturas del siglo XXI en el que hay tantas opciones mejores como alarma de seguridad. Pero con los efectos de Filomena encima, mucho menos. Los habrá que ya hayan muerto o morirán, y no nos enteraremos. Los habrá que sobrevivirán tras demasiado sufrimiento.

Por las redes ha estado circulando esta tabla de hasta qué punto nuestros perros aguantan el frío elaborada por Dirección General de Derehos de los Animales. Muy útil para darnos cuenta de que las mínimas que trae Filomena los pone en riesgo a todos. Y ojo con ella, que en los animales que no están acostumbrados, el frío muerde con mas saña; y el tamaño es importante, pero casi más lo es la raza y el pelaje, que un husky y un galgo pueden tener el mismo tamaño y el segundo puede tener el aguante al frío de un chihuahua. Además, la edad también es un factor de riesgo (los cachorros y ancianos toleran menos el frío).

 

 

Según la veterinaria de Kivet (Kiwoko) Ana Ramírez «los signos más comunes de la hipotermia son temblores, cansancio, extremidades rígidas, palidez de encías, respiración superficial, pupilas dilatadas o estupor». Si nuestro perro o gato los presenta lo que hay que hacer inmediatamente es «resguardarlos en un lugar cálido y seco; aplicar sobre el tronco fuentes de calor (bolsas de agua caliente, bolsa de semillas, secador del pelo, etc.), protegiendo su piel al aplicar calor con una manta o toalla, y acudir en cuanto sea posible al veterinario».

Eso para perros y gatos, en roedores o conejos «los signos leves son temblores, rigidez en las extremidades, inactividad, hocicos y orejas frías. En casos más graves suelen presentar pérdida de apetito, depresión, desorientación o pérdida de consciencia». Con estas pequeñas mascotas la experta recomienda mantenerlas alejadas de las corrientes de aire, tapar la jaula por la noche con una manta o toalla; extremar la higiene de las jaulas «ya que el heno se humedece más en condiciones de frío» y proporcionarles siempre una casa de madera o plástico con heno para que puedan protegerse del frío.

Filomena hace que las protectoras de animales necesiten más ayuda que nunca

Haciendo frente a la nieve, el frío y el hielo, los voluntarios y trabajadores de las protectoras, los alimentadores de las colonias felinas, están haciendo lo imposible para que a los perros y gatos a los que dan refugio o intentan facilitar la dura vida en las calles no les falte alimento y cobijo en este tumultuoso arranque de 2021.

Para ellas hiela sobre nevado. Ya la pandemia estaba dificultando su labor, y ahora ha llegado el temporal a ponerles las cosas aún más complicadas.

Agradecerles su esfuerzo se queda corto. Necesitan nuestra ayuda, tanto aquellos cuyas instalaciones han resistido como otros en los que Filomena ha causado estragos. Una ayuda que puede llegar de muchas formas. Podemos donar, desde dinero hasta mantas, alimento o tiempo. Una mayoría de las protectoras de las zonas afectadas por la borrasca necesitan ayuda para eliminar nieve y hielo de instalaciones y accesos.


También casas de acogida para los animales más necesitados, como los más jóvenes, pequeños, convalecientes o ancianos, que son más sensibles al frío. Ser casa de acogida es enormemente satisfactorio, basta con contactar con la protectora más cercana.

Y como os contaba en mi anterior post, podemos acercarnos a las colonias controladas a liberar o habilitar refugios y dejar alimento. Y no solo los perros y gatos sin hogar necesitan auxilio. También podemos echar una mano alimentando a las aves urbanas que se están muriendo de frío. Mi compañero César Javier Palacios explica en su veterano y recomendable blog La Crónica Verde cómo hacerlo.

Mirad lo que cuentan las protectoras ACUNR, PROA Y APAP Alcalá, ejemplo de historias similares que se repiten en todas las asociaciones de las zonas afectadas por Filomena.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de PROA (@protectora_proa)

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de APAP ALCALÁ (@apapalcala)

La Dirección General de Derechos de los Animales ha hecho estas recomendaciones a ayuntamientos y comunidades, recursos de emergencias y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para que se tenga en cuenta a los animales y mencionando a las protectoras y colonias felinas:

Por otro lado, Filomena se irá, pero la ayuda seguirá resultando necesaria, como lo venía siendo anteriormente. No nos olvidemos de apoyarles con el deshielo de nuestros pueblos y ciudades.

Termino trayendo a este blog dos perros ancianos de las protectoras madrileñas ANAA y ACUNR que necesitan acogida urgente. El frío de estos días, a su edad, no es el mejor compañero. Los perros mayores son excelentes compañeros, calmados, educados y agradecidos. Valgan Ari y Bichejo como embajadores de los animales mayores que, en todos los refugios, merecen su segunda oportunidad en forma de rincón cálido y caricias.

Ari se encuentra triste y desubicada, después de pasar aislada en una perrera muchísimo tiempo ahora se tiene que acostumbrar a la vida en el albergue y le está costando, es una perrita que demanda mucho cariño y mimos y necesitamos encontrar cuanto antes un hogar para ella donde pueda descansar y recibir por fin el cariño y la atención que nunca ha tenido. Contacto:  acunrmadrid@gmail.com

Los gatos de la calle necesitan nuestra ayuda para sobrevivir a Filomena

Los gatos no saben apañárselas en la calle, los gatos se limitan a sobrevivir como pueden en la calle. Si esto es así normalmente, imaginad lo que deben estar pasando en estos momentos de frío, hielo y nieve los gatos que no tienen un hogar desde el que observar resguardados la nieve caer.


Han visto sus refugios sepultados por la nieve, con el alimento escaseando o completamente desaparecido. Incluso aquellos que tienen más suerte y están en colonias controladas están sufriendo. Aunque hay gestores de colonias esforzándose para seguir alimentándolos y habilitándoles refugio (aplauso cerrado para todos ellos), no todos los voluntarios están pudiendo llevar a cabo su labor. Necesitan nuestra ayuda, si es que resulta seguro para nosotros dársela.

Es buena idea ponernos en contacto con los gestores de colonias para ofrecerla. ¿Cómo podemos ayudar a colonias callejeras cercanas, aunque no sepamos quién las gestiona o si las gestiona alguien? Pues la prioridad es el refugio y el alimento, pero también dar una acogida temporal a estos animales. Ahora y en los días venideros. Igual que necesitan y seguirán necesitando aportaciones, de dinero, alimentos o enseres.

Comparto aquí las palabras de Amanda Romero, Concejala del Grupo Municipal Más Madrid y amante de los animales:

Si podéis hacerlo con seguridad, os animo a preparar ayuda para los animales de la calle. En casa ya estamos haciendo refugios, os dejo ideas: con listones de madera, transportines, areneros, cajas, cajones, muebles viejos, mantas, toallas, ropa vieja, sacos de dormir viejos… Lo que se os ocurra. Impermeabilizad con bolsas de basura o de plástico, asegurad que no puedan quedar atrapados, pensad bien dónde colocarlo para que no haya peligro. Podéis poner un mensaje explicando a vuestros vecinos y vecinas que se trata de una medida de emergencia y que lo retiraréis cuando pase el temporal para que nadie se incomode. Aún así, es importante colocarlo en lugares discretos y seguros donde no molesten.

Es importante proteger el alimento con alguna cubierta para que no se llene de nieve, mejor pienso que comida húmeda para que no se congele. En los contenedores de mercados y supermercados podéis encontrar cajas de las del brócoli, esas blancas impermeables de poliestireno. También estamos hablando con nuestras vecinas para recopilar materiales y hacerlo juntas.

Os animo a inventar lo que podáis con lo que tengáis en casa para bajar refugios a las zonas de vuestros barrios donde haya animales. El alimento es crucial pero el refugio también. Muchos animales no soportarán las temperaturas tan bajas de estos días. Gracias, ánimo y solidaridad

Por último, pero no menos importante: conviene recordar que los gatos buscan el calor del motor de los coches en días así, así que es importante dar un par de golpes, unas leves patadas a las ruedas delanteras o a la chapa o tocar levemente el claxon, para asegurarnos de no acabar con una vida al arrancarlo.

Cuidado con la nieve y los perros

A los perros, como a las personas, la nieve les genera dos reacciones. Los hay que adoran jugar y saltar sobre ella, que incluso a una edad avanzada vuelven a ser cachorros juguetones sobre el manto blanco. También los hay, como a la que tengo yo ahora que es almeriense hasta la médula, que huyen de ella, que recelan de ese agua congelada, y prefieren permanecer al calor del hogar. Para muchos perros estos días van a ser los de descubrir la nieve por primera vez. Y en los que nosotros también averigüemos si les entusiasma o les repele. No fuerces las cosas si ves que no es lo suyo.

Pero tanto con unos como con otros hay que bajar a la calle a que hagan sus necesidades, incluso a que se ejerciten un poco. Con todos hay que ser prudentes. La nieve puede ser muy divertida, pero ante el menos riesgo, mejor quedarse en casa y salir al exterior lo mínimo imprescindible y en lugares seguros, que los árboles pueden vencerse con el peso acumulado o el suelo resbalar. Lo más importante es nuestra seguridad.


Pese a que todos los canes, por regla general, soportan mejor el frío que el calor excesivo y un paseo por la nieve no debería suponer ningún problema, conviene tener en cuenta algunas sencillas recomendaciones para evitar sustos:

Lo que más hay que vigilar son las patas.
Antes de salir de casa conviene frotar las almohadillas de las patas, sin duda la parte de su anatomía que más puede sufrir, con aceite corporal (también hay productos específicos y botines para perros, pero si no los tenemos no es plan de hacer venir al señor de Amazon con la que cae). De regreso al hogar, toca limpiar bien las patas con agua tibia y sécarlas a conciencia. Al menor síntoma de cojera, hay que acudir al veterinario. Si ha podido pisar sal o anticongelante (que es muy tóxico), hay que evitar que se las chupe.

Además, hay que tener especialmente cuidado con perros de tamaño pequeño, con los de patas cortas que tengan muy pegada la barriga al suelo y con razas frioleras. No es mala idea llevar una toalla para poder secarles y puede que sea preciso ir con abrigo (mejor si es impermeable y fluorescente). En la nieve hay más posibilidades de que se pierdan, bien porque se despista ellos, bien porque nosotros dejemos de verlos. Además el chip, la chapa con nuestro número de teléfono móvil a la vista es siempre recomendable.

Por supuesto, hay que tenerlo controlado. Que no juegue y corra como loco en zonas por las que pueda molestar a otros viandantes o causar accidentes de cualquier tipo. Por su bien y por el de los demás.

¡A cuidarse sobre esta nevada insólita!


FOTOS: Marta Fernández Jara / Europa Press

Ojalá llegue el año en el que celebrar que pagamos la devoción de nuestros animales con la misma moneda

Acaba 2020, un año que ninguno de nosotros olvidará; un año que no imaginábamos, cuando tomábamos las uvas en diciembre de 2019, los duros y complicados derroteros por los que nos iba a hacer transitar, individualmente y como sociedad, a nivel global.

(GTRES)

Poniendo el foco únicamente en materia de bienestar animal, sí que hay algunos motivos para ser optimistas revisando los últimos doce meses y mirando a 2021. Por un lado a comienzos de año se creó la Dirección General de Derechos de los Animales, con Sergio G. Torres al frente, que está ultimando la que, si nada se tuerce, será la primera ley nacional de protección animal de este país. Una ley que no contentará a todos, que será imperfecta y mejorable, estoy segura, pero que espero que suponga un paso adelante en la dirección correcta en distintos sentidos, como la derogación de la ley de tenencia de perros potencialmente peligrosos.

Por otro, aún más trascendente a mi parecer, está el hecho de que durante estos meses de confinamiento, de miedo, de no poder ver a nuestros seres queridos tanto como habríamos deseado, de tener que aprender a trabajar y coordinarnos en casa, a modificar nuestras rutinas y actividades, nuestros animales han demostrado ser un sostén emocional valiosísimo. Tenerlos a nuestro lado, con su cariño incondicional, su compañía y sus necesidades de cuidados que nos hacen sentirnos también necesarios, ha hecho más llevadera la resistencia contra la Covid-19 en muchos hogares, para muchas familias.

2020 ha sido un año en el que han persistido los problemas habituales: los abandonos, la mala cría, la compra y tenencia irresponsable… Un año en el que las asociaciones protectoras de animales han tenido también retos especiales a encarar, por las limitaciones de movilidad, por carecer de algunas de sus formas tradicionales de conseguir fondos y visibilidad.

No sé cómo será 2021, parece que lo arrancamos con la esperanza que otorgan la llegada de las vacunas. Nadie sabe cómo será, las nuevas o viejas dificultades que tendremos que afrontar, pero todo amante de los animales sabe que podremos contar con ellos a nuestro lado para superarlas.

Ojalá llegue el año en el que podamos celebrar que estamos pagando su devoción con la misma moneda.

Feliz 2021.

Si quieres recibir textos como este y una selección de noticias protagonizadas por los animales de compañía, puedes suscribirte a la newsletter semanal Animaleros de 20minutos.

Feliz Navidad a los amantes de los animales de buena voluntad

Feliz Navidad a los voluntarios que trabajan en protectoras de toda España, cuidando, rescatando, rehabilitando…. Sé bien lo duro que puede ser; la de berrinches que se pasan; la impotencia que se siente.

Feliz Navidad a todos los que trabajan por el bienestar animal: veterinarios, auxiliares, funcionarios, abogados, profesores…

Feliz Navidad a los que se prestan como familias de acogida o canguros, a los socios, a los que participan en las actividades que organizan estas asociaciones.

Feliz Navidad a los que tienen animales y se preocupan de su bienestar hasta el final con responsabilidad. Especialmente a aquellos que los adoptaron.

Feliz Navidad a todos los que, amando a los animales, reflexionan sobre su capacidad para cuidarlo y deciden no tenerlo o espera a tenerlo.

Feliz Navidad
a todos aquellos a los que no les gustan los animales y se abstienen de introducir uno en su vida.

Feliz Navidad a la buena gente.

(GTRES)

Siete consejos para que niños y perros se relacionen de manera segura

Para algunos niños, los perros son como un imán. Da igual su tamaño, solo verles ya les entusiasma y están deseando poner sus manitas sobre ellos. No creo que le extrañe a nadie saber que yo era una niña así, hasta el punto que mi madre se cambiaba de acera si veía que íbamos a cruzarnos con un perro.

Algún mordisco me llevé. Siendo muy pequeña, en el parque frente a la casa de mis abuelos, un chuchillo negro y pequeño que acompañaba a un abuelo no recibió mi amor con entusiasmo, sino con sus pequeños dientecillos. Con unos catorce años un mestizo de pastor alemán que guardaba un garaje cercano a mi casa y tenían suelto me marcó, mínimamente. Nada grave en ningún caso. Nada que me traumatizara o impidiera seguir acercándome a estos animales. Fue culpa mía, que no supe leer sus señales. El pequeño perrillo negro y el cruce de pastor alemán fueron en realidad mis maestros, parte de un aprendizaje que, con los años, se completaría con muchas lecturas y otras experiencias.

Con todos los perros a los que me he aproximado, si no me he llevado más recuerdos ha sido en primer lugar porque la gran mayoría de los perros salen tan buenos de serie que no nos los merecemos. También porque aprendí pronto a interpretar lo que querían decirme; igual que otras personas nacen con buen oído para la música o buena mano para la pintura, yo lo hice con facilidad para interpretar a los animales, con el anillo del rey Salomón.

En alguna ocasión he tenido la oportunidad de explicar a grupos de niños o adultos, cómo deberían los menores acercarse a los perros con seguridad, para evitar disgustos.  Por supuesto, también he educado a mi hija y a otros niños de mi entorno al respecto.

Obviamente no todos los niños, los perros y las situaciones son iguales. El sentido común y, sobre todo, la responsabilidad, deben imperar. No obstante, creo que estas siete recomendaciones pueden resultar de ayuda.

Con un niño tan pequeño como el de la imagen, la única norma es que siempre haya un adulto responsable supervisando cómo interactúan. (GTRES)

Primero: antes de acariciar a un perro, hay que pedir permiso a su dueño. Está absolutamente prohibido tocar al animal sin haber preguntado antes al adulto que lo lleva si pueden hacerlo. No solo por evitar mordiscos, también porque puede que no sea una experiencia agradable para el animal; los hay que están en proceso de recuperación de traumas o intervenciones o que, simplemente, no disfrutan del contacto.

Segundo: si ese contacto se permite, siempre debe haber un adulto responsable supervisándolo. Con los niños más pequeños, más nerviosos o menos responsables, esa supervisión es especialmente importante a cualquier edad.

Tercero: el niño tiene que saber cómo es la forma correcta de aproximarse al animal: con suavidad, sin gritos. Como explican María Ángeles Miranda y Juan Luis de Castellví en un recomendable post sobre seguridad infanitl y niños en el blog EtologíaCanina «hay que enseñar al niño a acercarse de lado, sin mirar directamente al perro a los ojos y tenderle la mano a la altura del hocico para que pueda olerle. Tras haberle olfateado y si no da muestras de agresividad, podrá tocarlo POR DEBAJO de la cabeza, por los lados, y posteriormente podrá ir subiendo y acariciarlo por encima».

Cuarto: hay que explicar al niño que si el animal se va, le evita, tiene que respetarlo y dejarle en paz (obviamente, también toca hacerlo ante gruñidos o erizamiento del pelo) y que cuando come, duerme o está disfrutando en solitario de un juguete, también conviene no molestarlo.

Quinto: toca enseñar al niño que están prohibidas prácticas como coger el rabo; elevar del suelo a los perros más pequeños; apoyarse en el lomo o subirse a caballito (prohibido además a los adultos colocarlos encima del lomo del perro, para eso están los caballos).

Sexto: hay niños que entienden mejor que otros lo que el animal transmite, por la posición de las orejas, la cola, el cuerpo… pero siempre es buena idea explicarles lo más básico de la comunicación canina.  Hay infinidad de recursos, desde gráficos, a libros como los de Sumara Marletta o vídeos en Youtube.

Séptimo: jamás deben acercarse a perros que se encuentren vagando solos. A esos animales hay que dejarlos en paz. Como mucho, pueden alertar al adulto para que evalúe si se puede tratar de un animal abandonado que requiera ayuda, para ver la mejor manera de proporcionársela.

 

Si quieres recibir textos como este y una selección de noticias protagonizadas por los animales de compañía, puedes suscribirte a la newsletter semanal Animaleros de 20minutos.

Ningún animal es un regalo

Estamos a una semana de las navidades, tres del día de reyes, una época que muchos consideran propicia para llevar a su hogar a un animal, ya sea como presentes para un niño o un adulto. Da igual las veces que ya lo haya repetido, los años que lleve insistiendo en que un animal no es un regalo. Me veo obligada a hacerlo una vez más.

Un animal debe llegar a una casa en la que todos están informados, de acuerdo y hayan meditado a fondo la responsabilidad que supone. Esa imagen de las películas, de los instagrams y tiktoks hoy día, del cachorro adorable asomando de una caja ante la sorpresa del destinatario, es potencialmente un gran error, algo a evitar.

Estas fechas prenavideñas, días de perseguir la ilusión de los que queremos haciendo regalos, son propicias para que cedamos a un impulso irreflexivo.

Jamas deberíamos olvidar que no estamos hablando de un juguete, un bolso o un libro que ignorar en un rincón de la casa si no nos gusta del todo o nos cansamos pronto de él. Hablamos de seres vivos con necesidades diarias de atención y con capacidad de sentir placer o sufrir.

(GTRES)

Y no me refiero solo a perros y gatos, también a todas esas otras pequeñas mascotas (hámsters, peces, aves, conejos, tortugas…) que por desgracia entran con frecuencia en casa como ‘regalo de consolación’ y acaban muertos tras un largo sufrimiento en el peor de los casos, languideciendo olvidados en el mejor.

«En Navidad se regalan muchos animales, especialmente a los niños. Los conejos y roedores, por su pequeño tamaño, suelen ser la principal elección como regalo de Reyes o Papá Noel. Muchos perderán su encanto en unos meses y pasarán a engrosar la lista de juguetes rotos que se irán abandonando según pasan los días hasta llegar a la Semana Santa, en que todos los que se van de vacaciones se tendrán que plantear qué hacen con ese pequeño animalito», contaban hace unos años desde La madriguera, una asociación protectora de pequeños animales.

Sí, también estos animalillos se puede adoptar en lugar de comprar; y también en su caso, como con los perros y gatos, es la opción más ética.

Nuestra satisfacción dando o recibiendo regalos no debería estar nunca por delante del bienestar animal.  

Si quieres recibir textos como este y una selección de noticias protagonizadas por los animales de compañía, puedes suscribirte a la newsletter semanal Animaleros de 20minutos.

Se irán, pero nos dejarán una vida entera de recuerdos

Hoy se ha ido Florentino, al que recogí abandonado en un pinar hace dieciséis años siendo aún un cachorro maullador. Gracias Miguel y Encarni por haberle dado el mejor hogar y el mejor final posible.


Se irán, lo harán. Se irán y nosotros lo veremos. Y así debe ser. Lo sabemos aunque no queramos saberlo, aunque no queramos pensarlo.

Se irán y nosotros lo veremos porque tienen unas vidas mucho más intensas y cortas que las nuestras; unas vidas en las que no desperdician ni un segundo en aquello que no merece la pena; en las que lo realmente valioso reina; unas vidas que siempre tienen sentido.

Algunos se irán antes de lo que teníamos previsto, aún jóvenes. Otros, más afortunados, se irán ya ancianos. Los habrá que necesiten de nuestra ayuda para irse dignamente, nuestro último regalo.

Se irán y se llevarán sus lametones, sus ronroneos, sus recibimientos entusiastas al abrir la puerta, sus siestas a nuestro lado, sus estallidos de pura alegría tras la pelota, al encontrar algún colega peludo o al descubrir el mar o la nieve.

Se irán, pero nos dejarán una vida entera de recuerdos. Nos dejarán muchos aprendizajes si somos capaces de interiorizarlos, porque no hay mejores maestros de la felicidad. Olvidad los manuales de autoayuda y observadlos.

Nos dejarán la devoción que nos tuvieron.

Antes o después pagaremos el peaje de verlos partir. Algo que para ellos es natural y no entraña frustraciones ni sufrimiento por lo que ya no vivirán.

Mientras estén aquí hay que ser conscientes de ello. Mientras estén aquí hay que disfrutar de ellos tanto como podamos.

Y os lo digo a vosotros, me lo digo a mí misma. Ellos ya lo saben, ellos no necesitan que nadie se lo recuerde.

Mientras pisemos el mundo hay que avanzar riendo, jugando, corriendo y gozando del calor del sol, de las palabras amigas, de las caricias, las flores y la música.

Para nosotros también son dos días.

Los abuelos no necesitan cachorros de raza diminutos

Daya pesa diez kilos y tiene unos cinco años, más o menos. No sabemos si tuvo cachorros en algún momento o qué pasó para que le falten todos los dientes frontales. Sí que conocemos su pasado reciente, sobreviviendo en un patio a duras penas, alimentada con el pan duro y las magdalenas que caían del cielo gracias a los mismos vecinos que denunciaron a la persona que la mantenía, a ella y a otros muchos, en condiciones terribles.

Daya, un poco podenca, un poco bretona, llegó desde su pequeño y escondido infierno particular de Huelva hasta una protectora del sur de Madrid, PROA, en la que comenzó su proceso de recuperación, se la esterilizó y cuidó a la espera de que alguien se fijara en ella.

Ese alguien fue la abuela Manuela, que jamás había tenido perro, salvo mis perras de visita, pero que vivía sola, aún más sola con la pandemia, y deseaba compañía. Lo meditó mucho tiempo, varios meses, hasta que, no sin el vértigo que acompaña todos los pasos importantes que damos en la vida, decidió que estaba preparada para asumir esa responsabilidad. Con nuestra ayuda, la de sus hijos. Porque en realidad no está tan sola.

«Que sea de pelo corto, que no sea muy pequeño ni tan grande que no pueda manejarlo». Esos fueron sus únicos requisitos. «Que sea un perro bueno con otros animales, incluidos gatos porque a veces se quedará en mi casa, y también con niños; un perro fácil, porque acompañará a alguien sin experiencia previa con perros, por lo que es mejor que no sea un cachorro», fue lo que yo añadí cuando hablé con la protectora.

Y nos hablaron de Daya, fuimos a conocerla y la abuela Manuela se fue a casa, para reflexionar un poco más, porque abrir las puertas de tu hogar a un animal no es algo que tomarse a la ligera. Daya lleva ahora casi dos semanas en la familia. Dos semanas en las que no ha tardado en adaptarse a una nueva rutina en la que no faltan las caricias, el pienso y el paseo a su hora, una cama blanda y un pequeño puñado de reglas que no le está acostando aprender.  Dos semanas en las que el vínculo que ha establecido con la abuela Manuela es visible y precioso.

Aún tiene que desplegar toda su personalidad, su ‘perronalidad’, que no ha tenido la oportunidad de florecer del todo. Aún tiene mucho que aprender, empezando por aprender a jugar. Es un proceso de adaptación mutuo que está resultando incluso más fácil de lo previsto, pero no está exento de retos que estamos dispuestos a afrontar entre todos.

Los abuelos no necesitan perritos de raza diminutos. No les convienen cachorros con más esperanza de vida que ellos. Un perro adulto de una protectora es la opción más ética para que tengan compañía.

Los abuelos necesitan un compañero que se adapte a sus rutinas y capacidades; necesitan sobre todo que los suyos estén dispuestos a ayudar con esa importante responsabilidad que han asumido.

Bienvenida Daya.

Si quieres recibir textos como este y una selección de noticias protagonizadas por los animales de compañía, puedes suscribirte a la newsletter semanal Animaleros de 20minutos.