¿Qué nos pediría nuestro gato si pudiera hablar?

Este sábado 20 de febrero es el día internacional del gato, un buen día para hacer examen de conciencia, si es que compartimos nuestra vida con uno o varios de estos maravillosos animales, y preguntarnos si estamos dándoles todo lo que necesitan.

Lo que necesitan va mucho más allá de arena más o menos limpia y comida de más o menos calidad. Desafortunadamente, los gatos tienen fama de ser «una mascota fácil», que se queda sola sin problema, que prácticamente se cuida sola. Por eso a veces optan por tener gato aquellos que querrían en realidad un perro pero que no tienen tiempo para pasearlo y jugar con él.

También es mala suerte que, pese a ser uno de los animales de compañía más comunes, si no el que más, el gato sigue siendo un gran desconocido sobre el que pesan demasiadas falsas creencias.

Es cierto que no hay que bajarlo a la calle a hacer sus necesidades, pero también es verdad que tener un gato equilibrado, sano y feliz requiere un conocimiento y unos esfuerzos que, por desgracia, no todos los propietarios afrontan. Así que toca preguntarse: ¿Qué necesita nuestro gato? ¿Qué podemos hacer por él? ¿Qué nos pediría nuestro gato si pudiera hablar?

  • Que entendamos su naturaleza, su etología. Es un error tan habitual pensar que ya lo sabemos todo sobre ellos como creer que se les puede tratar como a un perro. Hay multitud de libros y de artículos en internet  (buscando siempre fuentes fiables y autores especializados) que nos pueden ayudar a comprenderlos mejor.
  • Que respetemos su idiosincrasia como individuo. Puede ser un gato que siempre quiere mismos o uno más independiente, tendrá sus gustos y sus manías, y habrá que entenderle y aceptarle como ser único que es.
  • Que no le ignoremos, dejando que engorde y duerma aburrido a voluntad. Necesita que juguemos con el con frecuencia, que le proporcionemos enriquecimiento ambiental para que esté estimulado, saltando, trepando y observando desde las alturas.
  • Que le proporcionemos alimentación de la mejor calidad y agua siempre fresca. Muchos gatos al cumplir los años desarrollan problemas de salud, normalmente renales, que se podrían haber solventado con un buen pienso.
  • Que salvaguardemos su salud (y de paso la nuestra, dado que convivimos con él), teniéndole debidamente identificado, esterilizándole y acudiendo regularmente al veterinario para las desparasitaciones, vacunaciones y revisiones periódicas.
  • Que velemos por su seguridad blindando la casa ante caídas y escapadas (muy peligrosas para él, pero también para la fauna silvestre) y no dejando plantas o productos tóxicos a su alcance..
  • Que nos responsabilicemos de el hasta el final. Da igual que nos mudemos de casa, que compremos sofá nuevo, que nazcan niños o que desarrolle o contraiga una enfermedad que requiera un tratamiento costoso.

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Esos amigos que se hacen paseando al perro

Este 2021 se cumplen exactamente veinte años que paseaba con mi perra Mina, una cruce de pitbull que adopté en la protectora madrileña PROA en cuanto me fui de casa con 24 años, cuando vi un mastín enorme suelto dentro de un descampado vallado que, no mucho tiempo después, sería un bloque de pisos y entonces hacía las funciones de parque de perros improvisado. Lo supervisaba una chica de más o menos mi edad y pensé, «no es mala idea entrar y soltar a Mina para que jueguen». Cuando me dispuse a abrir la valla y meterme también, vino corriendo y diciendo: «¡No, espera!». Me contó que su perro, que se llamaba Caín, era incompatible con todos los machos y con muchas hembras (también era peliagudo de manejar por humanos). Pero yo sabía que Mina podría haber sido una perra de terapia para sus congéneres, manejaba a la perfección todas las señales de calma, así que pasé y pasaron un rato estupendo, algo que Caín agradecía y no tenía con frecuencia. Esa chica, Encani, a día de hoy es una gran amiga, igual que su marido, Miguel, con el que luego compartí larguísimos paseos mañaneros por los campos y parques cercanos.

Nuestros perros han ido cambiando con los años. Si primero fueron Mina y Caín, luego llegaron Ron y Troya, y más tarde Tula y Valentina. Han pasado muchas cosas a lo largo de estás dos décadas de amistad. Hemos estado en su boda (con perros), he tenido hijos, hemos rescatado y adoptado animales juntos, hemos ido de vacaciones, llorado unidos por los perros y gatos que hemos tenido que ver marchar y reído siempre que hemos podido.

Sabe, porque se lo he dicho, que espero que sigamos envejeciendo mientras paseamos juntos a nuestros futuros perros, sentándonos cuando nos fallen las fuerzas por la edad en algún banco urbano con los perros que tengamos entonces, porque siempre tendremos perros. Y siempre tendremos que agradecer el habernos encontrado a Caín y a Mina.

Cierto que también hay sabios de parque, insoportables con su erudición a veces equivocada; algunos con los que simplemente no encajamos y de los que procuramos huir; irresponsables que no cuidan el entorno, a sus perros o a los de los demás; gente a la que ves dando una vida solo regular a sus animales; y, lo peor, esos que llegan con cachorros para, un tiempo después, desaparecer y hacerse los despistados cuando te los encuentras, con las manos vacías de correas, al pasear por el barrio.

Todo eso es verdad, pero también abundan las buenas relaciones, forjadas con el común denominador del amor por los animales. Intercambios breves pero que te dejan una sonrisa, interacciones ocasionales pero agradables con gente que no tiene nombre porque para ti son el dueño de Pitu o de Goliath, y amistades imperecederas e incluso amor del de verdad.

Otro regalo que nos dan los perros. Otro más…

Alina entró en la protectora El amigo fiel de Córdoba con dos meses, tras ser rescatada en un asentamiento, y pronto cumplirá dos años. Es un cruce de pastor belga que no ha tenido aún la oportunidad de conocer un hogar. «Su único disfrute es poder salir al campo a pasear cuando sacamos tiempo de donde no tenemos. Y esto queda reducido a un día del fin de semana. Por desgracia no es la única para salir y tenemos que hacer turnos con el resto de perros. La mirada de Alina cuando la dejamos en la residencia nos destroza el alma. No queremos esta vida para ella», cuentan desde la protectora.

Alina se entrega en adopción con seguimientos, contrato, pasaporte europeo, microchip, vacunas, analíticas, desparasitaciones, esterilización y revisión veterinaria. Está en Córdoba pero puede viajar a cualquier punto de España. Todo esto será a coste cero para el adoptante, nuestra Asociación asume tantos los gastos veterinarios como el traslado del animal.

Contacto para más información: informacion@elamigofielcordoba.org

José Fonollosa, autor de ‘Refugio’: «He intentado hacer mostrar la labor de la protectoras en positivo, con humor»

José Fonollosa (1975, Vinaroz) es un conocido historietista. Suyas son, por ejemplo, La casa de Papel: Arturito, Fornait, vampi, Go!, Un gatito en casa, Miau o Perros Vs. Gatos, Mordiscos, Ultragato, Sex o no sex, Parodia de Tronos o Los muertos revivientes. Enumerar todas sus obras, en las que el humor suele ser un denominador común, llevaría probablemente varios párrafos previos a esta entrevista.

Fonollosa también es un gran amante de los animales que acaba de alumbrar una novela gráfica llamada Refugio (Editorial Grafito, 2021), en la que muestra, entre sonrisas, humildad y espíritu divulgador, el día a día de los voluntarios de las protectoras basado en su experiencia echando una mano en la Protectora de animales de Xátiva (SPAX).

¿Cómo nace tu amor por los animales?
Nací en el 75 y en mi generación teníamos como referente a Félix Rodríguez de la Fuente. Creo que muchos que hemos salido animaleros ha sido en parte por él. Y luego, toda la vida hemos tenido en casa perros y gatos. Aunque los teníamos con otra mentalidad, la de los años ochenta. Lo cierto es que toda mi vida he convivido con algún animal hasta hoy, que tengo a Toñín.

Sueles decir que eres más de gatos. 
Pues sí, por mi vida personal y por mi trabajo como autor de cómics. Llevo diez años dibujando gatos. No voy a engañar a nadie a estas alturas. (risas)

¿Y cómo nació la pasión por dibujar?
Los dibujantes dibujamos desde siempre; puedes luego encontrar otras aficiones, pero estar con una hoja y un lápiz es lo que más nos llena desde siempre.

‘Refugio’, tu último libro, ha salido con retraso.
Sí, originalmente iba a salir a la venta en abril de 2020, pero pasó lo que pasó y todo se paralizó. Ahora los editores dijeron ‘pa’lante’, y yo contesté: «pues vosotros lo sabréis mejor que yo». La verdad es que lo único que tengo claro es la historia que estoy dibujando, pero para lo demás, la portada, el formato, las fechas… lo que decida el editor, bien decidido estará.

¿Ha sido entonces coincidencia que asome en el mes dedicado a los galgos, a los perros de caza?
Ha sido casualidad. Esta es zona también de cazadores. Aquí más que galgo se usan podencos y en torno al 50% de los perretes que, afortunadamente, están en la protectora son de esa raza. Cuando estás allí prefieres no pensar lo que han pasado y centrarte en que en la protectora están bien y en buscarles una casa.

¿Cómo surgió el empezar a colaborar en una protectora?
Yo conocía a la protectora porque montaban una parada en la feria de verano de Xátiva en la que hacían una especie de vacunaciones con las fotos de los perretes. Te decían: ¿»Cuál quieres vacunar»? Pues me da da igual. Uno, el que sea, si lo que yo vengo es a donar dinero. También les donaba libros para que los vendieran, esas cosas… Siempre tenía el runrún y en 2018 me dije «pues para estar en casa con el runrún, pues pruebo». En el cómic lo cuento y creo que a muchos voluntarios les habrá pasado igual. El primer día vas con el miedo de «no sé si voy a valer», con una imagen mental de cómo están los animales, y es normal. Pero oye, si lo pruebas a lo mejor funciona.

Y en tu caso funcionó.
Pues vamos para tres años.

¿Cómo has podido resistirte todo este tiempo a tener un perro en casa?
Pues porque tengo a Toñín, que es un gato muy particular, muy nervioso, se asusta con cualquier ruidito. No me la quiero jugar, que el estrés en los gatos es muy malo, así que de momento prefiero ayudar así.

Alguna vez lo he comentado, hablando del problema de los animales abandonados con más gente. Es demasiado sencillo tener perro o gato. Si yo ahora quisiera uno, voy puerta por puerta preguntando en mi edificio y algún vecino habrá que tiene un primo con una perra que acaba de criar o algo así.  Si quieres una vaca es más complicado (risas). No sé cuál sería la solución, pero no debería ser así de fácil.

¿Cómo germinó la idea de de trasladar el voluntariado a un libro? 
Fue al año realmente. Me pasó como cuando empecé a dibujar sobre mis gatos. Es algo que me llena como persona, pienso que hay una historia y me apetece hablar sobre ella. Y la escena que tenía más clara desde el principio es la de entrar por primera vez en el patio, con todos los perros. Tenía muy claro que había que empezar por ahí. Luego empecé a darle vueltas. Lo consulté con mis compañeras, por supuesto, porque iba a hablar de su proyecto, para pedirles permiso y para que me informaran. Tenía que hacerles muchas preguntas porque yo soy un voluntario de ir allí a limpiar y hacer lo que toque, pero no entonces no sabía, por ejemplo, lo que era un padrino. Si iba a hacer un cómic en tono didáctico tenía que estar lo más informado posible.

Hay mucho desconocimiento sobre lo que es una protectora, qué se va a encontrar cualquiera si se acerca a una.
Pasa, sí. Alguna mañana que vas a limpiar oyes jaleo, los perros ladrando, te asomas y es que hay un coche parado. «¿Esto es la protectora? Es que veníamos a por un perro?».  Y tienes que explicarles que genial, pero que hay un procedimiento. A base de oír a mis compañeras ya conozco el discurso y el proceso que hay que seguir.

¿Cuál es el objetivo que tenías cuando dibujabas Refugio?
No lo sé. Cuando me pongo a dibujar no tengo un objetivo claro. Vas dejando que vaya fluyendo y  notando hacia dónde tira el libro. Ahora, como ha pasado un año y varios meses, lo releo y me doy cuenta de que hay cosas que contaría de otra manera. No mejor, pero sí distinto, porque ha pasado un año y yo en este tiempo he cambiado. Sí que una vez me puse las pilas, lo que sobre todo no quería era meter la pata, porque es un tema muy delicado. Se lo contaba a las compañeras, que mi lema era «no te flipes, que yo soy solo un voluntario que lleva año y medio, no soy quien para dar lecciones a nadie». Porque puede pasar, que te metes en un proyecto creativo, estás 24 horas dándole vueltas y te crees que sabes más de lo que sabes. Mi visión es que realmente las protectoras hacen un trabajo muy importante y quería enseñarlo. He intentado hacerlo en positivo, con humor.

 

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Yo encuentro dos mensajes al lector: uno es «hazte voluntario, si puedes, que hay muchas formas de ayudar». Y otro, más subyacente, de fomento de la adopción. 
Y adopta solo si consideras que puedes, si es una adopción responsable. Y ayudar, por supuesto. Solo hace falta tener ganas. Te ofreces, y seguro que te encuentran alguna faena.

A mi parecer la labor más difícil en el voluntariado de protección animal es recibir y guiar a los posibles adoptantes.
Es que no es una ciencia exacta. En mi protectora las compañeras que hacen las entrevistas, el cribado, pues a veces no logran desgraciadamente que las adopciones funcionen. Pero bueno, si el animal vuelve, no es lo peor que le puede pasar.

Estar en una protectora no es la situación ideal, pero es mejor que en una casa en la que no están bien.
Exactamente.

¿Todos los perros que muestras en el libro están o han pasado por la protectora?
Los que tienen nombre, sí. Los que están de fondo, pues llega un momento en el que dices «no puedo estar todo el rato mirando». Para mí es bonito leerlo también por eso, porque hay casos que están en el cómic y ahora ya están adoptados y te da alegría. Es muy guay realmente, como Xátiva es una ciudad relativamente pequeña, a veces vas por la calle y te dices «este perro me suena, lo tuvimos allí». Es una sensación súper chula.

Las personas que salen en Refugio, también existen.

Claro. De hecho me hicieron reforma en uno de los patios y les decía: !¡Qué me estáis rompiendo el rácord. Muy mal! (risas)

Habrá visto en este tiempo que hay animales para los que encontrar una segunda oportunidad es muy difícil.
Los cachorritos es habitual que salgan más rápido. Los perritos más monos tienen más oportunidad que, a lo mejor, un podenco, que tienen un carácter la mar de majo pero no llaman tanto la atención. Por otra parte, me he dado cuenta de que hay personas que adoptan casos difíciles, que parece que los van buscando, animales con problemas de carácter o de salud. Pasa que ves que van a adoptar a Perico y tienes el pinchacito de «ya veremos si Perico no vuelve en dos semanas al refugio. Completamente lógico porque yo conozco a Perico». Pero sí, hay personas que prefieren dar una segunda oportunidad a los Pericos; eligen el camino menos sencillo y tiene muchísimo mérito.

 

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¿Cuánto tiempo lleva dibujando animales?
Como dibujante de animales empecé en 2010, con un webcomic humorístico de mi vida con Rufa y Belfi, que eran las dos gatitas con las que vivía entonces. Y lo que empezó en plan de «voy a probar qué tal», empezó a gustarme y a gustar y se publicó en libro.Y a lo tonto he llegado a publicar 8 o 9 tomos basados en mi vida o con historias alrededor de los gatos. Por ejemplo, cuando apareció Toñín pues dije, esto hay que contarlo, cómo se integró en la casa, con las otras dos gatas. Normalmente hago un cómic de lo que sea y, entre medias, cae al menos un cómic de mi vida con gatos o de Ultragato, que eran tiras más humorísticas y fantasiosas. Es un tema que me gusta y tengo una serie de lectores a los que también les gustan, así que todo perfecto.

 

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También dibuja animales por encargo.
Sí, suelo hacerlos. Me pueden contactar por dónde sea y todo es hablarlo, sin ningún problema.

¿Te ha costado mucho pasar de dibujar gatos a perros?
Realmente no me ha costado salir del mundo gatuno. He cambiado un poco el registro, sí, porque mis tiras de gatos no tienen tanta información, son más gags, pero estamos hablando delo mismo, del amor por los animales. En Refugio es un tema más grande y lo cogí con más respeto, que no es lo mismo hablar de mis cosas con mis gatos que de una protectora.

¿Cuál será el siguiente proyecto?
Con este 2020 que hemos tenido, ya veremos si hago planes. Ahora mismo me estoy centrando en Refugio, que personalmente ha sido un cómic importante  para mí. Es un punto de esperanza, de ver que la vida sigue y que ya saldremos. Este 2020 creo que a todos nos ha cambiado el chip.

Ha sido un máster en incertidumbre para todos.
Totalmente.

El libro está ahora en preventa y pronto estará a la venta con normalidad, ¿verdad?
La preventa con regalos acaba el 1 de marzo y a la mayor brevedad se distribuirá en todas las librerías. Y si en un futuro cercano estamos todos vacunados, mi idea, que era la idea de 2019, es hacer presentaciones y charlas, porque creo que es un tebeo que permite hacer cosas bonitas, colaborando con protectoras. Pero ya veremos.

Es una lectura que se podría trabajar en colegios e institutos.
La presidenta de SPAX es profesora y me dijo: «José, tiene que haber uno en cada escuela». Y le contesté: «pues me parece muy bien MªCarmen, dime el teléfono de con quién tengo que hablar». Volvemos a que lo que yo sé hacer es dibujar. Para hacer el cómic, pues adelante. Pero no sé por dónde empezar para organizar algo así, aunque estoy abierta a todo.

Por terminar de aclararlo, el libro está en preventa, pero no es un crowdfunding.
Exacto. El libro está impreso. No pasaría nada si fuera un crowdfunding, pero no lo es. Es un adaptarse a esta nueva situación.

¿Habrá una segunda parte?
Estoy dibujando  una continuación en mi Patreon que se llama Vuelta al refugio. La primera página empieza justo el día que volví después del confinamiento. Vuelta al refugio son pequeñas anécdotas, cosas que han ido pasando, pero es realmente una continuación.

 

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Sara Caballería: «Mucha gente quiere que un animal supla sus carencias emocionales, pero no debe ser así»

Este tormentoso (literal y figuradamente) arranque de 2021 ha alumbrado, casi simultáneamente, dos proyectos editoriales que creo sinceramente que son imprescindibles en la estantería de todo amante de los animales (o de las novelas gráficas, cómics o tebeos, como queráis llamarlos). Maravillosa coincidencia, obra ambos de dibujantes que son voluntarios en protectoras. Uno es Refugio de José Fonollosa, del que os hablaré largo y tendido en unos días. El otro, el que hoy nos ocupa es La galga: una perra en adopción, de Sara Caballería (editorial Grijalbo).

A lo largo de sus 112 páginas presenciamos cómo Mar se enamora por las redes sociales de una hermosa galga blanca, Bruma, y tras adoptarla se encuentra con muchos más retos de los que imaginaba. Ese proceso de adaptación inicial, del animal a la persona y de la persona al animal, que no siempre es fácil y con frecuencia requiere un importante esfuerzo e incluso renuncias, por satisfactorio que acabe resultando, es necesario que se conozca en estos tiempos de quererlo todo rápido y fácil, también nuestras relaciones con nuestros animales.

Sara Caballería (1988, Badalona), una ilustradora y diseñadora gráfica que ya había publicado una novela gráfica en 2019 sobre la dificultad para los jóvenes de encontrar una vivienda de alquiler en una gran ciudad, nos habla de La galga.

¿Por qué una galga como protagonista?
Cada 1 de febrero, día mundial del galgo, publico una viñeta denunciando lo que pasa con estos animales. Mi editora lo vio y me propuso hacer un libro sobre galgos y me pareció una posibilidad estupenda para hacer más difusión. Hablé con personas que tenían galgos, con asociaciones especializadas, y me pareció vital que se entendiera que son perros que pueden venir con muchos traumas. Quería saber qué sentían esos perros, cómo sus cuidadores lidiaban con ellos, qué había que hacer. Intenté plasmar ese conflicto, esa preocupación y esos problemas que surgen al adoptar un galgo. 

De hecho el libro ha salido en torno a ese día. ¿Ha sido intencionado?
Fue cosa de la editorial. El libro, en verdad, se acabó hace un año, pero la idea nació en febrero de hace dos y me pareció ideal que saliera por estas fechas.

¿Qué lector tenías en mente al dibujar la historia?
Pensaba en personas que hubieran adoptado y se sintieran identificadas, independientemente de si habían adoptado a un galgo o no. También en cualquier persona que hubiera compartido vida con un animal. Perros, gatos, conejos… da igual.

¿Qué mensaje querías transmitir con el libro?
Me parecía muy importante visibilizar lo que hay detrás de la caza con galgos. La caza mueve muchísimo dinero en España y no se controla lo que pasa con los perros. Y el otro mensaje, claro, es que adoptar un animal es una responsabilidad muy grande, hay que estar muy preparado, muy concienciado. La vida de ese animal depende de ti y hay que reflexionar sobre las complicaciones de la adopción, conocer las partes buenas y las partes malas.

Me gusta mucho que te centres en lo difícil que puede ser sumar un animal a una familia, que no es un camino de rosas ni mucho menos.
Vemos un animal que nos parece bonito, que nos da ternura, y nos decimos «vamos a salvarlo», como si fuéramos héroes, pero hay muchísimos factores que hay que tener en cuenta. En el libro Mar adopta porque se le pone entre ceja y ceja, pero no se plantea el trabajo de tantas horas que va a suponer, que no va a tener tiempo, que si viene con traumas tendrá que sacrificar mucho, que, de hecho, su relación acabará. Cuando se encuentra con toda esa tarea por delante y estando sola, la ayuda por supuesto el vínculo tan fuerte que forja con la galga, pero adoptar así es una temeridad.

Su protagonista no se rinde, pero en muchos otros casos no es así.
Efectivamente, mucha gente habría devuelto a esa perra. En la protectora he visto como devolvían animales como churros, a veces por chorradas como que soltaban mucho pelo o vomitaban en el coche… No son objetos que puedas amoldar a tu gusto, son seres vivos únicos de los que hay que responsabilizarse, que a veces traen conflictos.

Pero los tratamos con demasiada frecuencia como objetos, y la prueba es que se suelen adoptar o comprar primando su aspecto. 
Sí, la gente se guía mucho por la estética. Igual el dálmata, que es muy nervioso, o el border collie, que necesita mucha actividad, aunque te parezcan preciosos no son los perros ideales para ti y necesitas uno más tranquilo. La gente no hace ese recorrido de pensamiento; dicen «quiero esto que me gusta y lo consigo». Y eso es lo que hace la protagonista con la galga.

La pareja de Mar, al comienzo del libro, le dice algo que es para enmarcar «¿Otra vez cansada de tu vida? Un perro no es un juguete, no es una solución, es una responsabilidad».
El confinamiento impulsó a muchas personas a adoptar. En la soledad reclamamos alguien que nos llene, y es puro egoísmo al fin y al cabo. Quieren que ese animal supla sus carencias, pero yo no creo que deba ser así. 

También hay mucho bueno en compartir vida con un perro. Por ejemplo, esas amistades de parque que entabla Mar.
Es maravilloso tener relaciones nuevas con gente que tiene valores similares a los tuyos, desconectar de la rutina, aprender a bajar el ritmo; aparte de la conexión con el animal, que es una maravilla. Y no solo eso, Mar acaba cuestionándose su vida, su alimentación… A mí me pasó eso con mi perra.

¿Cuánto hay tuyo en la historia que nos cuentas, en la protagonista del libro, que tras adoptar deja de consumir carne, cambia de trabajo…?
Hay mucho con el tema de la alimentación. En cuanto al trabajo, la verdad es que nunca tuve uno como el suyo, pero sí que es autobiográfico el darte cuenta de que crecemos con una idea sobre el camino a seguir y que es bueno cambiar tu mentalidad sobre lo establecido, reinventarse.

¿Cómo fue el proceso de creación, desde un plano artístico?
Hablando con la editora busqué colores colores muy dulces, que contrastan muy bien con el blanco de la galga, que está inspirada en la galga de una amiga que ya murió, Betty, y con las escenas que muestran el maltrato a los galgos. A mi perra pequeña, que tiene un morro muy alargado, ya la dibujaba un poco como un galgo, aunque no lo es. Un galgo me parece de lo más satisfactorio de puedes dibujar. 

(Foto: Ángel Ruiz Cobarro)

He visto que tienes perros, pero no precisamente una galga. ¿Puedes hablarme un poco de ellos?
Tengo dos perras mestizas, las dos adoptadas. A la grande, la mía, la adoptamos en el monte, donde estaba con sus hermanos y su madre. La pequeña, que es de mi pareja, viene de la perrera de Pamplona. 

¿Cuál es tu relación con la protección animal?
Ya hace muchos años que comencé a hacer voluntariado, paseando perros, en la protectora de Barcelona. También he colaborado en ProVeg una asociación por la difusión del veganismo. Siempre he querido aportar a través de lo que sé hacer mejor, que es dibujar. Hace unos dos años, junto con una amiga bióloga que estuvo trabajando en Zambia, dónde hay rabia y cuando hay sobrepoblación de perros, sacrifican directamente, hice una campaña de esterilización con una tirada de camisetas y pudimos esterilizar y evitar el sacrificio de 117 perros. A partir de ahí abrimos la tienda Empatíaplease.com para seguir ayudando a las asociaciones que lo necesitan, durante este mes de febrero a apoyamos a Galgos 112. Cuesta mucho a veces lograr donaciones directas, a mucha gente le gusta más hacer una compra y una donación indirecta. 

La empatía, además de ser el nombre de la tienda, es una palabra que repite mucho en sus redes sociales.
Hace unos años me dijeron que era una persona altamente sensible, muy empática, y a partir de ahí empecé a usar mucho la palabra porque me sentía muy representada por ella y porque creo que es necesario recordar que hay que ponerla en práctica. La empatía es como un músculo que, cuanto más se ejercita, más se siente. 

Tienes otra novela gráfica sobre la dificultad de encontrar piso de alquiler. Pues con animales es aún más difícil.
Es verdad que en ese libro no hay animales, pero sí hablo de las dificultades de ser joven e independizarse, de encontrar pisos decentes. Es una odisea y también una crítica. 

¿Algún otro proyecto editorial en marcha?
Estoy planeando un libro con unos amigos, pero acabamos de idearlo y está muy verde. No tiene que ver con animales, pero sí con concienciación. 

 

Febrero, el mes de los galgos

Arranca febrero, concluye la temporada de caza, comienza el mes de los galgos. Galgos, exploradores del barbecho y la espiga, sedientos de viento, silenciosos cazadores del horizonte, embajadores de todas las razas de perros usadas para cazar y descartadas cuando dejan de hacerlo.

El 1 de febrero es su día internacional, un día para denunciar que se les emplee como instrumentos carentes de sentimientos, cuando la verdad es que cada uno de ellos es un ser vivo único y valioso.

Aún los hay que niegan que los perros de caza sean abandonados, maltratados en gran número. Da igual que National Geographic hiciera un amplio reportaje al respecto; que el veterano y riguroso estudio anual sobre abandono de Fundación Affinity recoja el fin de la temporada de caza como tercera causa de abandono o que nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad del estado lo recuerden cada cierto tiempo en sus redes sociales.

Hace apenas dos días la Guardia Civil recordaba que «más del 50% de los perros robados en España son galgos. Las mafias especializadas los venden a personas sin escrúpulos. Los que no son comprados y «los que no valen» para sus intereses los matan o abandonan». Poco antes habían desarticulado una presunta organización criminal dedicada al robo y venta de perros de caza en Levante.


Invitaría a esa gente a pasearse por cualquier protectora o perrera de las zonas en las que campan los galgueros para abrir al fin los ojos.


Por supuesto que hay cazadores buenos con sus perros, que los tienen en sus casas como un miembro más de la familia y que les cuidan durante toda su vida, hasta que los vence la vejez. Sé que los hay porque los he conocido. Pero esos deberían ser precisamente los primeros en reconocer que abundan los que abandonan y maltratan, los que mantienen a sus perros en condiciones terribles, porque lo han visto de primera mano. Y no solo deberían reconocerlo, también deberían dejar de mirar hacia otro lado y denunciarlos para empezar a limpiar el nombre de su colectivo.

La imagen que abre este texto corresponde a Febrero, el miedo de los galgos, un recomendable documental de hace ocho años obra de Irene Blánquez, en el que se narra la dramática situación que viven decenas de miles de galgos cada año en España al acabar la temporada de caza. Además de ese documental, os recomiendo la lectura de El silencioso amigo del viento, el cuento Galgui o la más reciente La galga, de Sara Caballería.

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¿Alguna vez te has cruzado con un animal abandonado?

Imagino que no es imposible, pero se me antoja muy difícil que haya un español adulto que no se haya cruzado al menos una vez en su vida con un animal abandonado, un perro o un gato necesitado de ayuda, vagando perdido. Yo, sin buscarlos, me los he encontrado demasiadas veces. Y a los que mejor recuerdo, los que jamás podré olvidar, son aquellos a los que no pude ayudar. Han sido dos.

El primero fue un gato aún cachorro
al que arrojaron a un solar en obras. Yo tenía entonces apenas dieciocho años y paseaba por allí de noche cuando surgió tras la valla, frotándose desesperado contra mis piernas. «Déjale ahí, que sabrá buscarse la vida; como le lleves a casa, tu madre te mata». Y, aún reticente, me alejé impulsada por esas palabras. Pero no fui capaz de autoengañarme, aún hoy, un cuarto de siglo después, le recuerdo y me arrepiento de no haber sido más valiente, de no haber antepuesto el valor de una vida a los posibles inconvenientes que trajera su rescate. 

Este gatito atigrado es el responsable de que me prometiera a mí misma no volver jamás a mirar a otro lado cuando en mi camino apareciera alguien necesitado de ayuda.     

La segunda y última fue una preciosa bretona canela y blanca de nariz rosa a la que habían abandonado en en la que llaman la autovía olivarera, en Córdoba. Acababan de arrojarla desde un coche y entraba y salía de la carretera, acercándose a los coches y buscando desesperadamente el suyo, haciendo que los vehículos que pasaban tuvieran que esquivarla o frenar en su devoción inmerecida.

Paró un camión, paramos nosotros, e intentamos cogerla por todos los medios, convencerla para que subiera a nuestro coche, para que se acercase a recibir una caricia y pudiéramos traérnosla a Madrid en busca de un buen hogar. No lo logramos, nos miraba con desconfianza y se alejaba. Lo único que conseguimos  fue que se adentrara entre los olivos, lejos de la carretera, y dar aviso al 112. Nunca supe que fue de ella. 

No podemos ayudar a todos los animales necesitados.
Bien lo saben los que están en primera línea de protección animal, pero sí comprometernos a no mirar hacia otro lado, a implicarnos cuando esté en nuestra mano hacer algo por ellos.

Es una responsabilidad compartida construir una sociedad mejor para todos, también para los animales.  Al menos, debería serlo.


La cachorra de las imágenes se llama Lis
y la encontraron en situación de abandono en plena ola de frío en Córdoba.Tiene unos siete meses, pesa cinco kilos y tiene un carácter dócil y sociable. Lo que no tiene es un hogar. Se entrega en adopción en toda España. Más información tras el correo electrónico informacion@elamigofielcordoba.org

‘Operación manta’: las protectoras de animales necesitan viejas mantas, sábanas, toallas, alfombras… 

(GTRES)

Hace mucho frío. Verdad, verdadera. Incuestionable. Frío, nieve, hielo y lluvia. y no siempre las instalaciones de las protectoras de animales son óptimas para enfrentarse a los elementos. Pero aún siéndolo, siempre vienen bien las donaciones de viejas mantas, sábanas, colchas, toallas, alfombras, cortinas… También de radiadores eléctricos, calefactores, material aislante.

Os invito a sumaros a esta ‘operación manta’ reuniendo este tipo de materiales y haciéndoselos llegar a la protectora más cercana. Poneos antes en contacto con ella, para coordinar qué necesitan en mayor medida y cómo proceder a la entrega.

Organizar un Marie Kondo siempre es recomendable por el espacio que liberamos en casa, pero en este caso además hay un claro componente solidario que debería animarnos especialmente a encararlo. Los animales sin hogar nos lo agradecerán, especialmente los que más sufren esta estación como son los cachorros, de pequeño tamaño, los más ancianos y los convalecientes. Animales que, como siempre os recuerdo, necesitarían también hogares de acogida desde los que aguardar su hogar definitivo.

Y para las protectoras y asociaciones que me lean, aunque seguro que ya lo saben, es buena idea ponerse en contacto con hoteles, hospitales, residencias de ancianos, guarderías…. Muchas veces mandan a la basura material que a los perros y gatos les vendría estupendamente.

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«Si decidís meter un animal exótico en casa, no importa lo que hagáis; no vais a estar preparados»

“Si te gustan los animales tienes que entender que algunos no se pueden tener como mascota”, se titulaba un post que publiqué en septiembre en el que os decía que teniendo animales tan adaptados a vivir con nosotros como los perros y los gatos, y que aún así suponen retos y responsabilidades que muchos no son capaces de afrontar, asumir la responsabilidad de cuidar animales exóticos, con las dificultades de todo tipo que entrañan, es un reto al alcance de muy pocos.

Si con frecuencia no sabemos tratar y entender a perros y gatos, ¿cómo asumir la responsabilidad de un animal del que desconocemos casi todo y que además no nació para hacernos compañía?. Luego hay sufrimiento animal, hay abandonos y especies invasoras, os contaba. Un mensaje que viene a reforzar este texto que hoy os traigo, obra de Jessica Gómez (escritora y autora del blog Qué fue de todos los demás), que sí ha asumido esa responsabilidad a conciencia y que ejemplifica perfectamente lo díficil que puede resultar. Con ella os dejo.

El verano pasado trajimos un nuevo miembro a la familia: una pogona (o dragón barbudo), a la que mi hijo mayor, que es su responsable principal, ha llamado Hamburguesa de Pollo. En casa la llamamos Hamburguesita.

Empezaré diciendo que me costó muchísimo tomar esa decisión porque, además de que no tengo claro lo que pienso de la tenencia de animales exóticos, sí que atentaba directamente contra uno de mis principios fundamentales, uno que llevo años repitiéndoles a mis hijos como un mantra: “No comerciamos con la vida”.

Mi hijo mayor tiene diez años. Tenía cuatro cuando empezó a decir que quería tener un lagarto. No es una persona de caprichos ni que funcione por impulsos. Le entusiasma desde siempre la paleontología, la entomología y ahora empieza a tirar por la genética. Es ordenado, metódico y responsable. Y le apasionan los reptiles. De hecho, no me extrañaría nada que finalmente quisiera ser herpetólogo. Y este año me di cuenta de una cosa: mi hijo crece, y su deseo de tener un lagarto era tan grande, tan intenso, que lo tendría en algún momento; conmigo o sin mí. Y haciendo memoria, acordándome de todos los animales que no me dejaron tener de pequeña, los que llevé a casa sin permiso y acabaron pasándolo mal y muriendo tempranamente por no tener un adulto que me apoyara en su cuidado, y los que tuve de adulta y no estuvieron bien por culpa de mi inexperiencia, de pronto lo vi claro: mejor ahora, conmigo para ayudarle, que más adelante solo, y que el animal lo pase mal.

Lo medité durante un par de meses extra y al final decidí que sí: traeríamos un reptil a la familia.

Fue un proceso largo y todo lo minucioso que pudimos. Lo primero fue dejarnos asesorar por expertos y elegir el lagarto: al parecer los gekos son muy agresivos y los camaleones es fácil que muerdan, mientras que las pogonas tienen fama de ser muy sociables y “fácilmente manejables” por manos inexpertas. Luego descubrí, para mi decepción, que no se encuentran reptiles en adopción (salvo tortugas). Así que sí: me tragué mi “No se comercia con la vida”, y compramos una pogona.

Podría detenerme y extenderme mucho en todo lo que preparamos durante dos semanas antes de recoger a Hamburguesita: el terrario, su tamaño, ventilación, iluminación, calefacción, lecho… Toneladas de información. Nos hicimos también rápidamente con un medidor de temperatura y humedad para asegurarnos de mantener los rangos apropiados para esta especie concreta. En todo esto no me detendré porque ya hay páginas que lo explican mucho mejor de lo que yo podría hacerlo. Me voy a detener en la parte práctica: si decidís meter un animal exótico en casa, no importa lo que hagáis; no vais a estar preparados. Contad con ello y con que tendréis que dedicar más energía, tiempo y probablemente dinero del que habíais planeado.

Para empezar, Hamburguesita era muy baby cuando vino a casa y es lo más parecido que yo he vivido a tener un humano recién nacido. Estaba tan preocupada que las primeras noches me levantaba dos o tres veces a comprobar si respiraba, no os digo más. Las primeras semanas le tocó desparasitación, revisiones en el veterinario y análisis de heces. Compramos una báscula de precisión para asegurarnos de que subía bien de peso.

Los cambios de temperatura en el exterior (y la humedad, que en Asturias es mucha y las pogonas son reptiles desérticos) influían dentro del terrario más de lo que esperábamos, y eso se tradujo en que durante las primeras semanas hubo varias salidas de emergencia a Tiendanimal a comprar bombillas UVB (de luz) y cerámicas calefactoras, para probar con diferentes intensidades y conseguir el ambiente óptimo para Hamburguesita (a todo esto sumar las rutinas de baños, calcio y vitaminas). Me duele como una puñalada cada hora que no estuvo en su temperatura ÓPTIMA. No buena: ÓPTIMA. En menos de un mes la cambiamos de su primer terrario (pequeño) a uno grande, y vuelta a empezar con las lámparas, aunque por fortuna con un buen bagaje ya hecho.

Conseguir un entorno amable para ella es un ejercicio de observación. Porque es cierto que hay “normas” a seguir, como que tenga un bebedero amplio donde pueda también bañarse (porque se hidratan también por la cloaca), o un sustrato apropiado (a las pogonas les va bien la arena, más si vives en una zona húmeda porque ayuda a mantener el ambiente seco), pero también es importante ver qué es lo que pide tu animal. Nosotros, por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que cuando se empacha tiende a descansar lo más vertical que puede. Ayer, sin ir más lejos, vi que estaba en su hamaca y que tenía la piel oscurecida, lo que me indicaba que podía tener frío (bajó mucho la temperatura exterior y muy de golpe), así que le dimos un baño tibio, subimos su hamaca unos centímetros para acercarla a la lámpara calefactora. Ese tipo de cosas es nuestra responsabilidad verlas y procurar que tenga lo que necesita para estar bien.

Yo contaba con todo eso: con que hubiera imprevistos que solventar y con estar muy atenta a todo lo que el reptil pudiera necesitar. Ha sido, aun así, más laborioso de lo que yo creía que sería (y creía que sería mucho). Con lo que no contaba era con la parte de la comida. Eso ha traído tela larga.

Hamburguesita come, aparte de frutas, verduras y flores adecuadas, insectos vivos. Sobre todo grillos y tenebrios (larvas de escarabajo de la harina), y también ocasionalmente le damos cucarachas y langostas. Pero claro, en esta casa hay una norma: aquí no se tienen animales sufriendo. Aunque vayan a ser alimento, mientras estén con nosotros se les cuida bien, sin discusión. Y no imagináis el trabajo que da cuidar bien de 80 grillos, una docena de langostas y doscientos tenebrios.

Lo primero encontrar un proveedor de calidad y que cuide bien a sus animales no es tan fácil como debería. Yo probé muchos y finalmente encontré uno con el que estoy a gusto: Reptimercado. Cuida a sus animales y te da indicaciones para que tú también los cuides bien. También provee de lo que puedas necesitar para ello. Y, por si eso fuera poco, es muy económico.

Los tenebrios son tal vez los que dan menos trabajo: pueden permanecer en el recipiente en que te los mandan siempre que la capa que forman no supere el centímetro y medio de grosor, hay que darles germen de trigo, algo de verdura fresca todos los días (a nosotros nos gustan los berros porque tienen mucho aporte de calcio), agua en gel para que estén hidratados y garbillar el lecho una o dos veces a la semana.

Los grillos (y las langostas) son otro tema: hay que prepararles su propio espacio, al menos el doble de grande del recipiente en que te lo mandan y no más de 30 o 40 grillos por recipiente, porque si son demasiados se matan entre sí. Les preparamos unos tápers “tuneados”, a los que quitamos el centro de las tapas y sustituimos por tela de malla sujeta con cinta americana para que tengan buena ventilación. ¿Sabíais que existe pienso para grillos? Porque yo ni idea, antes de traer a Hamburguesa de Pollo a casa. Tenemos pienso para ellos, aunque hemos visto que cuando aquí sube mucho la humedad se apelmaza bastante y nos parece antihigiénico (tememos que haya bacterias que luego puedan dañar a Hamburguesita), de modo que cuando hay humedad les preparamos nosotros el “pienso” casero con germen de trigo, proteína de leche y cuatro granitos del pienso de la gata. Si se añade levadura en polvo les facilitas la digestión. Y, claro, cada día poner vegetales frescos (berros, canónigos y zanahoria) y quitar los restos del día anterior. Por cierto: como ya los traemos adultos y cantan, por la noche van a la cocina para no despertar a nadie. Al armario de las patatas, para que no pasen frío. Todos los días de paseo con los grillos. Eso sí: el hilo musical selvático de la habitación de mi hijo es una pasada.

Ah, pero eso no es todo. Los insectos también traen situaciones inesperadas. A nosotros, por ejemplo, un día se nos escapó un trozo de zanahoria debajo de una huevera (los grillos tienen hueveras que les hacen de refugio dentro de sus tápers). Pues para cuando vimos el trozo de zanahoria, tenía un poquito de moho. Y como yo soy muy tiquismiquis con el tema del moho, temía que los grillos tuvieran algo que pudiera sentar mal a la pogona, así que decidimos no dárselos. Pero ¿qué hacemos con los grillos? Matarlos evidentemente no, soltarlos tampoco. Pues nada: que hace un mes que tengo una docena de grillos en un “hospital”, sobre la mesa de la cocina, junto al frutero y el tarro con los caracoles que me plagaron el acuario hace dos años (que lo mismo: ni matarlos ni tirarlos por el váter, pues viven en mi cocina). Y tengo a esa docena de grillos ahí que no serán alimento ni voy a soltar en el campo, pero que cuidaré hasta que se mueran de viejos, también con su pienso y su verdura fresca, porque no puedo hacer otra cosa. Porque me parece lo más responsable que se puede hacer.

¿Qué quiero contaros con todo esto? Pues que creo que para meter un animal exótico en casa hay que ser una persona muy persistente y muy comprometida con todo lo que implica el bienestar animal, y saber que muy probablemente te encontrarás situaciones que no te esperas y que va a requerir mucho de ti el solventarla sin hacer daño a ningún animal.

Y, como con cualquier otro, dejaos asesorar pero, sobre todo, observad a vuestro animal. Y, por favor, sed responsables con cada una de las partes de su cuidado. Yo estoy segura de que hay cosas que no estaremos haciendo todo lo bien que podemos, pero estamos atentos y esperamos aprender y mejorar, porque Hamburguesita no se merece menos.

Os dejo con la reflexión de mi hijo: «Jolín, pues sí que da trabajo cuidar a un reptil. Si lo quieres hacer bien».

Micaela de la Maza ‘SrPerro’: «Si tu perro no quiere ir de bares, tampoco puedes obligarle»

Las guías de SrPerro, al igual que su página web, son el referente más veterano que tenemos en este país de información especializada sobre qué hacer y dónde ir con nuestros perros, de consejos para lograr una sociedad más dogfriendly e incluso de noticias interesantes protagonizadas por animales.

Tras SrPerro están Micaela de la Maza, Colega y Tía. Son los dos compañeros a cuatro patas de Micaela y de su cámara, que han recorrido con ella a conciencia distintas ciudades españolas, especialmente Madrid y Barcelona. Perros sin raza, embajadores de la adopción y de la buena educación canina (en Tía aún en proceso de aprendizaje).

«SrPerro es fruto de miles y miles de paseos durante casi diez años. A Tía la adopté hace tres años en la protectora El Campito; había sido adoptada y devuelta, es una cabra loca, pero que ha aprendido a posar muy rápido. Y antes, quién inspiró todo el proyecto y el alma de srperro es Colega, que era mi sombra, que era realmente todo un señor perro. Tía es absolutamente lo contrario a lo que era colega», ríe Micaela presentando a sus compañeros peludos.

A finales de este 2020 aciago ha publicado la quinta edición de sus quías. Una edición muy especial porque hacía tres años, coincidiendo con la muerte de Colega, que no teníamos la información actualizada más que en la web. Especial también porque son las primeras en las que aparecen fotos de Colega y Tía, así como información relacionada con parques urbanos y educación canina.


¿Qué vamos a encontrar en las guías de Madrid y Barcelona?

Cien bares y restaurantes dogfriendly. Todos los locales tienen además un QR para que se pueda ir directamente a la web de SrPerro y encontrar información más completa y actualizada sobre ese local, junto a las opiniones de otros usuarios, para que la información esté viva. Y además de bares y restaurantes hay una sección más cortita con tiendas, como Zara o Casa del Libro, peluquerías o galerías de arte particularmente recomendables. Me sorprendió mucho y para bien que la Casa Batlló es perruna, o en Madrid las salas de la Fundación Canal.

¿Cómo has seleccionado los locales que aparecen?

Si tienen valoraciones positivas en SrPerro hago el esfuerzo de acercarme a conocerlos, ver cómo son y hacer fotos. La selección es personal, nadie ha pagado por aparecer ahí. La única publicidad es de nuestro patrocinador Elanco. Lo más importante es que sea un sitio en el que traten bien a los perros. Es algo que se nota rápido: en algunos bares te traen agua para tu can, chuches, vienen a saludar… ¡Se agradece tanto! Y valoro muchísimo las opiniones de los usuarios en nuestra web, esa es otra clave.

¿Entran en las guías los sitios con normas restrictivas, como que solo admiten perros pequeños, excluyen razas determinadas o solo dejan un perro?

Normalmente no están en la guía, pueden estar en la web, pero no en la selección de locales que yo recomiendo gratuitamente porque me encanta recomendar a la gente simpática con los perros. A lo mejor  molesta más a los clientes un chihuahua ladrando que un mastín del Pirineo que se tumba y se duerme. Con los PPP he encontrado prohibiciones sobre todo en hoteles, en restaurantes rara vez. Las normas que puedes encontrar es que los perros estén permitidos solo en una zona, si es que el restaurante es grande, pero no por raza o tamaño.

«Es la primera guía en la que aparece Tía en portada. Como no tenía fotos de Colega y Tía juntos, le encargué una portada en la que salieran Tía y Colega al fantástico Pablo de Blowearts».

Pero no solo hay locales «perrunamente simpáticos», como te gusta describirlos, ¿qué más podemos encontrar en las guías?

Efectivamente, la guía es también una chuleta práctica de cómo vivir con perro en cada una de las ciudades: cuándo y dónde se puede llevar el perro suelto, cómo se puede ir en transporte público, y hay un apartado de parques y excursiones, que es nuevo y vinculado también a la pandemia. Las guías previas eran más urbanas. La gran mayoría son excursiones a las que llegar con transporte público, porque yo no conduzco. Y también hay una parte de educación canina, para habituar a tu perro a ir en transporte público o ir de bares.En Madrid esa parte la he elaborado con la ayuda de Santi Vidal y Eli Hinojosa de Masqueguau y en Barcelona con Alba Benítez, educadora canina y etóloga de Si mi perro hablara. Además en Barcelona hay información sobre ir a la playa, que no hay en la de Madrid.

Recomiéndanos tu parque preferido de cada ciudad. 

En Madrid un parque me gusta muchísimo es el de San Isidro, tiene unas vistas chulísimas y un ambiente canino muy agradable. En Barcelona merece la pena ir a la sierra de Collserola, que está a quince minutos en Cercanías; estás en pleno campo, también tiene unas vistas estupendas y hay muchísimas rutas. Es una gozada.

¿No te planteaste retrasar su publicación, dada la situación de pandemia?

No, aunque sí me he centrado más en las excursiones o los parques. Y he procurado recomendar los bares y restaurantes que tienen terraza porque es lo que la gente está buscando más por la Covid-19. Además, para apoyar a todos estos locales perrunos cuando hay restricciones… ¿por qué no pedir comida para llevar a casa? Yo prefiero ir a sitios donde son simpáticos con los canes incluso cuando voy sin Tía. Las recomendaciones dan por hecho que somos adultos responsables y vamos a cumplir las normas sin poner a nadie en riesgo. Creo que estos locales se merecen todo el apoyo del mundo. No imaginas la de sitios que estaban cerrando mientras estaba haciendo las guías.  Con responsabilidad espero que pronto podamos volver a salir con normalidad y estos locales van a necesitar toda nuestra ayuda.

Es obligado preguntar qué ciudad es más amigable con los perros.

No te podría decir. En cuanto a volumen de sitios son muy parecidas. En ocio en espacios verdes urbanas gana Madrid, que además tiene mejores horarios para poder soltar a los perros. En Barcelona solo los puedes solar en los pipicanes, que es una tortura para todos los perros a los que les gusta correr. El ayuntamiento de Barcelona  está recibiendo muchas críticas por eso. Pero en Barcelona por ejemplo puedes ir con perro a muchos más centros comerciales.

¿Y dentro de Madrid y Barcelona hay zonas más simpáticas con los perros que otras?

El centro de las ciudades es más dogfriendly y cuanto más te alejas, menos. Mucho de ello tiene que ver con el turismo, también la clientela joven y la rotación de locales. Normalmente las grandes cadenas, aunque parezcan otra cosa y vayan de moderna, no suelen dejar pasar perros. Cuando voy andando, los locales de cervezas artesanas, los vegetarianos o veganos o con pinta hipster, asumo que me van a dejar entrar. Pero me llevo sorpresas. Y también está el típico bar que piensas que no te van a permitir entrar y luego son encantadores con los perros. Las ideas preconcebidas, como en todo, fuera.

Imagino que te habrán preguntado muchas veces que qué necesidad hay de ir con el perro a todas partes.

Sí y siempre digo que no hay ninguna necesidad. Lo que pasa es que así tu can pasa menos tiempo solo y tú también disfrutas más a su lado. Si puedes hacer recados con él y tomarte unas cañas, mientras paseas con él y lo acompañas, puede ser un placer para ambos. Muchas noches que salgo a cenar no me voy con Tía, que está mucho más tranquila en casa después de su paseo de la tarde.

No todos los locales admiten perros, pero es que no a todos los perros les gusta entrar en locales siempre, ¿verdad?

Efectivamente. A lo mejor si lo que tienes es un cachorrote, no es buena idea llevarle de bares dos horas y pretender que el perro se porte bien. Probablemente tengas que ir enseñándole y tienes que ir a tomar un café rápido como mucho. Y hay que pensar si el animal lo está pasando bien. Vale que puedes ir a Zara, pero no vayas a Zara un sábado de rebajas con el perro. Guay poder ir a un centro comercial a un recado pero, pensando en el perro, estar cinco horas ahí dentro no es plan.

¿Cómo se acostumbra a un perro a ir de bares?

Lo que me recomiendan los educadores es que sea una experiencia gradual y agradable. Ir primero en días entre semana, con poca afluencia de gente, a sitios de confianza, y poco rato. Vas con una manta, con chuches, para que se tumbe a su lado. No se puede obligar, no se puede ir el primer día dos horas a la hora menos tranquila si no ha estado nunca en un sitio así. No todos los perros están cómodos en esos locales, así que si no quiere ir de bares, tampoco puedes obligarle. Fomentar la calma en los perros es básico, trabajar el que puedan estar tranquilos en cualquier sitio. En casa si hay invitados y en un restaurante si has ido con unos amigos. Un educador canino siempre puede ayudar.

Piden que los animales de terapia estén protegidos en la próxima ley nacional de bienestar animal

Ya os he contado en este blog que la Dirección General de Derechos de los Animales está preparando una de protección animal de ámbito nacional que esperemos suponga un avance y unifique el caos autonómico y local existente, con grandes diferencias entre territorios.

Durante el periodo de consulta pública de dicho anteproyecto de ley, la Cátedra Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos ha solicitado al Gobierno «que la futura norma ampare una regulación de las Intervenciones Asistidas con Animales que tenga en cuenta el bienestar del animal que participa, para asegurar que sean siempre interacciones respetuosas con su condición animal».

¿Animales de terapia que sufren maltrato? Sí, claro que sucede. También lo hemos contado aquí en el pasado. En España no hay una reglamentación específica, ni respecto al bienestar animal, ni tampoco respecto a cómo deben llevarse a cabo desde el ámbito sanitario y educativo.

Merlín fue un caballo de intervención que terminó siendo mal atendido y abandonado al hacerse mayor. Fue rescatado e ingresó en un santuario de animales, donde falleció en 2020. (PSICOANIMAL)

“Los modelos de IAAs que propician el equilibrio de los animales obtienen una calidad óptima de las intervenciones practicadas. Y a la inversa. Con animales que no se sienten bien es imposible realizar interacciones de calidad”, explica Nuria Máximo, directora de la Cátedra.

Os comparto las propuestas que la Cátedra ha elevado al Gobierno, que espero sinceramente que se tengan presenten en la redacción de la norma. Todas, peticiones lógicas: que exista un censo de animales y entidades de terapia, que haya controles veterinarios, horarios regulados que contemplen descansos suficientes, planes de jubilación para los animales y sanciones previstas en caso de incumplimientos.

Algunas de estas propuestas, por cierto, podrían ser aplicables a otros perros de trabajo, incluyendo a los integrantes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

  • Todas las IAAs deben respetar la condición como especie del animal que participa—perro o caballo, las más frecuentes—, no debiendo realizarse aquellas que vayan en contra de su naturaleza.
  • La elaboración de un censo de animales de intervención y un registro nacional de entidades que desarrollan IAAs, que a día de hoy no existe, así como el establecimiento de las correspondientes medidas de inspección y seguimiento.
  • Velar por que las IAAs sean respetuosas con la declaración Universal de los Derechos de los Animales, y cuyo artículo 4 defiende que todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en su propio ambiente natural (…) y que toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a ese derecho. Supondría poner fin a las intervenciones que actualmente se realizan con delfines.
  • La obligación de los guías de:
    • promover interacciones seguras y agradables entre los animales y las personas beneficiarias. De manera especial, se debería proteger al animal de posibles agresiones físicas a las que pudiera enfrentarse en el desempeño de su labor.
    • retirar al perro o al caballo de la sesión si el animal de intervención muestra signos de agotamiento, estrés, o malestar.
  • Respetar los principios de bienestar animal en su selección, educación y cuidado, erradicando el empleo de ningún medio que les cause dolor físico o emocional tanto en el entrenamiento como en las sesiones.
  • Establecer la obligación de facilitar descansos y días libres, así como un transporte adecuado a los animales de intervención. Debe existir un cuadrante horario con la carga de trabajo semanal. Cada perro de intervención debería realizar un máximo de 15 horas semanales, y cada caballo, 20 horas semanales, debiendo ser menos en caso de participar en sesiones que el interventor y el guía consideren especialmente estresantes o exigentes a nivel físico, mental y/o emocional.

  • Establecimiento de descansos entre sesiones. En ningún caso, deberían ser inferiores a 15 minutos y, en ellos, el perro debería tener siempre acceso a agua fresca y el caballo, a agua fresca, sal y pasto. Se aconseja que el caballo tenga posibilidad de pastar libremente al menos una hora al día.
  • Las entidades responsables de los animales deberán tener preparado un plan de jubilación digno y adecuado a cada animal de intervención según sus características. El establecimiento de una edad de jubilación que debería estar en torno a los 10 años para los perros y de los 20 años para los caballos. Nos obstante, unos y otros podrían jubilarse posteriormente siempre que lo avale el veterinario, y reduciendo la carga de trabajo.
  • Con independencia de los cuidados que precisen por su estado de salud, todos los animales de intervención deberían pasar controles veterinarios al menos dos veces al año para acreditar su bienestar físico y emocional.
  • Distinguir entre las distintas IAAs —terapias asistidas con animales, educación asistida con animales y actividades asistidas con animales—, como establece la International Association of Human Animal Interaction Organizations.
  • Es imprescindible que la ley conlleve un régimen sancionador que, en los casos de maltrato o malas prácticas, suponga la suspensión de la licencia para poder seguir desarrollando IAAs y/o mantener contacto con animales.