Capítulo 11 de #Mastín

Aquí están por orden todos los capítulos del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Un libro por partes con el que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir.

Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad.

Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.

CAPÍTULO 11:
image
Se sentó en una esquina del chenil de aislamiento. En la esquina contraria se encontraba el cachorro que había visto en fotos. Costaba pensar en él como cachorro. Por mucho que el animal quisiera parecer más pequeño, hacerse insignificante encogiéndose y mirando de soslayo, era un perrazo inmenso.

– Hola mastín-

El perro no dejaba de mirarle, se mantenía alerta y asustado. Martín se acomodó lo mejor que pudo contra la rugosa pared de cemento. El suelo aún estaba algo húmedo tras limpiarlo con la manguera a presión, pero no le importó. Tampoco el olor acre y punzante a perrera, que se mezclaba con el olor cálido y particular de los perros. Tras pasar allí toda la mañana, apenas lo percibía.

– No te fías de mí y te entiendo. Te las han hecho pasar muy putas en los pocos meses que llevas en este mundo. Atado y recibiendo palos. Pero aquí hay historias mucho peores que la tuya. Y aún eres muy joven, como un chaval de catorce o quince años, pero en perro. Y ser joven tiene que servir para algo, nos tiene que servir para algo – la voz del chico era grave y suave, con una cadencia constante; era el murmullo interminable de una marea formada por palabras.

– Aquí no estás del todo bien, ya me lo imagino. Sí, estás mejor que antes, pero no bien. Tienes comida, agua fresca, un ratito al día para correr en el patio, un techo y atención veterinaria, pero no es suficiente. Ni siquiera lo será cuando salgas de aislamiento y tengas la compañía de otros perros. Entiendo lo que es eso. Necesitas algo mejor, una casa, gente de la que te puedas fiar para siempre. Una persona especial a la que entregarte. Y luego ya vendría la colchoneta para dormir, algunos juguetes y un collar nuevo. Esas cosas no son lo importante. Son solo cosas. Los perros no necesitáis realmente la mayoría de las cosas que os compramos. Logan tiene un peluche viejo, un Dumbo con el que yo dormía de niño hasta que un día se cayó de la cama y lo destrozó. Recuerdo que primero le arrancó los ojos de plástico duro, luego corrió con él entre los dientes, sacudiéndolo cada poco como si quisiera partirle el espinazo que no tenía. Lloré mucho por el muñeco, al menos eso cuenta mi madre. Eso ya no lo recuerdo. Pero yo era muy pequeño, así que era normal que hiciese un drama de aquello. Luego mi madre me explicó que yo tenía muchos peluches y que compartir uno con Logan no debería suponer ningún problema. Realmente lo que me convenció es que me dijo que Logan compartía todos sus juguetes conmigo sin protestar. Y me di cuenta de que era cierto, desde que era un bebé le quitaba sus pelotas, su kong y sus muñecos de goma de entre las fauces sin ningún miedo. No recuerdo haber llorado por el peluche, pero sí haberme dado cuenta de que él compartía todo conmigo sin protestar y que no era justo que yo no lo hiciera –

El perro le observaba algo más tranquilo. Se había tumbado, pero mantenía alzada la enorme cabeza sin quitarle ojo.

– Te he dicho que Logan tiene un Kong, pero tú no sabrás lo que es eso. Es un juguete de goma prácticamente indestructible. Y sé que lo es porque el primero resistió más de diez años a Logan, que era entonces un pitbull joven de dientes perfectos, royéndolo a conciencia. Está hueco y dentro le metemos chuches caninas. Probablemente por eso es su favorito. Logan siempre tiene hambre. Creo que todos los perros siempre tenéis hambre. Forma parte de vuestra naturaleza. ¿Cómo tener la seguridad de que tendréis un cuenco lleno al día siguiente? Por si acaso se tuercen las cosas, hay que aprovechar cuando hay comida disponible. Aunque no creo que sea realmente así, no creo que penséis en un futuro, lejano o inmediato. Me da que vivís en el presente, aprovechando lo que tenéis delante. Y me da que es una manera muy inteligente de vivir, al menos si lo que uno está buscando es simplemente ser feliz –

Martín notó que su móvil vibraba dentro del bolsillo del vaquero. Lo había puesto en silencio, pero esa remota reverberación hizo que el cachorro reorientara sus orejotas buscando su procedencia. El chico no se atrevió a sacarlo para ver quién llamaba. Cualquier movimiento haría que el mastín volviera a ovillarse contra la esquina contraria. Tragó saliva y continuó hablando.

– Dentro de poco tendré que irme a casa. Cuando ella lo diga. Está atendiendo a unos posibles adoptantes. ¿Te puedes creer que aún no le ha dado la gana de decirme su nombre? Está un poco chalada. Bueno, no diría eso. Lo que es, es rara. Realmente parece una tía con mucho sentido común y que tiene muy claro por dónde pisa. Manu también tiene claro lo que quiere, pero no quién es o lo que es respecto a los que la rodean. Ella sí. Yo, ni lo uno ni lo otro. Bueno, tengo claro que quiero volver aquí. Tal vez pueda también mañana por la mañana. Al principio había pensado en venir solo los sábados, pero les vendría bien que les echara una mano también los domingos. Están desbordados. Hay que limpiar, sacaros a correr un poco, dar medicaciones, alimentar, cambiar el agua, quitar cacas de la arena de los gatos, atender a los quieren adoptar, a los que se encuentran perros y los traen, a los avisos de la Policía, hacer fotos, difundir en redes sociales… Eso sin contar con arreglar las cosas que se estropean en este sitio. De momento urge meter mano a un par de puertas, un grifo y sellar algún agujero. Me gustaría ser más manitas. Mi madre no lo es y mi padre tampoco lo era, así que lo extraño supongo que sería no ser el desastre que soy –

El mastín apoyó la cabeza sobre las patas delanteras y entrecerró los ojos. Se le veía mucho más relajado.

– Es una tía muy dura, ¿sabes? No digo que sea irrompible, nadie lo es, pero está hecha para aguantar mucho. Se la nota. Y eso que no va de dura como muchos en el instituto, supongo que no hace falta ningún postureo cuando hablamos de algo que eres en esencia. Me molaría mucho si tuviera mi edad, o como mucho dos o tres años más. Pero tiene casi diez más que yo, así que no hay nada que hacer. Además, está Manu. Ya te hablaré de Manu otro día. La cosa es que ella se dio cuenta enseguida de que me gustaba y me cortó las pocas alas que tuviera de inmediato. Y ha sido lo mejor –

El mastín había cerrado los ojos, aunque seguía atento y despierto. Martín contuvo el impulso de acercarse para acariciarle. No había ninguna prisa.

– Esta mañana ha sido distinta a cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Estaba acostumbrado a tratar con perros, pero no con tantos a la vez, todos desconocidos, en un entorno como éste. Por suerte la tenía a mi lado indicándome qué animales eran dóciles, sociables, y con qué otros había que ser más prudente. Y pronto he comprendido que, pese a los ladridos, los ímpetus buscando caricias o los miedos huyendo de ellas, la gran mayoría sois unos benditos. En realidad creo que siempre se me ha dado bien entender lo que me queréis decir. Tenéis vuestro propio idioma, solo hay que saber leerlo. Supongo que crecer con Logan me ha ayudado a verlo. Ahora, por ejemplo, puedo ver que estás más tranquilo, vas comprendiendo que no quiero hacerte daño, pero aún no te fías del todo de mí. Todo llegará, ya lo verás. Sé que los perros sois muy capaces de sonreír y yo lograré que lo hagas –

Martín apoyó la nuca contra la pared y cerró los ojos. Sentía la presencia del perro apenas a un par de metros, la humedad, el frío del recinto; oía algunos ladridos esporádicos y el zumbido amortiguado de la autovía. Se concentró en respirar pausada y rítmicamente, olía a animal, a tierra mojada, a su propio sudor tras varias horas limpiando las jaulas y moviendo sacos de pienso. Notaba un dedo algo magullado y el pulso de un pequeño rasguño en el antebrazo. También la paz que experimentaba tras correr o jugar un partido. Había sido una mañana larga e intensa, una mañana que había merecido la pena.

Abrió los ojos. El mastín se había acercado en silencio y estaba oliendo sus botas. Martín abrió la mano que tenía sobre el regazo y la elevó un poco, con los dedos extendidos hacia el perro. El perrazo pareció dubitativo unos instantes, luego avanzó un único paso y bajó la cabeza para olerlos. Martín no se movió, notó la trufa fría y húmeda y esperó. El cachorro se dio pronto por satisfecho y volvió a su rincón, pero sin encogerse, sin rehuirle. Simplemente dio un par de vueltas, se tumbó sobre la alfombra vieja que le aislaba del suelo de cemento y, al poco, se durmió. Esta vez sí que estaba completamente dormido. Martín sonrió, recompensado, y volvió a cerrar los ojos y a intentar asimilar todo lo experimentado, todo lo sentido esa mañana, a la espera de que ella le fuera a buscar para ir a casa.

***

La chica del galgo detuvo el coche frente al portal y lo miró, esperando a que se despidiera y bajara. Ella tenía que volver al centro. Le jodía mucho tenerla de taxista, estaba deseando tener edad de sacarse el carné de conducir. Edad y dinero, porque costaba una pasta. Los diecisiete eran absurdos, una edad de tránsito a la que cada vez tenía más ganas de perder de vista.

– ¿Volverás la semana que viene? – preguntó al fin ella.

– Volveré mañana, si te parece bien y estás dispuesta a traerme –

Alzó las cejas, sorprendida o fingiendo muy bien estarlo. Una sonrisa de medio lado le brilló en los ojos.

– ¡Vaya! Muchos no sobreviven al primer día. Buscan alguna excusa barata y no vuelven. Me alegra que contigo no haya sido así. Al menos de momento. Entonces te veo en el portal a la misma hora que hoy. Hasta mañana Mastín –

Martín se bajó dando vueltas a lo último que acababa de escuchar. ¿Qué es lo que había dicho? ¿Había oído bien?

– Espera. ¿Cómo me has llamado? – preguntó agachándose frente a la ventanilla abierta.

– Mastín. Eres como ese mastín que está a punto de dejar de ser cachorro con el que has estado encerrado. Grande ya, pero todo patas y corriendo sin rumbo. Incapaz de dar miedo aunque lo intente y muy mono aún mal que le pese. No me extraña que os entendáis tan bien –

Y ella se llevó su risa, pero quedó el eco vibrando en el aire.

MostrarDocumento
El perro de la segunda imagen se llama Miuchi, tiene tres años, es sociable y pesa unos 35 kilos. El de la primera se llama Braun y tiene dos, también es de tamaño grande y algo más tímido.

Están en adopción en Madrid.

Contacto: mspsveterinarios@madrid.es / mspcpa@madrid.es

Galatea es mi primera novela publicada, un libro de ciencia ficción solidario con los perros y gatos abandonados, ya que la mitad de los beneficios irán destinados a ellos.

Algunas reseñas y entrevistas sobre Galatea en Lectura y Locura, Público, Nuevo BestSeller Español, 20minutos, PACMA o TodoLiteratura.

image

4 comentarios

  1. Dice ser VerdaderoAnimalista

    No es «de temática animalista». Por lo que veo, va siempre de perros, así que lo correcto sería «de temática perruna». Animales hay muchos además de perros, y lo que comen tus perros es de origen animal, por lo que favoreciéndoles a ellos provocas, o al menos promueves, la muerte de muchos otros animales.

    Por lo menos hablemos con propiedad.

    03 abril 2015 | 12:46

  2. Dice ser emilio

    Me gusta encontrar tus comentarios perrunos en 20 minutos, cuando los veo los leo, aunque a veces me dejan mal sabor de boca, pero hay q denunciar para conseguir algo

    03 abril 2015 | 15:05

  3. Dice ser carey

    Por desgracia veo ya los típicos comentarios atacando en este blog en lugar de hacer una crítica constructiva.

    Me ha gustado este capítulo pues refleja uno de los momentos más íntimos que compartimos con los animales: cuando los usamos de confidentes de nuestros secretos. Sin embargo, me gustaría señalar que, a pesar de que me está enganchando la novela, hay algo que no comprendo. Esta novela está dirigida a un público juvenil y tiene una clara intención didáctica y moralizante que pretende mostrar la realidad del abandono en España. Sin embargo, en uno de los capítulos aparece un tema que afecta gravemente a los jóvenes españoles: el consumo de alcohol en menores. Martín va de botellón, se emborracha y consigue una novia. Es verdad que luego sufre una horrible resaca y una bronca de su madre pero así como el tema del abandono se trata con tolerancia cero, este es mucho más ambiguo. Entiendo que quieras reflejar de forma realista la vida de un adolescente, lograr que los lectores se identifiquen con el personaje y que tampoco quieres que el libro se dedique a sermonear al lector, pero, aún con todo, me gustaría que, dado que está dirigido a jóvenes, la novela adoptase una postura más contundente.

    Por el resto, enhorabuena, ya estoy esperando la próxima entrega 🙂

    03 abril 2015 | 15:06

  4. Dice ser anna

    Me parece muy bonito lo que estas haciendo.y piensa que yo no me pierdo ningún capitulo.sigue. así

    03 abril 2015 | 15:09

Los comentarios están cerrados.