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Piden que los animales de terapia estén protegidos en la próxima ley nacional de bienestar animal

Ya os he contado en este blog que la Dirección General de Derechos de los Animales está preparando una de protección animal de ámbito nacional que esperemos suponga un avance y unifique el caos autonómico y local existente, con grandes diferencias entre territorios.

Durante el periodo de consulta pública de dicho anteproyecto de ley, la Cátedra Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos ha solicitado al Gobierno «que la futura norma ampare una regulación de las Intervenciones Asistidas con Animales que tenga en cuenta el bienestar del animal que participa, para asegurar que sean siempre interacciones respetuosas con su condición animal».

¿Animales de terapia que sufren maltrato? Sí, claro que sucede. También lo hemos contado aquí en el pasado. En España no hay una reglamentación específica, ni respecto al bienestar animal, ni tampoco respecto a cómo deben llevarse a cabo desde el ámbito sanitario y educativo.

Merlín fue un caballo de intervención que terminó siendo mal atendido y abandonado al hacerse mayor. Fue rescatado e ingresó en un santuario de animales, donde falleció en 2020. (PSICOANIMAL)

“Los modelos de IAAs que propician el equilibrio de los animales obtienen una calidad óptima de las intervenciones practicadas. Y a la inversa. Con animales que no se sienten bien es imposible realizar interacciones de calidad”, explica Nuria Máximo, directora de la Cátedra.

Os comparto las propuestas que la Cátedra ha elevado al Gobierno, que espero sinceramente que se tengan presenten en la redacción de la norma. Todas, peticiones lógicas: que exista un censo de animales y entidades de terapia, que haya controles veterinarios, horarios regulados que contemplen descansos suficientes, planes de jubilación para los animales y sanciones previstas en caso de incumplimientos.

Algunas de estas propuestas, por cierto, podrían ser aplicables a otros perros de trabajo, incluyendo a los integrantes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

  • Todas las IAAs deben respetar la condición como especie del animal que participa—perro o caballo, las más frecuentes—, no debiendo realizarse aquellas que vayan en contra de su naturaleza.
  • La elaboración de un censo de animales de intervención y un registro nacional de entidades que desarrollan IAAs, que a día de hoy no existe, así como el establecimiento de las correspondientes medidas de inspección y seguimiento.
  • Velar por que las IAAs sean respetuosas con la declaración Universal de los Derechos de los Animales, y cuyo artículo 4 defiende que todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en su propio ambiente natural (…) y que toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a ese derecho. Supondría poner fin a las intervenciones que actualmente se realizan con delfines.
  • La obligación de los guías de:
    • promover interacciones seguras y agradables entre los animales y las personas beneficiarias. De manera especial, se debería proteger al animal de posibles agresiones físicas a las que pudiera enfrentarse en el desempeño de su labor.
    • retirar al perro o al caballo de la sesión si el animal de intervención muestra signos de agotamiento, estrés, o malestar.
  • Respetar los principios de bienestar animal en su selección, educación y cuidado, erradicando el empleo de ningún medio que les cause dolor físico o emocional tanto en el entrenamiento como en las sesiones.
  • Establecer la obligación de facilitar descansos y días libres, así como un transporte adecuado a los animales de intervención. Debe existir un cuadrante horario con la carga de trabajo semanal. Cada perro de intervención debería realizar un máximo de 15 horas semanales, y cada caballo, 20 horas semanales, debiendo ser menos en caso de participar en sesiones que el interventor y el guía consideren especialmente estresantes o exigentes a nivel físico, mental y/o emocional.

  • Establecimiento de descansos entre sesiones. En ningún caso, deberían ser inferiores a 15 minutos y, en ellos, el perro debería tener siempre acceso a agua fresca y el caballo, a agua fresca, sal y pasto. Se aconseja que el caballo tenga posibilidad de pastar libremente al menos una hora al día.
  • Las entidades responsables de los animales deberán tener preparado un plan de jubilación digno y adecuado a cada animal de intervención según sus características. El establecimiento de una edad de jubilación que debería estar en torno a los 10 años para los perros y de los 20 años para los caballos. Nos obstante, unos y otros podrían jubilarse posteriormente siempre que lo avale el veterinario, y reduciendo la carga de trabajo.
  • Con independencia de los cuidados que precisen por su estado de salud, todos los animales de intervención deberían pasar controles veterinarios al menos dos veces al año para acreditar su bienestar físico y emocional.
  • Distinguir entre las distintas IAAs —terapias asistidas con animales, educación asistida con animales y actividades asistidas con animales—, como establece la International Association of Human Animal Interaction Organizations.
  • Es imprescindible que la ley conlleve un régimen sancionador que, en los casos de maltrato o malas prácticas, suponga la suspensión de la licencia para poder seguir desarrollando IAAs y/o mantener contacto con animales.

Ojalá llegue el año en el que celebrar que pagamos la devoción de nuestros animales con la misma moneda

Acaba 2020, un año que ninguno de nosotros olvidará; un año que no imaginábamos, cuando tomábamos las uvas en diciembre de 2019, los duros y complicados derroteros por los que nos iba a hacer transitar, individualmente y como sociedad, a nivel global.

(GTRES)

Poniendo el foco únicamente en materia de bienestar animal, sí que hay algunos motivos para ser optimistas revisando los últimos doce meses y mirando a 2021. Por un lado a comienzos de año se creó la Dirección General de Derechos de los Animales, con Sergio G. Torres al frente, que está ultimando la que, si nada se tuerce, será la primera ley nacional de protección animal de este país. Una ley que no contentará a todos, que será imperfecta y mejorable, estoy segura, pero que espero que suponga un paso adelante en la dirección correcta en distintos sentidos, como la derogación de la ley de tenencia de perros potencialmente peligrosos.

Por otro, aún más trascendente a mi parecer, está el hecho de que durante estos meses de confinamiento, de miedo, de no poder ver a nuestros seres queridos tanto como habríamos deseado, de tener que aprender a trabajar y coordinarnos en casa, a modificar nuestras rutinas y actividades, nuestros animales han demostrado ser un sostén emocional valiosísimo. Tenerlos a nuestro lado, con su cariño incondicional, su compañía y sus necesidades de cuidados que nos hacen sentirnos también necesarios, ha hecho más llevadera la resistencia contra la Covid-19 en muchos hogares, para muchas familias.

2020 ha sido un año en el que han persistido los problemas habituales: los abandonos, la mala cría, la compra y tenencia irresponsable… Un año en el que las asociaciones protectoras de animales han tenido también retos especiales a encarar, por las limitaciones de movilidad, por carecer de algunas de sus formas tradicionales de conseguir fondos y visibilidad.

No sé cómo será 2021, parece que lo arrancamos con la esperanza que otorgan la llegada de las vacunas. Nadie sabe cómo será, las nuevas o viejas dificultades que tendremos que afrontar, pero todo amante de los animales sabe que podremos contar con ellos a nuestro lado para superarlas.

Ojalá llegue el año en el que podamos celebrar que estamos pagando su devoción con la misma moneda.

Feliz 2021.

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Feliz Navidad a los amantes de los animales de buena voluntad

Feliz Navidad a los voluntarios que trabajan en protectoras de toda España, cuidando, rescatando, rehabilitando…. Sé bien lo duro que puede ser; la de berrinches que se pasan; la impotencia que se siente.

Feliz Navidad a todos los que trabajan por el bienestar animal: veterinarios, auxiliares, funcionarios, abogados, profesores…

Feliz Navidad a los que se prestan como familias de acogida o canguros, a los socios, a los que participan en las actividades que organizan estas asociaciones.

Feliz Navidad a los que tienen animales y se preocupan de su bienestar hasta el final con responsabilidad. Especialmente a aquellos que los adoptaron.

Feliz Navidad a todos los que, amando a los animales, reflexionan sobre su capacidad para cuidarlo y deciden no tenerlo o espera a tenerlo.

Feliz Navidad
a todos aquellos a los que no les gustan los animales y se abstienen de introducir uno en su vida.

Feliz Navidad a la buena gente.

(GTRES)

Se irán, pero nos dejarán una vida entera de recuerdos

Hoy se ha ido Florentino, al que recogí abandonado en un pinar hace dieciséis años siendo aún un cachorro maullador. Gracias Miguel y Encarni por haberle dado el mejor hogar y el mejor final posible.


Se irán, lo harán. Se irán y nosotros lo veremos. Y así debe ser. Lo sabemos aunque no queramos saberlo, aunque no queramos pensarlo.

Se irán y nosotros lo veremos porque tienen unas vidas mucho más intensas y cortas que las nuestras; unas vidas en las que no desperdician ni un segundo en aquello que no merece la pena; en las que lo realmente valioso reina; unas vidas que siempre tienen sentido.

Algunos se irán antes de lo que teníamos previsto, aún jóvenes. Otros, más afortunados, se irán ya ancianos. Los habrá que necesiten de nuestra ayuda para irse dignamente, nuestro último regalo.

Se irán y se llevarán sus lametones, sus ronroneos, sus recibimientos entusiastas al abrir la puerta, sus siestas a nuestro lado, sus estallidos de pura alegría tras la pelota, al encontrar algún colega peludo o al descubrir el mar o la nieve.

Se irán, pero nos dejarán una vida entera de recuerdos. Nos dejarán muchos aprendizajes si somos capaces de interiorizarlos, porque no hay mejores maestros de la felicidad. Olvidad los manuales de autoayuda y observadlos.

Nos dejarán la devoción que nos tuvieron.

Antes o después pagaremos el peaje de verlos partir. Algo que para ellos es natural y no entraña frustraciones ni sufrimiento por lo que ya no vivirán.

Mientras estén aquí hay que ser conscientes de ello. Mientras estén aquí hay que disfrutar de ellos tanto como podamos.

Y os lo digo a vosotros, me lo digo a mí misma. Ellos ya lo saben, ellos no necesitan que nadie se lo recuerde.

Mientras pisemos el mundo hay que avanzar riendo, jugando, corriendo y gozando del calor del sol, de las palabras amigas, de las caricias, las flores y la música.

Para nosotros también son dos días.

Los abuelos no necesitan cachorros de raza diminutos

Daya pesa diez kilos y tiene unos cinco años, más o menos. No sabemos si tuvo cachorros en algún momento o qué pasó para que le falten todos los dientes frontales. Sí que conocemos su pasado reciente, sobreviviendo en un patio a duras penas, alimentada con el pan duro y las magdalenas que caían del cielo gracias a los mismos vecinos que denunciaron a la persona que la mantenía, a ella y a otros muchos, en condiciones terribles.

Daya, un poco podenca, un poco bretona, llegó desde su pequeño y escondido infierno particular de Huelva hasta una protectora del sur de Madrid, PROA, en la que comenzó su proceso de recuperación, se la esterilizó y cuidó a la espera de que alguien se fijara en ella.

Ese alguien fue la abuela Manuela, que jamás había tenido perro, salvo mis perras de visita, pero que vivía sola, aún más sola con la pandemia, y deseaba compañía. Lo meditó mucho tiempo, varios meses, hasta que, no sin el vértigo que acompaña todos los pasos importantes que damos en la vida, decidió que estaba preparada para asumir esa responsabilidad. Con nuestra ayuda, la de sus hijos. Porque en realidad no está tan sola.

«Que sea de pelo corto, que no sea muy pequeño ni tan grande que no pueda manejarlo». Esos fueron sus únicos requisitos. «Que sea un perro bueno con otros animales, incluidos gatos porque a veces se quedará en mi casa, y también con niños; un perro fácil, porque acompañará a alguien sin experiencia previa con perros, por lo que es mejor que no sea un cachorro», fue lo que yo añadí cuando hablé con la protectora.

Y nos hablaron de Daya, fuimos a conocerla y la abuela Manuela se fue a casa, para reflexionar un poco más, porque abrir las puertas de tu hogar a un animal no es algo que tomarse a la ligera. Daya lleva ahora casi dos semanas en la familia. Dos semanas en las que no ha tardado en adaptarse a una nueva rutina en la que no faltan las caricias, el pienso y el paseo a su hora, una cama blanda y un pequeño puñado de reglas que no le está acostando aprender.  Dos semanas en las que el vínculo que ha establecido con la abuela Manuela es visible y precioso.

Aún tiene que desplegar toda su personalidad, su ‘perronalidad’, que no ha tenido la oportunidad de florecer del todo. Aún tiene mucho que aprender, empezando por aprender a jugar. Es un proceso de adaptación mutuo que está resultando incluso más fácil de lo previsto, pero no está exento de retos que estamos dispuestos a afrontar entre todos.

Los abuelos no necesitan perritos de raza diminutos. No les convienen cachorros con más esperanza de vida que ellos. Un perro adulto de una protectora es la opción más ética para que tengan compañía.

Los abuelos necesitan un compañero que se adapte a sus rutinas y capacidades; necesitan sobre todo que los suyos estén dispuestos a ayudar con esa importante responsabilidad que han asumido.

Bienvenida Daya.

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A los voluntarios de las asociaciones protectoras de animales

Dedican, tiempo, paciencia, dinero, asertividad y esfuerzo. Sacrifican y reciben a cambio, aunque no siempre. Se alegran, se frustran. Lloran de rabia y de alegría. Hacen amigos y descubren animadversiones. Se sienten recompensados e incomprendidos, nada reconocidos. Aprenden sobre la marcha, tropezando y acertando. Es duro y es fácil. Unos días piensan que todo que merece la pena; otros que no, y aún así siguen. A veces no es así, a veces ya no son capaces de seguir  y lo dejan, tal vez para siempre, tal vez solo un tiempo. Son necesarios. Es necesario que se cuiden y que los cuidemos.

Son los voluntarios, que no sé si mueven el mundo, pero de seguro contribuyen a que se escore en una mejor dirección.

En el universo de la protección animal tienen muchos y distintos desempeños.

Acogen animales en su hogar. Puede ser un perro anciano, que precisa escapar del frío del refugio. Tal vez un cachorro de gato que conviene que crezca aprendiendo a comportarse en un hogar.

Los rescatan. Cuando quedan atrapados en un solar en ruinas, cuando vagan por el campo, cargando jaulas trampa, creando rutinas para acostumbrar a los más recelosos a su presencia.

Son sus madres. Se despiertan de noche para alimentarlos a biberón cuando aún no han abierto los ojos, les estimulan y protegen.

Acuden a los refugios a pasear, limpiar, levantar muros, socializar animales temerosos por sus pasadas experiencias… Lo que haga falta.

Ayudan en todo tipo de eventos, desde concursos a mercadillos, pasando por chocolatadas y desfiles, para recaudar fondos.

Hacen fotos y gestionan redes sociales y páginas web: diseñan, publican, contestan, actualizan… para concienciar y lograr acogidas y adopciones.

Reciben a los posibles adoptantes, los filtran, los asesoran, les acompañan en el proceso de adopción.

Acuden a alimentar y atender colonias felinas, capturando, esterilizando, soltando y buscando hogar a aquellos animales que más lo necesitan.

Bregan todo lo que haga falta con las administraciones públicas y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado con el bienestar animal como objetivo.

Se suben a una furgoneta cargada de perros a los que espera un hogar en Holanda o Alemania.

Aprenden, se forman, se especializan, intentan profesionalizar su labor por el bien de los animales, haciendo suya una responsabilidad que deberían asumir los organismos públicos.

Sois imprescindibles. No desfallezcáis. Os necesitamos.

Una voluntaria de la protectora madrileña ACUNR tranquiliza a un grupo de galgos recién llegados a la protectora. (EDUARDO G. CUASIMODO)

Hay motivos para ser optimistas

Redacción de ’20minutos’. (JORGE PARÍS)

Este miércoles, 25 de noviembre, en 20minutos publicamos un especial con motivo del 20 aniversario de nuestro nacimiento, en el que, además de procurar que nos conozcáis un poco mejor, hacemos un recorrido a cómo estábamos hace 20 años, cómo hemos evolucionado a lo largo de este recién estrenado milenio, en qué punto estamos y hacia dónde apunta el futuro.

128 páginas impresas y muchos reportajes que os invito a leer. En uno de ellos, en el área social, hablo precisamente de la protección animal, no solo de los animales de compañía, también de los animales que destinamos al consumo. Aquí lo tenéis y, si le dedicáis unos minutos, veréis que, al echar la vista atrás, hay motivos de sobra para ser optimistas.

Vamos a más, como sociedad estamos cada vez más sensibilizados, somos más empáticos con los animales. Cierto es que partíamos de muy abajo y por tanto era fácil mejorar. También que el camino por delante es tan largo y arduo que, si intentamos vislumbrar la meta desde el punto en el que estamos, es fácil desanimarse. Sobre todo si nos paramos a pensar que el tiempo que transcurrirá hasta lograr los niveles de bienestar animal deseable, se miden en dolor y sufrimiento, en vidas perdidas.

Pero la única opción inteligente es aferrarse al optimismo. En todo, también en la lucha por los derechos de los animales. Recordar lo logrado en los momentos más oscuros. Como al montar en bicicleta, solo avanzando evitamos caer. 

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‘¿Qué tal si me adoptas?’, la canción solidaria con los animales abandonados de 16 artistas españoles

Esta semana me ha escrito Francis, del equipo directivo de la protectora madrileña AiBA, para hacerme partícipe de una preciosa iniciativa nacida de un grupo de artistas españoles con sensibilidad hacia los animales. Una iniciativa de un pequeño gran puñado de músicos que ademas es prueba de su generosidad en un momento especialmente complejo para su sector.

Todo empezó cuando en la protectora «tuvimos el placer de conocer a Conchita». Con su ayuda lograron que también se involucrasen en la creación de una canción solidaria con los animales sin hogar Rozalén, Lorena Gómez, Álex Ubago, Gastelo, Nach, Arkano, Funambulista, ELE, Mäbu, Roi Méndez, Pitingo, Luis Ramiro, Pedro Guerra, Sofía Ellar y Georgina.

Os invito a ver y difundir el vídeo, porque todos los beneficios que genere su visionado irán a parar a los perros y gatos que necesitan una segunda oportunidad. También porque es un excelente instrumento para concienciar a la gente de lo importante que es la adopción en un país en el que cada año se recogen 150.000 animales abandonados (eso que registre el estudio de la Fundación Affinity, que en realidad son muchos más).

Miro hacia la puerta una vez más y vuelvo a imaginarme que me vienes a buscar, y que tendré esa vida que aún no he podido tocar: un amigo, una cama, un cuenco, un techo, un collar y un mundo entero.

Miro hacia la puerta una vez más, confío en que aparezcas y me lleves a tu hogar; yo puedo prometerte que no te dejaré jamás. Tener siempre un amigo que acompañe en los silencios y el camino.

Decídete pronto, por aquí hace frío. Tengo tantas ganas de llegar a una vida nueva, tú serás mi amigo, vamos a correr por la ciudad.

Y voy a cuidarte en la calle, en el parque, la playa, con ruido, en silencio, con gente, sin gente, tumbado a tu lado, saltando, durmiendo, ladrando.

Y voy a quererte en la calle, corriendo, en el parque, con gente, sin gente, con ruido, en silencio, y yo sentado en la puerta esperando a que vuelvas.

Solo tengo ganas de gritar, sé que el mundo es mucho más que jaulas y esperar. Ya me contó un amigo que hay mil sitios que explorar, que siempre vuelve a casa después de alguna caricia o un silbido.

Decídete pronto, por aquí hace frío. Tengo tantas ganas de llegar. Serás mi familia, yo seré tu amigo, vamos a correr por la ciudad.

Y voy a cuidarte en la calle, en el parque, la playa, con ruido, en silencio, con gente, sin gente, tumbado a tu lado, viéndote de lejos, saltando, durmiento, ladrando.

Y voy a quererte en la calle, corriendo, en el parque, con gente, sin gente, con ruido, en silencio, y yo sentado en la puerta esperando a que vuelvas.

¿Qué tal si me adoptas y empiezas una vida conmigo y yo empiezo una vida contigo y nos salvamos de una vez?

No es una crueldad tener a un perro en un piso

Estoy harta de oír a gente que me dice que es una crueldad tener un perro en un piso, sobre todo si es un perro grande, que eso no es amar a los animales, que ellos sólo tendrían perro si tuvieran un buen terreno para que el perro pudiera correr a sus anchas. Y yo les explico que aunque mis perros tuvieran cien hectáreas para recorrer preferirían estar a mis pies. En mi piso siempre les encontraréis en la habitación en la que yo esté.

Si un perro tiene sus necesidades de ejercicio cubiertas y está bien atendido, en cincuenta metros  podrá vivir felizmente. Sí, también un perro enorme. Más que pensar en el tamaño hay que mirar el nivel de actividad que necesita cada animal. Los hay muy pequeños que son terremotos y precisan mucho ejercicio y juego y otros que con pasear tranquilamente media hora dos o tres veces al día tienen bastante. Pero en ambos casos es una necesidad salir al exterior.

Además, aunque tengamos un jardín es muy poco probable que el perro decida hacer ejercicio y jugar solo. Tendremos que jugar nosotros con él, que estimularlo.

Que tanto el perro como su dueño podrían estar más contentos en un chalé enorme con terreno, piscina y pista de pádel. Pues sí, es posible. Ojalá yo pudiera vivir en una casa ubicada en un ‘prao’ de mi Asturias. Pero un piso pequeño con buenos paseos es siempre mejor opción que el chenil de una protectora. Mejor también que ser un animal olvidado en el exterior.

Tener patio o jardín es algo fantástico, que abre muchas posibilidades, pero no puede convertirse en el espacio vital del perro. da igual su tamaño. Todos los perros son animales sociales que buscan y necesitan nuestra compañía. Es cierto que los hay más independientes que otros, pero eso no tiene que ver con los kilos que pesen. Y ninguno merece una vida de semiabandono, casi del todo ignorado en el exterior de una casa, ladrando a los que pasan al otro lado de la reja y apartado cuando intenta saludar a sus amos por aquello de que les puede manchar.

No es una crueldad tener a un perro en un piso. Y si deseas un perro y puedes asumir la responsabilidad que supone, no hacerlo por vivir en un piso es solo una excusa.

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Un animal no es un complemento de moda

Antaño fueron los huskies, dálmatas, pastores alemanes, golden retrievers, cockers, beagles, caniches, chihuahuas o yorkshires los que marcaban tendencias. Hoy día algunas de esas razas permanecen como objeto de deseo, mientras que otras pierden vigencia. Dejan de estar de moda y desaparecen o apenas se las ve. En cambio surgen otras: bichones, shibas inu, pastores belga o border collies (mejor si son azules o merle).

(GTRES)

Los gatos no son ajenos a estos caprichos e instagram es una buena manera de tomar el pulso a las últimas tendencias. Así se incrementa la demanda de razas desconocidas salvo por los expertos hasta hace no tanto, como los bengalíes, sphyns, ragdoll o maine coon.

Los perros y gatos, sus razas, no deberían estar sujetos a las modas. Los animales de compañía no son complementos, no son objetos para presumir de nuestro estatus. Sobre todo porque, con excesiva y doliente frecuencia, eso se traduce en gente oportunista que cría sin conocimiento ni ética, compradores que la oferta rápida y barata y que no se informan de las necesidades de ese animal más allá de su aspecto.

La problemática del maltrato, abandono y protección animal en nuestro país es compleja y multifactorial. Uno de esos factores tiene precisamente que ver con esa compra por capricho, basada en el impulso estético. Un bolso o una chaqueta pueden permanecer olvidados al fondo del armario cuando nos cansamos de ellos, un perro o un gato no.

Dejarse llevar por modas pasajeras al decidir convivir con un perro o un gato son factores de riesgo que pueden derivar en un futuro abandono, pero también a desapego, cambios de mano, sufrimiento del  animal y también de las personas que se metieron en una situación complicada de gestionar sin reflexión, sin estar preparadas, pero también sin mala fe.

Incluso cuando de lo que se habla es de la adopción (la opción más ética, la que yo siempre ejerceré y recomendaré) y no de la compra, se nota que al incorporar a un animal a nuestro hogar primamos que encaje estéticamente en la visión que tenemos de nosotros mismos o que queremos proyectar de nosotros en los demás. En las protectoras saben que los perros negros, atigrados, comunes en tamaño y hechuras, ‘feúchos’… lo tienen mucho más difícil para encontrar un hogar. Igual que se ven enterradas a peticiones de adopción cuando entra un animal de una raza de moda repudiado, tal vez procedente de una fábrica de cachorros desmantelada.

Es normal tener ciertas preferencias, pero es necesario reflexionar sobre si lo más importante en el futuro miembro de nuestra familia, ya provenga de la adopción o de la compra (solo a criadores responsables y comprometidos con el bienestar animal por favor), es su aspecto o que su carácter y necesidades encajen con nuestra personalidad y estilo de vida. Yo lo tengo claro, sé bien qué enseñanza quiero transmitir a mis hijos e interiorizar.

Que la belleza está en el interior sonará manido y naive, pero no por eso deja de ser cierto.

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