«La Navidad es tan buen momento como otro para incluir un nuevo miembro en vuestra familia. Tomad la decisión con responsabilidad»

Hoy es uno de esos días que cedo este altavoz alojado en 20minutos a una firma invitada. Jessica Gómez, escritora, columnista y bloguera, ha escrito un texto pidiendo reflexión y constancia ante la tenencia de animales que merece toda la difusión que podamos darle.

Un post nacido del corazón, de las tripas, del sentido común y de haberse encontrado en su camino con una perra casi ciega y sorda, un animal descartado por ser el resultado de las malas prácticas que la mayoría de los criadores en este país tienen.

Un post titulado De animales y responsabilidad que os traigo en una versión un poquito limada por los bordes, pero que os animo a leer entero en su blog.

Pero os animo sobre todo a afrontar como Jessica, con la misma actitud, el dar la bienvenida a cualquier animal a vuestra familia.

Estamos en Navidad. He leído por ahí que, cada año, se regalan por estas fechas unos 250.000 animales, incluyendo perros, gatos, mascotas más pequeñas y animales exóticos (detesto con toda mi alma la palabra «mascota», no sé por qué). De ellos, dicen las estadísticas que un 30% (es decir, nada menos que 75.000 criaturas) serán abandonados antes de terminar 2020. La mayoría de ellos cuando llegue el verano y la familia quiera irse de vacaciones.

Os había prometido esta historia, y me parece un buen momento para contárosla. Esta preciosidad es Fujur, mi dragona blanca de la suerte.

Era un miércoles de finales de julio. Salí de casa con el tiempo más o menos medido para llegar al centro y aparcar. Yo vivo en una zona rural de las afueras de Gijón. Al poco de salir de casa, en una curva, volanteé ligeramente para no arrollar a un pequeño bulto lanudo que comía algo al pie de la carretera.

Primero pensé que era una oveja, pero justo al pasar a su lado me di cuenta de que era un perro.Tardamos poco en darnos cuenta de que aquella cachorra era total, completa y absolutamente sorda. Eso explicaba por qué no se había asustado cuando pasé con el coche. Tardamos un poco más (tampoco mucho) en darnos cuenta de que era casi ciega. Solo ve luces y sombras.

Y ahora os voy a contar la parte que tiene un poco más de miga:

Desde el primer momento supimos de dónde había salido la cachorra: se había escapado de un criadero ilegal de border collies cercano a mi casa.

La llevamos al veterinario para ver si estaba chipada y, oh, sorpresa, no lo estaba. Llamamos a la policía local y al albergue municipal de animales para ver si alguien había denunciado su desaparición. Nada. Llamamos durante varios días. Nada.

Y teníamos que tomar una decisión, pero desde la responsabilidad y la consciencia, no desde la pena, la compasión o, mucho menos, el impulso del momento.
Así que durante días lo pensamos: las opciones eran que se quedara con nosotros o llevarla al albergue. A su favor aún jugaba que era una cachorra. En su contra, que era sordociega. Si nadie se la llevaba siendo cachorra, tenía muchas probabilidades de no salir nunca del albergue. Si pasaba su etapa de aprendizaje en un albergue, tenía muchas posibilidades de desarrollar muchos miedos, difícilmente tratables después, haciendo aún más complicada su convivencia con una familia. Y si alguien la adoptaba, ¿qué haría? ¿Cómo la educaría? ¿Tendría paciencia? ¿Tendría experiencia? ¡¿Y si intentaban educarla a golpes?!

Nosotros teníamos experiencia con perros adultos y cachorros.
Nos sentíamos perfectamente capaces de educarla bien y amorosamente, de conseguir que no tuviera miedo del mundo. La pregunta era: ¿queríamos esa responsabilidad? Y lo meditamos bien. Contemplamos todos los escenarios posibles: que viva muchos años, muchos, que aún esté aquí cuando nuestros hijos se hayan ido de casa; que la amemos profundamente y un accidente se la lleve o que un día, confiados, soltemos su correa y se nos pierda para siempre, dejándonos heridos sin remedio; que no fuéramos capaces de educarla bien y, al final, tuviéramos que hacernos cargo de un animal lleno de miedos y limitaciones, así de duro como suena. Lo contemplamos todo. Y decidimos que aquella pequeña ovejita sería parte de nuestra familia.

Hablamos y nos asesoramos
con un etólogo (Juan Luis @jldecastellvi), un educador (Fernando @maujomontes) y una abogada especializada en derecho animal (Merche @lexmerche), la chipamos y, desde entonces, Fujur es la pequeña de la familia. Y es maravilloso aprender cosas nuevas con ella.

Ella es feliz en un mundo silencioso en el que solo existen luces y olores, y la presión sobre su pelaje de una caricia, la pared de la escalera, el viento soplando fuerte. A mí me ha ayudado a cobrar más consciencia de mi propio cuerpo: de cómo me muevo, cómo me acerco, cómo toco. Los niños son para ella unos compañeros inmejorables, porque no ven en ella limitaciones: solo ven lo que puede hacer. Le hacen circuitos de obstáculos por casa que ella hace encantada, juegan con ella a los trileros, escondiéndole chuches para que las encuentre con el olfato.

«¿Y no hicisteis nada con el criadero?», os preguntaréis. Pues sí, lo cierto es que sí que hicimos, los vecinos, y el Seprona hizo su parte. Ese criadero tenía ya varias denuncias en curso, por varios motivos, además. Lamentablemente, la justicia es más lenta de lo que nos gustaría. Ahora mismo las causas siguen abiertas. Ellos regalaron a todas las hembras por internet, se mudaron a otra casa y siguen criando ilegalmente, ahora yorkshires. De vez en cuando ves sus camadas en milanuncios.

Y aquí es donde entráis vosotros:

Los animales son seres vivos, sintientes, sensibles. La Navidad es tan buen momento como cualquier otro para decidir incluir un nuevo miembro en vuestra familia. Tomad la decisión con responsabilidad, por favor. Contemplad escenarios, anticipaos, pensad si vais a poder solucionar los problemas que os puedan llegar y si esas soluciones serán respetuosas con el animal o lo harán sufrir. Pensadlo todo.

Si decidís que queréis llevar un nuevo miembro a vuestra familia, por favor, que la primera opción sea siempre la adopción. Se ha dicho mil veces y se dirá mil más. Los albergues y protectoras de animales están llenos de peludos que una vez fueron un regalo irresponsable, deseando tener una familia que los quiera, que los acaricie y abrace, que les de un lugar al que pertenecer.

Si, con todo, preferís comprar
, porque queréis un cachorro y/o una raza concreta, por favor, por favor, por favor, comprobad de dónde viene el animal. La mayoría de tiendas de animales no comprueba el estado de los perros de los que proceden sus cachorros. Id al criadero Y PEDID PAPELES.

Los criadores ilegales, cuando van a recibir a alguien, saben montar un bonito escenario: nadie compraría uno de sus cachorros si viera lo que hay detrás. Que veáis un entorno bonito no significa que sea legal ni que los animales, a diario, estén bien. Aseguraos de que el criadero es legal: que tiene las revisiones al día, que tiene licencia de núcleo zoológico, que regenta una actividad económica dada de alta. Pedid ver a los padres. Pedid lo que haga falta, pero no contribuyáis al negocio sucio de la vida.

Fujur es sordociega a consecuencia de una cría irresponsable
: los border collie merlé son más caros y se venden mejor. Si unes un macho y una hembra merlé, te aseguras de que muchos cachorros serán merlé, pero corres el riesgo de que alguno de ellos sea doble merlé, como Fujur: tiene la pigmentación tan diluida que ha perdido el oído y la vista a consecuencia de ello. Y a ellos no les importa.

Nos importa a nosotros. Ella es feliz. Y nosotros compartimos la vida con una dragona de la suerte

FOTOS: Ana Hevia.

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