‘Contigo me quedaría’ de Mercedes Alonso, una novela romántica marcada por la defensa de los animales

Contigo me quedaría no es el tipo de libro que yo suelo frecuentar, vaya la verdad por delante. No tengo nada en contra de las novelas eminentemente románticas, no soy de esas que las consideran una segunda división literaria ni mucho menos, pero no son los libros que leo. Me pasa lo mismo con la novela negra, a la que apenas le dedico tiempo.

Yo he escrito ciencia ficción, que para muchos también es equivocadamente un género menor, y soy consciente de que hay gente que no lee jamás novelas como la que yo he parido. Simplemente no todos los géneros ni todos los libros son para todo el mundo, sin más. Igual que con los géneros musicales, y a mí Manolo García (que también protagoniza en cierto modo el libro) me dice poco.

La novela de Mercedes Alonso es romántica y yo me atrevería a decir que casi erótica. Desde luego es una lectura adulta. Su protagonista, una veterinaria en la treintena entregada a su trabajo y a colaborar con protectoras de animales, entabla una relación pasional que deriva en sentimental con un ejecutivo rubio, musculoso y tremendamente atractivo. Y ella, teniendo en cuenta las reacciones  que suscita en los hombres que se cruzan con ella, debe ser el habitual caso de mujer arrebatadora que no sabe que lo es y que apenas dedica tiempo a acicalarse.

Y aquí es cuando encuentro los clichés que funcionan en la novela romántica y que encantarán a los seguidores del género, pero que a mí no me acaban de atrapar. Los protagonistas guaperas cuyos atributos físicos son descritos con frecuencia me hacen desconectar y la sucesión de polvos me aburre pronto. Los enredos y sufrimientos amorosos que se solucionarían fácilmente con un poco de sentido común y evitando dar demasiadas vueltas a las cosas me exasperan más que hacerme empatizar con los protagonistas.

Pero Contigo me quedaría es mucho más que una novela romántica (e insisto que probablemente atrapará a los aficionados al género), para mí tiene el especial mérito, y por eso asoma a este blog, de enmarcar toda la historia  en la defensa de los animales.

La protagonista, veterinaria y activista como os decía, es amiga de la presidenta de una pequeña protectora y colabora con varias entidades. Para ella salvar vidas está por encima de cualquier otra cosa (si hay una urgencia, no pasa nada por ir a una cena de gala tarde y cubierta de pelo y barro), aparecen varios rescates, casos reales y frecuentes de animales atropellados e ignorados, de cachorros en cajas, en bolsas de basura, de intervenciones en las que se requisan decenas de animales en mal estado, de galgos salvados de la muerte en febrero y de que los animales no son un regalo y sí una enorme responsabilidad.  Se recoge incluso el vegetarianismo, aunque sin profundidad y quedándose en lo anecdótico.

En el libro hay muchos nombres reales: de protectoras madrileñas, de trabajadores de esas protectoras, de perros y gatos rescatados… En el libro se respira amor por los animales y se nota que su autora es también una activista, conocedora de la terrible problemática existente en nuestro país.

Cada libro tiene una velocidad de lectura, independientemente de su número de páginas. A  Cormac McCarthy, Irene Nemirovski o E. L. Doctorow se les lee despacio, paladeándolos. A otros como Terry Pratchett o John Irving, por seguir mencionando autores que me gustan mucho, los disfruto a toda máquina.

El estilo de Mercedes Alonso permite una lectura rauda. He terminado sus casi trescientas páginas en unas cuatro horas. Clara y llana, coloquial en los diálogos, se avanza sin pausa por una historia que también va directa al grano en la que también hay relaciones familiares desajustadas y amigos que son familia.

Ojala su fácil lectura y la apasionada historia de amor que encierra atraiga a muchos lectores para mostrarles un poco del universo  de la protección animal, un universo demasiado desconocido salvo para los que han puesto los dos pies en más de una ocasión en alguna protectora.

 

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