Capítulo 27: Hora de volver al mundo

Aquí os dejo un nuevo capítulo de mi folletín animalista. Quiero hacer una buena novela juvenil, capaz de gustar a adultos y con el marco de la protección animal de fondo para dar a conocer la problemática existente.

CAPÍTULO 27:

906008_10153121742000852_8879101469532297800_oNo tenía ánimos para volver a la protectora, no le apetecía quedar, ni leer, ni pensar. La fase musical había acabado pronto y lo único que le pedía el cuerpo ahora era vegetar en el sofá con el mando de la consola entre las manos, y precisamente era eso lo que se estaba dedicando a hacer. Bastante intenso había sido el curso, sobre todo las últimas semanas, no pasaba nada por darse un respiro. A su madre, que no lo veía igual que él, había tenido que convencerla. “Vale, te dejaré en paz; pero no te creas que te vas a tirar así todo el verano. Porque sé bien que la primera vez que te dejan es una putada, que si no…”.

Su madre había aprovechado su estado apático para proponer que conociera al tal Daniel que se estaba tirando y había aceptado. Una noche de esas irían a cenar a algún restaurante americano, el Ribs, el Foster o algo así. Territorio neutral en el que se notara que se habían plegado a sus gustos de varón adolescente.

Realmente ya le daba igual. Casi todo le daba igual.

El cabrón de Andrés ya tenía la Play 4. Premio por haber aprobado en junio, como si tuviera ocho años. Aunque lo que pasaba en realidad es que el padre de Andrés también la quería y cualquier excusa era buena. Martín tenía la Play 3, tampoco se podía quejar. Pirateada, eso sí, que si no en su hogar monoparental hubiera sido imposible acceder a más de dos juegos al año.

En aquel momento estaba entregado al FIFA 16. Su propio padre también era bastante jugón, así que había nacido ya con consolas en casa. Cuando era pequeño jugaba con él al Pro Evolution, pero la franquicia fue de mal en peor y, aunque ahora estaba intentando recuperar lo que fue, seguía prefiriendo el FIFA. También estaba enganchado al NBA 2K15 y al Fórmula 1, pese a que conducirlo sin volante no era lo mismo. Andrés tenía un volante y unos pedales y el juego ganaba bastante.

Justo el día anterior había terminado Beyond: Two Souls. Tampoco era difícil. Como juego no tenía mucho, pero como película en la que usabas el mando no estaba nada mal. Además, la protagonista estaba inspirada en Ellen Page que le parecía una preciosidad. Recordó una conversación con Manu y Luis, muy aficionado a todo lo japonés, sobre que los personajes de los videojuegos estaban mucho más buenos que los actores o cantantes. En este caso no tenía claro si la regla se podría aplicar, porque Ellen Page era de carne y hueso. Igual que Jennifer Lawrence, que era un bellezón y tenía un cuerpazo, por mucho que las rubias no eran lo suyo y se parecía a Ellen Page como un huevo a una castaña.

Pocas conversaciones tendría ya con Manu. En parte por el fin del instituto, pero también porque, al menos en aquel instante, no le apetecía lo más mínimo.

Volviendo a Jennifer Lawrence, se había estado leyendo los libros de Los juegos del hambre. No estaban mal, el primero sobre todo. El último era el que menos le había gustado, aunque el cierre le había fascinado. Se había leído las últimas dos páginas varias veces. Imaginaba que impresas serían un par de páginas, porque él sólo veía porcentajes de lectura,

Se los había descargado en inglés sin pagar un euro y sin cargo de conciencia, tenía la pasta justa y la escritora estaba tan forrada que no iba a notar esos tres ventas menos. Manu no era de la misma opinión con los libros, aunque bien que se descargaba series de televisión alegremente. Mejor dicho, le pedía a él que lo hiciera. Ahora tendría que espabilar si quería seguir devorando capítulos al mismo ritmo.

Oyó los maullidos desde el otro extremo de la casa. Detuvo el partido y se dispuso a preparar los biberones seguido por Logan. Tenía a los gatitos en casa. Como ya no tenía que ir a clase, como no tenía que hacer nada realmente, le había dicho a Mal que se los quedaba él, que ya no tenían que andar cambiándolos de casa. Cuanto menos la viera, mejor. Aunque actuaba como si no hubiera pasado nada, verla le recordaba tanto su rechazo como su deserción del voluntariado en la protectora.

Estaban realmente grandes y les habían tenido que cambiar a una caja a juego. Cuando recordaba aquellas bolitas de ojos cerrados y hocicos rosas le costaba creer que en tan poco tiempo se hubieran convertido en esos pequeños exploradores sin miedo que pronto podrían comenzar a tomar comida húmeda. Los gatos crecían muy deprisa, más que los perros. Su etapa como cachorros duraba menos. En cierta manera era una maldición: por aquellas fechas previas a que media España se detuviera por las vacaciones nacían y crecían camadas sin parar y no había adoptantes bastantes. Para cuando asomara el invierno muchos serían casi adultos y ya no había apenas posibilidades para ellos.

En cuanto les alimentó y jugó un poco con ellos, volvió a su sofá y su consola, dispuesto a sentirse en las botas de Cristiano Ronaldo, que seguro que no tenía que preocuparse del precio de los videojuegos o los libros.

Antes de bajar a Logan para ir con él a buscar a su madre a la estación, decidió hacer algo productivo y puso un mensaje a Juan por Facebook proponiendo quedar. No hubo respuesta y tampoco insistió. Si no respondía al menos podría decirle a su madre que lo había intentado.

***

Aquel jueves a media mañana, con su madre en el curro, se sentía como Logan cuando dormitaba ajeno a todo. No había respuesta de Juan y le daba igual. Seguía sin importarle mucho nada, pero estaba en paz. Cuando llamaron a la puerta estaba dándole una oportunidad al GTA, que era de los videojuegos que le mareaban y le hacían sentirse un fraude como adolescente.

Lo último que esperaba era encontrarse a Mal. Tan preciosa para él como Ellen y al alcance de su mano. Muy seria.

Abrió la puerta arrepintiéndose de las pintas que tenía. Llevaba una camiseta vieja y algo sucia del Springfield y una pantaloneta aún más vieja de cuando jugaba al baloncesto. Le hubiera gustado estar mejor afeitado o haber ido a cortarse el pelo como llevaba insistiendo su madre dos semanas. En fin, en ese momento nada de aquello tenía remedio. Con saber que no olía mal tendría que ser suficiente.

– Bruce Willis ha muerto –

Supo que no se refería al actor y su estómago se convirtió en una piedra.

– Fue ayer noche. Una torsión de estómago. Típico en perros tan grandes. No se pudo hacer nada – añadió ella.

– ¿Vas ahora para la protectora? –

– No, voy a trabajar. Hoy entro a la 13 –

– Tal vez pueda llevarme mi madre esta tarde, cuando vuelva de trabajar. También puedo ir andando –

– Para, para. ¿No has ido a la protectora en casi un mes y ahora te entran las prisas? ¿Para qué quieres ir ahora corriendo? No hay ningún velatorio, ningún entierro. Se le incinera y listo. Nos quedan los recuerdos que nos dejó. Ya está. No te imaginas la de animales que ni siquiera dejan detrás alguien que se acuerde de ellos con cariño. Si quieres hacer algo útil, vuelve el sábado a echar una mano. Las flores, en vida, como decía mi abuela – espetó su vecina.

El chico no contestó, se limitó a mirarla intentando que todas las emociones que bullían en su interior, las que habían despertado con la noticia de la muerte del mastín y las que había estado enterrando y congelando los últimos días amenazaban con desbordarle. Si hablaba sabía que no podría controlar la voz.

– He sido demasiado dura. Bruce fue el primer perro que recogiste. Perdóname. Si quieres ve, no servirá de nada a nadie, salvo tal vez a ti. Si te ayuda… tú mismo –

Martín asintió. Recordó al perrazo que encontró en el pinar, con su cojera y su mirar digno y tranquilo. Luego sintió a Logan tumbarse a su lado. Su viejo pitbull que apenas hacía otra cosa que dormitar. La muerte del mastín le hizo de repente más consciente de los muchos años de su propio perro, de lo cerca que estará de sentir eso mismo multiplicado por cien.

A duras penas lograba estar de pie. Se limitó a despedir con un gesto a Mal, que le dijo adiós con una expresión cargada de cariño, y volvió a su sofá. Esta vez no cogió el mando, sino su teléfono móvil.

Puede que Juan fuese de los que no hacen caso al Facebook. Seguro que Laura tenía su teléfono. Y seguro que Íker tenía el teléfono de Laura.

Ya era hora de volver al mundo.

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Áxel es un cruce de mastín nacido en mayo de 2006. Toda su vida ha estado dedicado a ser perro guardián, y ahora espera que le llegue una jubilación de oro desde la asociación asturiana Amigos del Perro. Cuentan que «es un perro tranquilo y delicado, agradecido y dulce. Tiene fuerza pero pasea genial. Se lleva bien con otros perros».

Contacto: 619370991 adopciones@amigosdelperro.org

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Si buscáis lectura para el verano, podéis comprar mi primera novela, Galatea, una novela de ciencia ficción solidaria con los perros y gatos abandonados, ya que la mitad de los beneficios irán destinados a ellos.

Algunas reseñas y entrevistas sobre Galatea en Lectura y Locura, JotDown, Público, El Diario, Nuevo BestSeller Español, Microsiervos, 20minutos, PACMA o TodoLiteratura.

4 comentarios

  1. Dice ser BGG

    Me encanta!! aunque en este capítulo me he perdido un poco con tanto videojuego!
    Sólo una cosa…en el párrafo que dices
    «Oyó los maullidos desde el otro extremo de la casa. Detuvo el partido y se dispuso a preparar los biberones seguido por Logan. Tenía a los gatitos en casa. Como ya no tenía que ir a clase, como no tenía que hacer nada realmente, le había dicho a Manu que se los quedaba él, que ya no tenían que andar cambiándolos de casa.»
    se lo había dicho a Manu?? no será a Mal?? es que me he quedado un poco desconcertada cuando lo he leido…

    24 julio 2015 | 8:13

  2. Melisa Tuya

    Efectivamente, me despisté. Mil gracias BGG 🙂

    24 julio 2015 | 8:19

  3. Dice ser lola amigo

    Gracias por difundir a Axel, el y su compañera Salma, una perrita viejita mestiza de nórdico, estuvieron toda su vida guardando una nave en una empresa, bien cuidados porque los entregaron bien cuidados, pero … la empresa cierra y nadie se queda con ellos, y ahora están en una jaula.
    Axel está muy bien de salud y le gusta pasear y salir con los voluntarios.
    Salma está más mayor, prefiere la vida tranquila, sería ideal para alguien que le gustaran los paseos tranquilos y que pudiera vivir en un pisito, porque no da un ruido ni una molestia y es muy muy dulce.
    Si alguien quiere darles una oportunidad, ya sabe en Amigos del Perro.
    Muchas gracias Melisa por tu capítulo de hoy, me ha gustado mucho, aunque yo de videojuegos, ni idea, se nota que te documentas bien para tus libros, aunque eso ya lo noté en Galatea.
    Da gusto leerte.

    24 julio 2015 | 10:20

  4. Dice ser Carey

    Ah… me identifico tanto con Martín, yo también estoy en ese extraño momento de acabar una etapa de mi vida y empezar la siguiente. Yo creo que con el tema gatos hace falta «marketing». Yo cogí a la mía con 9 meses: estaba educada por gente con mucha experiencia en gatos, ya esterilizada y sabían qué tipo de carácter tenía. Eso no lo puedes decir de un cachorrito.

    Por favor, ya sé que a Logan le va a tocar que algún día que le den: «El último regalo». Pero no sé si voy a ser capaz de soportarlo. En mi familia hay otro «abuelito» de 13 años (aunque es un mestizo de mastín) y me recuerda demasiado a él.

    24 julio 2015 | 11:18

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