El chip que se implanta a los animales para su identificación es del tamaño de un grano de arroz. Se coloca bajo la piel, en la zona del cuello, no les molesta y, más allá de su obligatoriedad, tiene muchas ventajas. Un animal no puede decir “Me llamo Toby, mi dueña son Ana García y vivo en la calle tal de la ciudad cual”. El chip hace todo eso por él, por eso es tan importante acercarnos al veterinario y actualizar nuestros datos de contacto o registrar el cambio de dueño de un perro o un gato.
Con los perros aún estamos lejos de una implantación generalizada, pero no estamos en mal camino. Con los gatos en cambio la gente tiende a obviar el chipado, ya sea por coste (pese a que es mínimo, entre 20 y 30 euros) o por aquello de que como no sale de casa no le va a hacer falta.
Pues un gato nunca está libre de perderse. Puede caer o escaparse por una ventana o balcón por ejemplo. Y si hay una posibilidad mínima de que ese chip haga que vuelva a nosotros, bienvenido sea.
De hecho yo, a mi gata, la tengo por casa con collar. No es que me guste especialmente, pero como es de aspecto común y muy tímida, si se pierde es un indicativo visible de que es casera. Espero que si llega a perderse y alguien la encuentra la lleve a algún veterinario para comprobar que tiene chip. Mi gato no lleva collar, ya se encargaría él de hacerse notar. Pero el chip también lo lleva.
Nube es una preciosa gata tricolor de unos dos años. Completamente casera, tranquila y juguetona a la vez. Muy cariñosa.
Le han hecho las pruebas de salud pertinentes y está sana como una pera. También está esterilizada y con chip. Está en adopción en Madrid.
Contacto: 669 968 345
Mis gatos son positivos en leucemia felina y el chip es para ellos una especie de seguro de vida, ya que si se pierden y descubren su enfermedad y no están identificados, acabarán matándolos por falta de albergue y casas de acogida para ellos (sería una locura meterlos en una casa con compañeros sanos: todos estarían condenados).
07 abril 2014 | 9:19