Ha habido dos grandes noticias en el fin de semana de carnaval. Una es la derrota del Real Madrid en Almería; la otra, sin duda, el fichaje de Pau Gasol por los Lakers.
La primera ha devuelto su vigor a la Liga. No basta con decir que es larga, y que todos tienen que sufrir: tiene que demostrarse. Y Almería parecía el lugar más apropiado: un equipo emergente, sin complejos, sin refuerzos de relumbrón y en manos de un técnico joven que esta sacando brillo a jugadores olvidados. Unai Emery es uno de esos entrenadores cuya prueba de fuego pasa por dirigir un gran vestuario, y no es insuperable: ya lo han hecho, entre los humildes, Rafa Benítez y Juande Ramos. No todos la superan, por cierto. Es una de las estrellas de esta Liga, en la que ya brillaban Marcelino y Valverde, por ejemplo.
Mala cosa será, para el líder, recordar ahora que aún mantiene seis puntos: si se le ha acabado el hambre va a ser cazado. Su talón de Aquiles lo tiene arriba: la excesiva dependencia de Ruud Van Nistelrooy: el año pasado su época oscura coincidió con una primera vuelta en la que el holandés no vio puerta. Y, hasta ahora, Schuster no ha demostrado que tenga una sola alternativa a un tiempo, legítimo en cualquier goleador, de ceguera. O una lesión que nadie le desea.
En cualquier caso la noticia es buena (salvo para los madridistas, obviamente): una Liga con tantos equipos excelentes parecía entonar con desgana su funeral a finales de enero. De eso, nada: ahí está el Barcelona, a seis puntos y, lo que es más importante, ganando de medio churro. Como el Madrid.
Lo de Gasol es otra cosa. Empezábamos a creer que en América iba a desperdiciarse su talento infinito. Los ositos de Menfis son una franquicia trampolín o cementerio de elefantes: está a más de un punto de poder construir un equipo puntero. . Tras los escarceos del año pasado llegamos a pensar que Pau se quedaría de por vida en Tennessee, que no es su sitio.
¿Cuál es su sitio? Pau es un 2,13 sin kilos: le falta el peso de Shaq o el tamaño de Yao Ming. Pero es un fuera de serie y tiene, además, la costumbre de ganar. Es una tontería decir de alguien que es un ganador porque le guste ganar: nos gusta a todos. Pau, sencillamente, gana: desde que era junior. Es campeón del mundo, entre otras muchas cosas; comoce el triunfo en la durísima competición española y el subcampeonato de Europa lo ha tenido que digerir con bicarbonato. Su talento en la pintura, su versatilidad a la hora de encarar contrarios de muchas maneras distintas, su poder con el rebote, su facilidad a la hora de los tapones, su inteligencia para elegir el destino del último pase…: Pau lo tenía todo. Menos un equipo: algo sabe Nowistzky de eso cuando el gran jugador rubio se pone la elástica alemana.
Por su edad está en el mejor momento de una carrera deportiva que esperamos alrga. Y ya ha llegado a la aristocracia del baloncesto mundial: el equipo grande de los angelinos. Verle el otro día con los colores litúrgicos (amarillo sobre fondo azul) metiendo puntos como si llevara toda la vida jugando en los Lakers era una gozada. Ahí está, al lado de un chupón genial como Bryant, dispuesto a monopolizar otra década frente a los Celtics. Ya no estarán Kevin Mchale, Robert Parrish oLarry Bird enfrente, ni tendrá al lado a Magic Johnson o Karim. Pero estarán Kevin, y Kobe…
Y Pau Gasol, el mejor jugador español de la historia. Enhorabuena, noi…