Ya tenemos dibujados los cuartos de final de la Copa del Rey. Pese a quien pese, en la Copa no hay sorpresas: han caído dos de los cuatro equipos que comandan la clasificación liguera y los otros dos han pasado con más pena que gloria. ¡Me encanta la Copa!
Me encanta la Copa porque es otro territorio, más fresco y más igualitario. Cualquier equipo puede, en un sólo partido, desmantelar las diferencias de clase y presupuesto: intervienen la garra, el descaro, el deseo, el talento táctico… Y, naturalmente, la suerte. A los patitos feos pueden salirles alas blancas. Y eso es, exactamente, el fútbol.
Cayó el Real Madrid. Y no sin grandeza. Hizo un buen partido y despejó algunos mitos. Por ejemplo, el de su supuesta pegada. Ayer no existió y parece probable que la conexión argentina Higuain-Saviola visite a un psicoanalista de aquí a poco: no les sale nada (pueden pedirle las señas del suyo al Caño Ibagaza, autor de un gol de antología). Hasta se resbalan en la cara del portero. Se espera que los madridistas no se quejen de la notable inspiración de Moyá en este enfrentamiento: ellos conocen como nadie el sabor de la victoria gracias a contar con un porterazo.
Cayó el Espanyol y la noticia es el retorno del Jedi: el viejo rey de copas bilbaino fue capaz de remontar un gol en Montjuich. A mí esta eliminatoria me pilló con el corazón partío. Pero siempre es una gran noticia, para todo el fútbol español, la resurreción del Athletic Club de Bilbao, el de la limpia tradición.
Cayó el campeón, el Sevilla, a manos del Barcelona. Firmaron un rácano enmpate a cero goles. A base de empates y postes y mucho Valdés se puede llegar a la final: pero parece poco para el Barça. Esperamos noticias. Las ausencias pesaron, ya lo creo: sobre todo en el lado hispalense.
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La misma racanería que dio el pase al Atlético de Madrid, que juega mientras tiene gas pero anda con lo justo. La suerte le sonrió en Valladolid pero la suerte, como el genio, es intermitente.
Pasó el Rácing marcando cuatro goles al Zaragoza: una vez más la debilidad de los cuartos traseros del equipo del Ebro se ha pagado cara. Ahora convendría examinar cuánto dábamos por el equipo santanderino al empezar la Liga, sin Zigic: y ahí están, en puestos europeos y en cuartos de final. ¡Fantástico!
Tenía que remontar el Villarreal ante el Recre, y lo hizo, demostrando su veterano asentamiento entre los grandes. Grandes jugadore y gran equipo. Se presenta una eliminatoria de dulce entre los amarillos y los baugranas.
Quien más fácil lo tenía era el Getafe ante un Levante que ya había encajado tres goles. Un partido económico y un nuevo triunfo, sin demasiada historia.
He dejado para el final al Valencia. El equipo levantino se jugaba más que los demás: se jugaba el año entero. Y se lo va a seguir jugando, proque pudo con el Betis. Es un grande: venido a menos, pero un grande. Y su única puerta para llegar con alguna dignidad a final de temporada es este torneo