En una misma semana se ha jugado un clásico del baloncesto, el Madrid-Barcelona, y se va a jugar el derby madrileño. Desde la acera de la ACB se tiene que contemplar con melancolía la pasión con la que se vive el partido del Manzanares, la dedicación de los medios al mismo, la quietud en las calles del país a las siete de la tarde… Por esta vez la culpa no es solo de la superior afición al fútbol de los españoles: el Atleti y el Madrid, los indios y los vikingos, juegan este partido una vez al año. Dos más si la casualidad les enfrenta en la Copa. Ojala que sean otras dos más al año que viene, si el equipo de Aguirre alcanza lo que parece tener al alcance de la mano con permiso de los que vienen detrás: la clasificación para la Liga de campeones.
Pero, en principio, los grandes encuentros de fútbol se producen una vez al año. De manera que todos estamios ansiosos por ver cómo se venga en el Bernabéu, si puede, el Villarreal de aquel 0-5 de la ida. Derbys, grandes partidos: uno al año, por favor. Champán francés anoche en Castellón, gaseosa la Casera en Valencia: y a esperar al año que viene.
El jueves se enfrentaron Madird y Barça, decíamos. Grandes recuerdo. ¿Pero a quién le importa publicitar un encuentro de estas características cuando nos esperan tropecientos? Hay dos partidos en Liga regular, los que vengan de la Copa del Rey, los partidos, como el citado, de la fase regular de la Copa de Europa y tal y cual, Pascual… Y los play-offs: una barbaridad.
Se ha querido copiar tan milimétricamente el sistema de la NBA que se ha hecho un pan como unas hostias. Los yanquis encontraron una solución cabal para un deporte de éxito en un país autista: no existe el resto del mundo. Aquí, aparte de las Ligas nacionales, existe la Copa, de larga tradición. Y existe el continente. Y las competiciones europeas también se han alargado cruelmente, los chicos se saturan de partidos y los espectadores no saben qué coño están viendo. Bueno, se sabe porque los tigres de Dusko llegan hechos unos zorros a las islas y se los meriendan los canarios, por ejemplo…
Ya decía don Jacinto Benavente aquello tan sabio de bienaventurados mis imitadores, porque de ellos serán mis defectos. El baloncesto FIBA debe hacer ejercicios espirituales, como en la época del general Querejeta. Sentarse y pensar en soluciones europeas para los problemas europeos; tantos días comiendo caviar Beluga nos deja el paladar estragado y sin ganas.