Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Tres eran tres

No ha sido mala la cosecha: tres de cuatro. Sevilla, Barcelona y Real Madrid han pasado a octavos de la Liga de campeones, están entre los dieciséis aspirantes y, además, cuentan con el factor campo en sus próximos enfrentamientos. Primeros de grupo: ¡casi ná!

Una hazaña para este Sevilla esquizofrénico, que ha desaparecido de la competición nacional y es capaz de dejar atrás al Arsenal, superando el shock del 3-0 en el primer partido, ante los gunners precisamente. Se los deja, como un regalo envenenado, a sus compatriotas.

Tampoco está mal lo del Barça, con alemanes por medio y el siempre temible Olympique de Lyon, que tantos estragos hizo en la línea de flotación de su eterno rival español.

Los franceses, que empezaron desganados, han conseguido al final, como todos los años, ser un grupo temible, perfectamente acoplado al ritmo de samba de Juninho Pernambucano y aliñado con una nueva estrella emergente (¿cuántas van?) del fútbol francés. Tampoco deja mal recado para los primos peninsulares.

También había alemanes en el grupo del Madrid, pero los teutones han fracasado estrepitosamente este año: un sorprendente (¿?) equipo helenos, el Olympiakos, ha dejado fuera a los verdes de Bremen. Y a un lacio equipo italiano, además.

Parece un regalo más apetecible que los anteriores, pero juraría que de los griegos ya no se fía nadie, sobre todo desde que probaron el bacalhau a portuguesa. Yo al menos no lo haría, forasteros.

Enseguida sabremos qué nos espera en primavera. En el bombo de enfrente, como un dolor de muelas compartido en Concha Espina, la Masía y Nervión, los reds de Anfield Road, el castillo de Rafa Benítez en el que la Reina tiene atrancado el puente levadizo y desde las Torres se disparan saetas de efecto mortal.

Que me digan a quién hay que poner un telegrama si juega Arbeloa en el Bernabéu y pasa el Liverpool la eliminatoria.

Tres eran tres. Esperemos que nos salgan mejor que las hijas de Elena, caray.

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