En un área diminuta de Tanzania sobreviven los últimos geckos azules del planeta, una especie que se ha reducido drásticamente en los últimos 15 años debido al comercio de mascotas, y en menor medida, a la pérdida de su hábitat. Hoy, gracias a los esfuerzos de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) y un ambicioso plan para estudiar a estas joyas desconocidas para la mayoría, se están desarrollando estudios enfocados a su conservación con resultados esperanzadores.
Azul como el oro
Aunque en este blog haya publicado varios posts sobre animales de color azul, como la iguana azul, la tarántula zafiro, o el piquero de patas azules, no quiero llevar a engaño: el azul es un color poco común en la naturaleza. La razón es muy sencilla, no existen pigmentos azules en el mudo natural, por lo que únicamente pueden mostrar este color las superficies que consiguen absorber los otros colores y reflejar el azul. Lo que nuestros ojos ven cuando miramos un animal azul es únicamente el reflejo de ese espectro de luz que rebota en la superficie del animal.
La baja proporción de este color en la naturaleza hace también que los animales azules sean muy valorados y no sólo para protagonizar este blog. Para algunas especies esa coloración les convierte en su mayor amenaza por su atractivo para los compradores de mascotas de lujo. Es el caso de nuestro protagonista de hoy, el macho de gecko turquesa. En efecto, solo los machos poseen el color azul brillante para atraer a las hembras. Éstas sin embargo son de color verde para camuflarse mejor entre las plantas. Hoy estos geckos se encuentran críticamente amenazados: el tráfico indiscriminado redujo su población un 15% en sólo cuatro años.
Diminutos ellos y diminuta su distribución
Según la UICN los geckos turquesa solo pueden encontrarse en un área al oeste de Tanzania de unos 4 kilómetros cuadrados, o lo que es lo mismo, un área más pequeña que el distrito barcelonés de Gracia. Esto les convierte en presa fácil para los furtivos ya que saben exactamente dónde encontrarlos. Con sólo 5 centímetros de tamaño y un color brillante, los geckos turquesa son básicamente gominolas para cualquier depredador, por lo que dependen de una planta para su supervivencia: los pandanus. Estas palmas les proporcionan agua, que se acumula en la base de sus hojas, incluso durante la estación seca. Además, los pinchos de estas plantas ofrecen protección ante los depredadores y lugares perfectos para esconderse. Por desgracia estas palmas también tienen sus propias amenazas, primero porque los furtivos las destrozan para capturar a sus residentes y segundo por la deforestación para la plantación de cedros, cuya madera se exporta a los países ricos reduciendo el hogar de los geckos turquesa.
En el filo de la esperanza
Los geckos turquesa estuvieron al borde de la extinción y su hábitat al filo de desaparecer. Afortunadamente, estos pequeños tesoros ahora se encuentran protegidos y su comercio no está permitido. Además, el programa EDGE de protección de especies evolucionariamente distintas y globalmente amenazadas de ZSL está dando protagonismo a estos animales con estudios en su medio para entender sus amenazas y evitar su extinción. Nuevas evidencias apuntan a que la presencia de los geckos turquesa podría abarcar el doble del área estimada, equivalente al distrito madrileño de Chamartín.
El comercio ilegal sigue afectando a los ejemplares silvestres. Sin embargo, los recientes esfuerzos de conservación y nuestro apoyo pueden cambiar un futuro oscuro para convertirlo en azul brillante.
¿Quieres ayudar a mantener a los geckos turquesa seguros? Puedes ayudar donando al programa EDGE de ZSL