La semana pasada el guacamayo rojo fue declarado monumento natural de Corrientes. Estas magníficas aves se extinguieron en Argentina hace más de 150 años, pero hoy gracias a los grandes esfuerzos de muchos profesionales de la conservación, vuelven a volar libres por los esteros del Iberá. Conseguirlo no ha sido un trabajo fácil y todavía queda mucho por hacer.
Conservación transgresora
A principios de 2014 viajé a Argentina para conocer uno de los proyectos más ambiciosos de restauración de ecosistemas del mundo, la reserva del Parque Iberá. Aquí, la conservación más atrevida se ha unido al compromiso de un país entero por recuperar su patrimonio natural. El resultado es un experimento con el que quieren devolver el esplendor de siglos atrás a la región de Corrientes, al noreste de Argentina.
El área nacional protegida se está fusionando con terrenos ganaderos adquiridos por la Fundación Rewilding Argentina para crear el mayor parque natural de Argentina, un paraíso de humedales y zonas boscosas. Ahora la basta extensión de terreno recuperada está siendo restaurada para poder albergar a las especies que se habían extinguido décadas atrás.
Osos hormigueros, jaguares, tapires y nutrias son algunas de las especies que debían volver a este ecosistema renovado gracias a la mano del hombre (¡por una vez!). Pero todavía falta el más visible y ruidoso: el guacamayo rojo, uno de los animales más carismáticos del proyecto.
Estos enormes loros atraen el interés de turistas ávidos de experiencias de naturaleza, además de ser jardineros naturales, muy eficientes dispersando las semillas de los frutos que forman parte de su dieta. Pero como he mencionado al inicio, este proyecto es complejo y los animales pasan por varias fases antes de ser liberados. Elena Martín es responsable de rehabilitación del guacamayo rojo de la Fundación Rewilding Argentina y nos explica todas las fases: «Lo primero es conseguir aves que cumplan con unos requisitos. Trabajamos con animales incautados o nacidos en cautividad en instituciones zoológicas».
No todos valen
Los animales donados pasan una cuarentena donde se realiza un control veterinario exhaustivo. Iberá es un paraje delicado y deben evitar que se introduzcan patógenos nuevos. Tras esta cuarentena pasan a un gran recinto externo, donde se hace la primera preselección de animales para futuras reintroducciones. No todos pueden ser liberados.
«Los animales que llegan de cautividad no poseen la fuerza física para volar largas distancias, no reconocen los peligros de los depredadores, desconocen los alimentos que deben comer y en la mayoría de los casos, tampoco saben como interactuar con los de su especie», afirma Elena describiendo a estos animales como seres completamente inútiles para sobrevivir en estado salvaje, razón por la cual un buen entrenamiento es crítico para el éxito del proyecto.
Entrenamiento de loros
Antes de mudarse a Argentina en 2016, Elena era entrenadora de delfines en Zoo de Madrid. Hoy aplica sus conocimientos de entrenamiento para que la liberación de guacamayos se haga de forma segura.
La primera etapa del entrenamiento consiste en que los animales aprendan a tocar un objetivo o target. Esta técnica permite dirigir a los animales con facilidad, lo cual es esencial para llevar el control de su peso o hacerles volar de una rama a otra. Luego deben conseguir volar un kilómetro al día, distancia que les permitirá volar de un parche de bosque al siguiente cuando sean liberados en los esteros.
Durante el periodo de entrenamiento se ofrecen frutos nativos para que se acostumbren a la dieta salvaje. Además, se utilizan las mismas bandejas durante la liberación para suplementar su dieta y poder examinarlos de cerca durante las primeras semanas.
El último paso es el entrenamiento antipredatorio que consiste en hacerles evitar el suelo y que aprendan a realizar vuelos verticales para poder huir de predadores terrestres. Los zorros y otros carnívoros no perderán la oportunidad de intentar cazar a una de estas “fresas gigantes” y los guacamayos, a pesar de su gran tamaño, son presa fácil ya que no disponen de armas para defenderse. Su mejor defensa, una buena huida.
Libertad
Una vez pasados todos los estadios del entrenamiento, se equipa a los animales con dispositivos de seguimiento y se abre la jaula permitiéndoles salir a explorar el exterior. Después de 150 años desaparecido, el guacamayo rojo vuelve a volar libre en Iberá.
¿Te gustaría colaborar con este proyecto? puedes realizar una donación en el siguiente enlace.
Son preciosos y enormes , llama la atención eso si que no puedan valerse por si mismos y que tengan que entrenarlos para que puedan volver a lo que en realidad tendría que ser su hábitat natural
No ponéis cuanto tiempo se tarda en esto ?
Reportaje estupendo ! Enhorabuena !
05 mayo 2021 | 1:52 pm