Hace unos 30,000 años durante la última glaciación, la península ibérica se convirtió en un refugio para el Palaeoloxodon, una de las especies más grandes de elefante que ha existido jamás. Con más de cuatro metros de altura y 15 toneladas de peso, el Palaeoloxodon llegó a conquistar gran parte de Europa y Asia. Sin embargo, la combinación de condiciones climáticas extremas y la falta de alimento hicieron que finalmente se extinguiera globalmente. Sólo un pequeño descendiente viviría hasta hace 4,000 años aislado en una isla del Mediterráneo. Y digo pequeño porque el elefante pigmeo de Sicilia era literalmente enano: medía menos de un metro y pesaba como un jabalí. Se había adaptado al aislamiento reduciendo su volumen, un fenómeno conocido como enanismo insular.
Su reducido tamaño fue el secreto de su éxito: sin depredadores superiores en la isla, no era necesario ser tan grande, y por tanto no dependía de las enormes cantidades de comida que sus primos gigantes necesitaban para sostenerse. Además, su talla inferior le facilitaba encontrar resguardo cuando hacía frío. Todas estas adaptaciones permitieron a este elefante ‘de bolsillo’ sobrevivir a la última Edad de Hielo, sin embargo, no bastaron a la hora de hacer frente a un nuevo depredador que acababa de llegar a la isla: el Homo sapiens.
El elefante pigmeo es un ejemplo de la enorme diversidad de elefantes que evolucionaron y se adaptaron durante más de 60 millones de años, logrando sobrevivir a eventos climáticos, volcanes y demás fenómenos naturales. Incluso fueron capaces de convivir con los primeros homínidos. La última glaciación empujó a humanos y elefantes a compartir un espacio cada vez más reducido. El creciente dominio del arte de la caza ayudo a los humanos a beneficiarse de los recursos que ofrecían los elefántidos: el abrigo de sus pieles, su carne como alimento y sus colmillos como armas. Pero esa presión fue aumentando hasta acabar con casi todas las especies.
Hoy sólo quedan tres especies de elefante, dos están amenazadas y una en peligro critico de extinción como hemos conocido recientemente. Sí, efectivamente acabamos de poner un helicóptero en Marte, pero desconocíamos la pésima situación de conservación del mamífero terrestre más grande de la tierra. A decir verdad, hace poco ni siquiera sabíamos que hubiera dos especies de elefantes en África a pesar de ser físicamente diferentes, vivir en distintos hábitats y no compartir la misma dieta. Vamos, solo se asemejan en que son grandes y grises, por lo demás no se les confundiría ni de noche.
Otra de las características que distingue al elefante africano de bosque es su función ecológica. Este gigante consume la mayor variedad de frutos y plantas del reino animal: hasta 500 especies cuyas semillas son dispersadas de manera muy eficiente. Esta función le convierte en el mega-jardinero de África. La reducción de sus poblaciones tiene un impacto brutal en los bosques que pierden su capacidad regenerativa. Ningún otro mamífero tiene semejante influencia en su ecosistema, bueno, excepto uno que es bípedo y sabe leer.
La noticia de la situación crítica del elefante africano de bosque pone de manifiesto el desequilibrio existente entre los esfuerzos por conservar especies y amenazas como la deforestación y, sobre todo, el furtivismo que sigue creciendo de forma imparable a pesar de los esfuerzos internacionales para pararlo. La única forma de frenar la caza furtiva es reducir la demanda y eliminar el comercio legal que, aunque parezca increíble, sigue existiendo. Lo que es peor, Europa se ha convertido en el epicentro de este tipo de comercio tras las restricciones adoptadas por otros países.
Por fortuna, la mayoría de los europeos no apoyan el mercado del marfil. Una consulta reciente de la Comisión Europea ha puesto de manifiesto la oposición generalizada de la población europea respecto a este comercio. Consecuentemente se está trabajando en la prohibición total del tráfico de marfil en la Unión Europea como ya hicieran otros países, entre ellos China, Inglaterra o Estados Unidos.
Los esfuerzos de conservación sobre los que se sostienen las tres especies de elefantes son una tela demasiado fina como para soportar la presión de la caza furtiva. La obscena obsesión de mostrar poder adquisitivo exhibiendo partes del cuerpo de un animal en peligro de extinción, tiene que cambiar si no queremos ser testigos de su desaparición.
Referencias
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- Las especies de elefantes africanos están ahora En peligro y En peligro crítico de extinción – Lista Roja de la UICN», UICN, mar. 25, 2021. (accedido mar. 26, 2021).
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Hay que exterminar a todos los furtivos del planeta quemándolos en una gran pira y después de ellos a los que les pagan migajas para vender los trofeos.
06 abril 2021 | 11:30 am