17 de junio de 2008. Guardiola es presentado como nuevo entrenador del FC Barcelona y en su estreno salta la bomba: anuncia que no cuenta ni con Ronaldinho ni con Eto’o ni con Deco. Un entrenador sin apenas experiencia, que venía de dirigir al filial culé, aseguró que su intención era cargarse a la estrella del equipo y a dos de los símbolos del club, tres intocables del vestuario azulgrana.
Cierto es que la baja de Eto’o tardó un año más en producirse y que además el camerunés fue clave en la mejor temporada de la historia del club, el inolvidable pleno de títulos (finalmente fue un 6 de 6), pero lo de Pep fue una declaración de intenciones: había que romper con el pasado y además el que no trabajará y diera el máximo, no tendría hueco en su equipo.
Seis años después, Luis Enrique tiene un reto parecido. Se encuentra ante un grupo de enormes jugadores que lo han ganado todo, pero muchos de ellos están lejos de su mejor nivel y, además, sin la ambición necesaria para afrontar un nuevo reto. Y debe tomar decisiones, algunas de ellas dolorosas. Como lo fue la de Ronaldinho y el tiempo -poco- le dio la razón.
Cuando se habla de bajas, son muchos los que señalan a Pinto (ya confirmado), Alexis, Song, Mascherano, Tello o Adriano. Pero no, no es eso lo que necesita este Barça. O no solo eso.
Para hablar de renovación Luis Enrique deberá valorar bajas de mucho más peso. Xavi Hernández, Cesc Fábregas, Gerard Piqué, Dani Alves o Pedro Rodríguez son jugadores que le han dado todo al club, pero si todos continúan en el equipo el año que viene se podrá hablar de muchas cosas, pero desde luego no de renovación. Luis Enrique debe tomar el ejemplo de Guardiola y ser valiente.